Por: Martín Simonetta
¿Hace falta decir que muchas de las políticas económicas de la Argentina van a contrapelo del mundo? Las vinculadas al comercio internacional no son la excepción.
Mientras que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial los países de Occidente han reducido las trabas al comercio exterior, Argentina en los últimos años las ha acrecentado. En este contexto, el comercio mundial ha crecido a un ritmo mucho mayor al de la producción de lo países, siendo uno de los aspectos claves del proceso llamado “globalización” o “mundialización” (mondialisation), expresión, esta última, utilizada en francés y que da una idea más acaba de la profundidad de la dinámica.
En los últimos días, la Organización Mundial del Comercio (OMC) (World Trade Organization, WTO) ha emitido un fallo por el cual -antes de fin de año- la Argentina deberá eliminar restricciones que limitan fuertemente el acceso de productos del mundo al país. Entre ellas, las declaraciones juradas anticipadas de importación (DJAI), nacidas en enero del 2012. Esta iniciativa tuvo que ver con la acción de los denunciantes -Estados Unidos, Japón y la Unión Europea- ante la OMC, aludiendo que Argentina incumple con el artículo XI del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio).
¿Qué son las DJAI? Son instrumentos burocráticos cuya meta es señalar qué es lo que se puede importar al mercado argentino y qué no. Imaginemos la maraña de procedimientos y prácticas que este tipo de normas alientan. Reemplazaron a las licencias no automáticas de importación, establecidas en la época en que Guillermo Moreno era secretario de Comercio. El resultado de estas medidas: una caída interanual cercana al 15 % de las importaciones, pero también de las exportaciones. Esta medida ha intentado -a través de la “administración del comercio”- restringir el acceso de productos del mundo al mercado argentino.
La cuestión cambiaria agrega un factor clave a la necesidad de aplicar este tipo de medidas. La tensión generada por un tipo de cambio oficial que se incrementa a ritmo lento, mientras la inflación lo hace con mayor rapidez asfixia a los sectores productivos. La consecuencia es que los bienes importados se abaratan artificialmente comparados con los nacionales, asfixiando la competitividad de los productos nacionales.
Esto sin tener en cuenta otros efectos laterales de este tipo de medidas como lo es la pérdida de mercados por parte de las empresas que no pueden contar en tiempo y forma, y de manera previsible, con los insumos necesarios para exportar sus bienes a mercados mundiales. En un mundo en el cual, los tiempos de los negocios son cada vez más precisos, el cumplimiento y la previsibilidad son fundamentales.
La eventual eliminación de las DJAI no implica necesariamente la apertura de la Argentina al comercio internacional, sino que es posible que estas medidas sean sustituidas por otras barreras técnicas que restrinjan el acceso de los productos considerados “sensibles” en el mercado argentino. Los próximos pasos -que determinarán si el país continúa de espaldas o se integra al mundo- los deberá dar el próximo gobierno.