La catástrofe del derribo del vuelo de Malaysia Airlines en territorio ucraniano trae a la memoria inmediatamente al fatídico 1 de septiembre de 1983. Aquel día, un Boeing 747 de Korean Airlines con 269 personas a bordo fue bajado por cazas soviéticos cuando sobrevolaba territorio de la URSS sin autorización.
El episodio constituye uno de los más serios incidentes de la historia de la Guerra Fría. Entre los pasajeros, viajaba un congresista norteamericano. El vuelo se dirigía de Nueva York a Seúl, con una escala intermedia en Anchorage (Alaska). Las autoridades soviéticas afirmarán luego que desconocían que se trataba de un vuelo comercial. El hecho contribuyó a deteriorar más aun la mala imagen del régimen comunista en todo el mundo. Tres años más tarde, el desastre de Chernobyl terminará de dañar el prestigio soviético.
Quien fuera embajador soviético en Washington, Anatoly Dobrynin, afirmó que el régimen “esperó hasta el 6 de septiembre cuando una declaración oficial de la Agencia TASS reconoció que el avión fue derribado por error por un caza soviético. Para ese entonces ya se habían dañado seriamente los intereses permanentes de la Unión Soviética. Las semillas de la campaña anti-soviética, siempre presente en Occidente, se propagaron en forma inmediata y tomaron nueva vida”.
Numerosas versiones conspirativas se tejieron en torno al caso del vuelo KAL 007. Sin embargo, el episodio parece haber obedecido a un error. Stephen Glain escribe en su libro “State vs. Defense: The Battle to Define America’s Empire” (2011): “Desde luego, la reacción de la Casa Blanca a la tragedia no incluyó referencias al hecho de que las unidades de frontera soviéticas estuvieron los dos años anteriores alertadas por las maniobras agresivas norteamericanas a lo largo del este de Rusia. Tampoco mencionaron otra cuestión fundamental: poco después de detectar el vuelo KAL 007, el radar soviético había reconocido un avión de reconocimiento RC-135 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, un Boeing 707 reconvertido, al este de Kamchatka, husmeando pruebas misilísticas soviéticas. Reagan conoció los hechos a través del habitual informe diario del director de la CIA Casey, quien le dijo que “pudo haberse generado una confusión entre el avión de reconocimiento de los EEUU y el avión de KAL al aproximarse al área noreste de la Península de Kamchatka. En sus memorias, publicadas en 1996, Robert Gates deja en claro que la mayoría de los análisis de la CIA y de la Agencia de Inteligencia para la Defensa sospechan que los soviéticos en tierra confundieron el avión. Esa conclusión fue confirmada una década más tarde cuando el presidente Boris Yeltsin entregó a la Organización para la Aviación Civil Internacional de las Naciones Unidas las transcripciones de la caja negra del vuelo KAL 007, recogidas por los soviéticos poco después del derribo del avión”.
Inmediatamente después de conocerse la noticia del ataque al avión surcoreano, el presidente de los EEUU, Ronald Reagan, realizó una fuerte condena a la Unión Soviética. Las relaciones entre las dos superpotencias atravesaban entonces un período de alta agitación: el 8 de marzo de ese año 1983, Reagan había calificado a la URSS como “un imperio del mal”. En un retorno a los tiempos conflictivos de la guerra fría, y suspendiendo la política de entendimientos progresivos practicados entre norteamericanos y soviéticos durante la década del 70 (detente), el presidente Reagan impulsó durante su primer mandato (1981-85) un programa de aumento desmedido del armamento misilístico impulsando su estrategía de “Guerra de las Galaxias” con el fin de obligar a la Unión Soviética a redoblar el esfuerzo económico interno para mantener o intentar mantener la paridad militar entre las dos superpotencias.
Estados Unidos ingresará entonces en un período de gran endeudamiento interno llevando el déficit fiscal a niveles récord pero consigue el objetivo estratégico de “ahogar” a la economía soviética y provoca la aceleración de la caída del socialismo real y la disolución del imperio soviético.