El Gobierno del presidente Mauricio Macri sigue sin poner en funcionamiento el GPS político, ese que indica punto de partida y punto de llegada. Sobre su arribo al Gobierno, el 10 de diciembre pasado, prefirió, al igual que el eslogan del ex presidente Fernando de la Rúa (“Qué lindo es dar buenas noticias”), aferrarse a la política de no dar malas noticias.
Lo cierto es que tampoco ha mostrado hasta aquí su hoja de ruta: el plan. Cada tema para este Gobierno es en sí mismo un descubrimiento, un abordaje y un parche. Salvo la política sobre el cepo y los holdouts, lo demás se inscribe dentro de un sueño, el de un Presidente que quiere un país con pobreza cero, sin inflación y con inversiones y trabajo.
Ese sueño es perfecto, pero la cruda realidad lo viene desdibujando cada día. El Presidente cuenta con la aprobación de miradas extranjeras, pero debe gobernar para los que viven fronteras adentro. ¿Y allí qué hay? Argentinos que, por derecha o por izquierda, ven empeorar su calidad de vida. Argentinos que ya no sueñan con salir de su situación de pobres, mientras otros temen caerse y traspasar ese umbral. Insisto en que para este Gobierno cada tema es en sí mismo un descubrimiento, un abordaje y un parche. El tema de la desocupación real fue negado hasta que el Presidente decidió convocar a los empresarios a firmar un documento titulado “Compromiso por el empleo”. El Gobierno pasó en cinco minutos de negar la problemática de los despidos a anunciar que vetaría una ley antidespidos, a intentar a su manera este compromiso.
Tal como fue presentado, se inscribe dentro de la política del parche, dado que para bailar se necesitan dos y al cierre de este análisis el sindicalismo en Casa de Gobierno no estuvo presente en el Salón Blanco y no firmó el documento.
Macri siente que el Frente Renovador le maneja la agenda, lo que lo lleva a realizar actos políticos compulsivos. Va hacia el camino de la concertación social necesaria, pero consensua y de palabra con el sector con el que más cómodo se siente: el empresariado. Es decir, queda en el intento. Pero el Presidente va más allá al decir que si la ley antidespidos se concreta, será dentro de la viveza criolla y bastardea la política. El accionar del Congreso de la Nación, uno de los tres poderes de la democracia, debe ser respetado. Vuelve aquí el Presidente a intentar desconocerlo, como cuando nombró vía decreto de necesidad y urgencia a dos ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Dos ex ministros de Trabajo de la nación coinciden en un punto sobre la ley antidespidos. Dice Enrique Rodríguez: “Si hay crisis, si hay inflación, inexorablemente habrá despidos”. Graciela Camaño, por su parte, afirmó: “La ley que estamos discutiendo sobre los despidos no sirve si no se complementa con otras medidas. Nosotros le incorporaremos medidas para las pymes”.
Reiteradamente insisto sobre la necesidad de una concertación social y me pregunto por qué el Gobierno nacional no la impulsa concretamente. El llamado de ayer es como la frazada corta. El compromiso del no despido es un paso, pero sin medidas complementarias es insuficiente, es voluntarismo político. Ayer el Presidente insistió sobre la necesidad de dialogar alrededor de una mesa para buscar soluciones concretas. Eso en el tema del empleo se llama concertación. Ignoro las profundas razones que le impiden concretarla, pero recuerdo que al entonces candidato Macri, al día siguiente de que lo apoyase el radicalismo en la convención de Gualeguaychú, le consulté si su Gobierno, en caso de ganar, iba a ser de concertación, como lo propuso Ernesto Sanz. La respuesta fue rotunda: “No, el radicalismo es sólo un socio político”.
A propósito del radicalismo, hay bronca a dos puntas: por un lado, decepción para adentro con respecto a Sanz, dado que ni se quedó con su mujer en Mendoza a cuidar nietos, ni asumió la responsabilidad de pelear espacios dentro del Gobierno y a lo largo y ancho del país. El segundo enojo tiene que ver directamente con el presidente Macri y su sordera ante un tema clave para el radicalismo: la universidad. Creen que está muy mal asesorado, que es innecesario todo este desgaste que viene produciéndose por no acordar con docentes y rectores. Sostienen que ya en enero el radicalismo le advirtió que debía desembolsar 800 millones de pesos. “En este tema hay una concepción del PRO estrecha y no confían en nosotros que de esto sabemos tanto como que lo hemos parido. El ministro Esteban Bullrich entiende de educación primaria y secundaria, a la educación superior se la lleva a marzo”, remata mi calificada fuente. Habría rebelión manifiesta en la granja radical contra el PRO a la hora del tratamiento del presupuesto 2017 y si esta semana el Gobierno nacional no acerca una solución universitaria, se escucharán sus observaciones en voz alta.
Increíblemente, con respecto a la ley antidespidos el radicalismo se abraza a una definición de Cristina Fernández de Kirchner y hace de ese concepto su Biblia para rechazarla, cuando dijo: “El capital es asustadizo”. También creen que, de aprobarse esta ley, se profundizaría el trabajo en negro.
A propósito de la ex presidente Kirchner, esta semana, por segunda vez, el ministro Germán Garavano repitió su deseo de que la ex mandataria no termine presa. Sostuvo que no sería un buen mensaje para los inversores. Si los dichos del ministro son el deseo de un ciudadano de bien, es comprensible, nadie quiere ver preso a un presidente. Sucede que el cargo que ostenta le impide hablar como un ciudadano y suena a una bajada de línea a los jueces intervinientes.
Si hablamos de sueños o utopías, lo ideal sería tener presidentes honestos y Justicia independiente. Pero suena cuanto menos extemporáneo que con causas judiciales de la ex presidente Kirchner abiertas, el ministro Garavano haya vertido estas declaraciones.
Estos primeros meses de Gobierno muestran un gabinete con especialistas de dudosa idoneidad desde el punto de vista político y un médico generalista, el Presidente, que no tiene claro aún la gravedad de la salud del paciente y si lo sospecha, no encuentra el tratamiento acorde para sanarlo.