¿De qué se ríen?

María Julia Oliván

La presidenta Cristina Kirchner recurrió a la humorada -que ya se convirtió en uno de sus clásicos- para aludir al gran escape de una simple entrevista con una periodista griega que protagonizó la semana pasada el ministro de Economía Hernán Lorenzino.

¿Vieron que no quiere irse?”, bromeó frente a un auditorio que la aplaudió y se descostilló de risa.

El “me quiero ir” de Lorenzino fue trending topic en las redes sociales, la inspiración de una canción que se divulgó por YouTube y el chiste de la semana. Las críticas eran unánimes. ¿Cómo es posible que un ministro de Economía no esté preparado para una pregunta tan básica y esperable?

Nada de esto hubiese pasado si, con cinismo, Lorenzino respondía: la inflación es del 10% y estamos trabajando para mejorar el índice de medición tal como nos pide el Fondo Monetario Internacional.

O sea, si repetía el relato oficial y contestaba con la cara dura. Pero su reacción fue casi cercana al pánico. Como si temiese mentir, o peor, temiese decir la verdad. O porque en realidad la pregunta desnudó el debate interno que existe dentro del kirchnerismo sobre qué hacer con el asunto.

Consulté sobre el índice a funcionarios de la Secretaría de Comercio y convencidos y convincentes me han repetido el argumento oficial.

Por un lado, insisten en que el Indec nunca fue un tema central de la agenda de nuestro país sino hasta que los grandes medios hicieron foco en eso porque en realidad responden a la presión de los tenedores de bonos que se ajustan por el índice de inflación (el Par, Discount, Bogar 2018, Bonar 14 y Pro12 que, en el último año, perdieron un 13% contra ganancias de hasta 30% en emisiones similares de otros Estados).

Por otro, defienden la medición del Indec con un ejemplo: ¿por qué sería más creíble el índice de una asociación de consumidores que monitorea 8 o 10 supermercados de la ciudad y el Gran Buenos Aires que el nuestro, que incluye el Mercado Central adonde compran miles de personas todas las semanas?

Sin darle tantas vueltas al asunto cualquier ciudadano, periodista o marciano que vaya al supermercado todas las semanas en el Conurbano o en la ciudad sabe que la yerba, por caso, no sale este año sólo un 10 % más que el año pasado.

Pero volviendo a la humorada, el gran escape, el miedo a decir lo que no se debe y el sincericidio del ministro, es interesante observar qué significó ese aplauso con risas del miércoles.

Múltiple Choice:

¿Que era todo una jodita para Marce (tipo la de Fariña a Lanata) o que no sabía qué responder?

¿Que a la presidenta le resultó gracioso el episodio que fue tildado de escándalo en los medios de Argentina y del mundo?

¿Que los que estaban ahí, en el salón del Bicentenario aplaudiendo, entendieron el chiste y nosotros no?

¿Que el tema de la inflación no le importa a nadie y que por eso amerita un chiste?

No sé. Pero lo que está claro es que a los funcionarios y legisladores de este gobierno se les nota mucho la presión para no hablar de nada y que tanta presión genera una incoherencia que es negativa para el humor social.

El peronismo, el neoliberalismo y el kirchnerismo han instrumentado una herramienta muy concreta: las batallas políticas sólo se ganan si se tiene éxito en la instalación de un nuevo sentido común. Una lógica que ordene la opinión pública. En el primer peronismo, las luchas y la necesidad de respuestas a las demandas obreras; en los 90, la lógica de las privatizaciones y la ausencia del Estado como regulador de la economía; y en el kirchnerismo, la recuperación de su rol preponderante con aumento del gasto -o inversión- pública y la intervención de la economía y restricción de las importaciones para generar el desarrollo de la industria local (si eso se ha logrado o no, es harina de otro costal).

Pero a lo que voy es a que, las lógicas o relatos son las que permiten a un gobierno explicar las políticas públicas y los planes a futuro, las soluciones para los problemas que a su vez, lleven tranquilidad y previsibilidad a la gente.

Y si el propio ministro de Economía no puede explicar la inflación y la presidenta hace un chiste con eso y el gabinete aplauden y se ríe a carcajadas, los que estamos comprando en el almacén nos sentimos como el pibe del colegio al que toman de punto mientas la ve pasar.

Nos tienen que explicar, no los elegimos para ver quién es el más canchero o el más cínico, para eso prendemos la tele y nos entretenemos con alguna de las decenas de guerras mediáticas.

Querríamos saber, por ejemplo, ¿los acuerdos de precios y la todavía frenada MorenoCard son las únicas respuestas proyectadas para afrontar el obvio problema de la inflación?

¿Cómo hace una familia tipo para ganar la carrera entre el descreimiento del salario y el crecimiento del costo de vida?

¿Se puede llegar a devaluar como algunos sostienen?

Basta de chistes y escapes. Necesitamos una nueva coherencia. Una respuesta que no sea en formato de chiste o de programa de televisión a las cosas que en serio nos preocupan. O, si no, cuenten uno para que nos ríamos todos.