Por: Martín Simonetta
Las pedradas de los taxistas porteños sobre las personas que se capacitaban para ser choferes de Uber son un símbolo de la tensión existente ante el funcionamiento de este innovador sistema en la Argentina. Al implementarse, nuestro país se sumaría a las sesenta y tres naciones y cuatrocientas ciudades en las que la firma opera.
No es el primer ni el último caso en que la evolución tecnológica desafía las prácticas tradicionales. Esta simple plataforma virtual —que a través de su app permite el contacto y contrato directo entre personas que desean ser transportadas y otras que ofrecen el servicio de transporte— revoluciona el mundo del transporte a través de la simplificación y la reducción de los costos de transacción a partir de las actuales herramientas virtuales.
Competencia desleal
Los taxistas indignados acusan a Uber —que en su primera convocatoria atrajo a más de siete mil conductores— de operar como competidor desleal, que a través de esta práctica afectará negativamente su negocio de transporte de pasajeros. La competencia parece doler ante una eventual apertura del mercado de transporte, cosa que se definirá en las próximas horas al evaluarse la compatibilidad de este nuevo negocio con la legislación existente. Tal como los gremios de la Edad Media, quienes gozan del permiso para operar en el mercado —las costosas licencias— desean impedir que nuevos jugadores ingresen a su cerrado mercado. Ya ven con malos ojos a los remises, que ofrecen servicios similares sin las autorizaciones legales. El avispero se revuelve a partir de la aparición de Uber.
Este tipo de innovaciones, conflictos e intentos de mantener mercados cerrados se repite cíclicamente a lo largo de la historia de la humanidad. Durante la Edad Media, los permisos para operar en determinadas áreas o actividades eran otorgados por poderosos reyes o señores feudales a los gremios que compartían con ellos un estático poder. Pero la Revolución Industrial, generada a partir de emprendedores que escapaban a ciudades libres donde ejercer sus negocios sin restricciones, jaqueó la inercia de tal sistema. La competencia los sacudió y diluyó aquella zona de confort. Joseph Schumpeter se refirió extensamente al proceso de destrucción creativa que reemplaza viejas formas productivas y comerciales por otras nuevas más eficientes.
El caso de Uber es apenas un ejemplo más en los que la actual revolución tecnológica posibilita que los humanos hagamos transacciones de forma más eficiente, al liberar recursos para asignar a otras necesidades de la sociedad. Las quejas de las organizaciones de taxistas evidencian la molestia que les genera la apertura de un mercado cuya rentabilidad se basaría en las restricciones a la competencia —de mantenerse— y no en ser la mejor opción para los ciudadanos-consumidores.