Por: Martín Simonetta
El miedo a perder el trabajo es nuevamente el tema económico que más preocupa a los argentinos, según la consultora Management & Fit, superando incluso a la inflación. También Manpower señala que las expectativas para el inicio del 2015 no son optimistas y que ocho de cada diez empresas no prevén contratar más personal durante el primer trimestre. En el mismo sentido, los estudios sobre expectativas de la Universidad Di Tella muestran una caída interanual del índice de confianza del consumidor del 12,5% (noviembre 2014-noviembre 2013).
Los números expresan con claridad algo que quienes habitamos la Argentina vivimos en carne propia: los temores y expectativas ante una marcada caída en el nivel de actividad, cercana a 1,5% para el año que termina y algo superior según las proyecciones del FMI. A pesar de la elocuencia de los números, desde el gobierno no parece reconocerse la gravedad de la situación y, en consecuencia, no se aplican medidas para corregirla.
Del “efecto euforia” al “bajón”
El incremento desmesurado del gasto público consolidado -que se ha multiplicado por once a lo largo de la última década– y la creciente necesidad de financiamiento a través del impuesto inflacionario es, sin dudas, una de las principales causas de las crisis fiscales que suele enfrentar la Argentina. Este comportamiento es comparable por la temporalidad de sus costos-beneficios con otras conductas adictivas que aquejan al ser humano.
Tal como en el caso del alcoholismo, en una primera etapa puede generar un efecto “euforia”, vislumbrable por ejemplo en la “alegría consumista” en las primeras instancias del incremento del gasto público. Pero en una segunda fase resulta inevitable enfrentar al llamado “bajón”, característico del “día después” al exceso. Desde la psicología se habla de la respuesta bifásica al alcohol, en la que –en la escala de emociones- una mayor ingesta genera un efecto emocional artificialmente positivo en una primera fase (euforia), para luego comenzar a decrecer llegando a una situación de depresión (disforia).
Como en el caso del alcoholismo, el adictivo comportamiento de crecimiento del gasto público y financiamiento inflacionario genera una enroscada situación de nacimiento y consolidación de intereses de la cual resulta, luego, muy difícil escapar. Suelen ser las profundas crisis derivadas, las que hacen el trabajo sucio de patear el tablero, repartiendo y dando de nuevo. Y así sucesivamente. Ya conocemos bastante el resto de la historia.