De pronto aquel boom latinoamericano trasladó su Macondo a la pampa húmeda argentina. El domingo de las elecciones nacionales que incluían la elección presidencial, concluyó sin un solo dato oficial. La ciudadanía conoció la existencia de balottage para el próximo 22 de noviembre, sin que la pizarra nacional electoral lo refrendara. Recién pasados unos minutos del lunes 26 el Centro de Cómputos salió de su inmovilismo y produjo otra revelación: una vez más las encuestas obedecieron otros intereses, no respetaron el debido rigor científico.
En la política, como en la vida, hay cosas que se pueden hacer y otras no. En el caso de Daniel Scioli, los mayores obstáculos los tuvo dentro de su sector político, se le presentaron en su armado -en realidad, en cómo le armaron su esquema electoral. Le pusieron el compañero de fórmula que no hubiese elegido nunca, y Aníbal Fernández como su candidato en el mayor distrito electoral. Tanta adversidad no se remonta sólo con fe y esperanza. La dureza de las muertes por la droga y el narcotráfico contrarresta el magnetismo de cualquier plan social. Al hambre se lo puede “engañar” comiendo basura, a los “soldaditos” de la droga no se los rescata con vida y este dolor atraviesa a muchas familias.
Scioli intentó marcar sus diferencias anunciando a su futuro gabinete. Cristina lo abrazó con La Cámpora y el modelo. Anoche, en su primer discurso de campaña hacia el ballotage, Scioli pareció retroceder en su intento secesionista y volvió a dar fe kirchnerista. Parecía no recordar que ahora es cuando debe buscar los votos que no lo acompañaron.
Sin minimizar las cualidades políticas de la flamante gobernadora de Buenos Aires, su adversario era en sí un límite. El triunfo de María Eugenia Vidal produjo además un extraño fenómeno para una elección presidencial, cual es el efecto tracción con la boleta de gobernadora, hacia Macri.
Precisamente, en el caso del candidato presidencial de Cambiemos, la decisión del votante lo obligará a hacer ahora, lo que en tiempo y forma no quiso, es decir, conversar con Sergio Massa quién adelantó que redactará un documento con las políticas insoslayables para el próximo gobierno. Carlos Alberto Reutemann, reelegido como senador por Santa Fe, rápidamente dijo: “Ellos se conocen, se tienen confianza, ya han hablado varias veces. Calculo que Macri y Massa pueden coincidir en temas como narcotráfico, pobreza, independencia del poder Judicial”.
A propósito de Santa Fe, Omar Perotti obtuvo las dos bancas del senado nacional en una reñida elección con Reutemann que terminó a dos puntos. El caso de mayor notoriedad lo protagonizó el socialismo que retuvo sólo una banca de diputado nacional de las cinco que puso en juego. Además, el diputado electo Marcucci es un radical que responde a Macri. Peor aún, le ocurrió con el titular nacional del socialismo Hermes Binner, que perdió tijera en mano la banca del senado. El otrora gran elector del socialismo, primer gobernador de este partido en la Argentina, retuvo sólo el cuarto lugar con el 12% de los votos. En Rosario ganó Scioli, en la provincia Macri. Margarita Stolbizer no fue acompañada por el voto socialista.
Aún el próximo presidente de los argentinos está en las urnas. Macri o Scioli deberán convencer a quienes no los votaron. Si Scioli gana deberá además convertirse en el líder del oficialismo. Si Macri gana Cristina Fernández de Kirchner ¿será la oposición? El liderazgo Pro, ¿se extenderá a Cambiemos? Los radicales ¿aceptarán esta metamorfosis?
Argentina deberá analizar con tiempo si sigue apostando a hombres y mujeres cuyos apellidos definen sus estructuras políticas; o se anima a construir partidos políticos dinámicos y sólidos con hombres y mujeres que los representen.