Vivir sin libertad es como vivir en la oscuridad. ¿Qué nos pasa a los argentinos como sociedad? Pareciera que de a poco nos vamos acostumbrando a perder todas nuestras libertades, derechos y dignidad. Como aquella metáfora de la rana, que por hallarse tan a gusto en la olla de agua tibia y no considerarla una amenaza, se queda impávida, mientras es cocinada lentamente, hasta morir en aguas hirvientes.
En las últimas semanas hemos visto trágicamente cómo el castillo de naipes sobre el cual está construida nuestra economía ha comenzado a desmoronarse. Saqueos, paros de distintos sectores de las fuerzas laborales, reservas que siguen bajando, capitales que se siguen fugando, balanza comercial en rojo, cortes de luz , inversiones que no llegan, inseguridad, y una ola de calor que no cede, alterando aún más los ánimos de una sociedad llena de odios y rencores, sumida en la oscuridad.
Desde el gobierno no se ha hecho más que fomentar todos los odios posibles. Siguiendo los consejos maquiavélicos vertidos en El príncipe, “divide y reinarás“, han cosechado para sí sus frutos, a expensas del deterioro de una gran Nación. ¿Dónde quedo aquella Argentina del 1900 admirada por el mundo entero? Si el deterioro en los términos de intercambio es lo que nos condenaba a la pobreza, ¿cómo explicamos que en estos más de 10 años -en los que los precios internacionales de las materias primas se han triplicado y hasta en algunos casos cuadruplicado- Argentina no haya vuelto a ocupar los primeros puestos del mundo?
Sin embargo, elegimos otro camino. En un mundo globalizado, decidimos aislarnos con consecuencias que hoy saltan a la vista haciéndose inocultables.
Desde el gobierno solemos escuchar: “El modelo es un éxito y hay que profundizarlo”, “la década ganada”, “no hay inflación”, “los índices de pobreza bajaron a 5 %”, “los cortes de luz no son producto de una crisis energética”, “la inseguridad es una sensación”. El narcotráfico y la corrupción, un producto de nuestra imaginación; la justicia, una mera ilusión. Como dijera Abraham Lincoln, y años más tarde repitiera John F. Kennedy: “se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero lo que no se puede es engañar a todos todo el tiempo“.
Se redistribuyó la desigualdad, se empobreció a la clase media, y se les dio a los pobres pescado, en lugar de enseñarles a pescar, así condenándolos una vez más a la pobreza. Milanesas, autos y electrodomésticos “para Todos”, no es una política sostenible en el tiempo.
Gobernantes y burócratas, que han ido por todo, han tenido cómplices en todo este proceso. Nada más ni nada menos que empresarios prebendarios y dirigentes sindicalistas que se han quedado con gran parte de ese todo. Pero no menos culpable resulta nuestra sociedad en su conjunto, quienes por comodidad o miedo, nos hemos mantenido al margen y en silencio. Confiscaron así nuestro futuro, quitándonos toda esperanza y sueños. ¿Dónde quedó nuestro amor por la Patria?
¿Alguna vez algún político fue preso por corrupción ? ¿Cómo evitarla si es un delito por el cual nadie paga?
El Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios evidentemente falló de principio a fin en sus objetivos. El Ente Regulador de la electricidad (ENRE) no supo vislumbrar, y menos prevenir, el problema que acechaba.
Culpar de todo lo malo a las empresas y a los privados se ha transformado en un deporte gubernamental. Un Estado que crece desmesuradamente ocupando cada vez más espacios, pero deslindándose siempre de toda responsabilidad en el fracaso. ¿Quién si no el Estado debía supervisar y hacer cumplir a Edenor y a Edesur con el plan de inversiones? El resultado: la oscuridad.
“Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada.” Ayn Rand, La rebelión de Atlas, novela publicada en Estados Unidos en 1957. Para reflexionar…