Por: Martín Yeza
Quienes nos sentimos y pensamos peronistas sabemos que al menos una vez por mes debemos leer el Manual de conducción política y “las 20 verdades”, el Padre Nuestro peronista -y no “la marcha” como se cree o tiende a hacer creer-.
Hay algo apasionante en el peronismo que es el legado de Juan Perón respecto de la doctrina para la organización política y los mecanismos de formación de cuadros políticos; no sobran los casos en la política latinoamericana.
Nuestro imaginario cultural está repleto de frases vinculadas al peronismo, como “el que pierde va a la fila”, una frase que Perón decoró con el ejemplo de Epaminodas, un general romano quien, luego de triunfar en varias batallas, un día pierde y lo envían a limpiar los pisos de grandes palacios: “Nunca brilló tanto el piso”. No existe otro privilegio más importante que el de ser trabajador, así como de ser parte de algo mucho más importante que uno mismo, ocupando cada uno el lugar que le toca, sabiendo que con esfuerzo se progresa.
Asimismo, Perón toma una metáfora de Napoleón Bonaparte para definir los distintos perfiles que deben componer una organización política: la imagen de un cuadrado perfecto, en el que su base/ancho son los valores morales y la altura/lados son los valores intelectuales. El cuadrado perfecto, en el que altura y base coinciden, dan un líder o conductor; si la base es más ancha que la altura resulta un perfecto militante de base; y la representación de los técnicos e intelectuales se da cuando la altura es superior a la base.
Habemos peronistas en casi todos los espacios políticos de la Argentina. Incluso hay peronistas en el radicalismo. Nos hicimos depositarios del mito de que “sin peronistas no hay gobernabilidad”, una forma amable de decir que “los peronistas si no están en el poder te voltean”. Hay que terminar de a poco con este tipo de formas “amables”.
El peronismo post-Perón tuvo un momento de tensión en aquella histórica batalla que se dio entre Cafiero y Menem -“La renovación” vs “El peronismo histórico”- en la que triunfó el peronismo histórico o mal llamado “ortodoxo”- mal llamado porque el peronismo es heterodoxo por definición-. En aquella contienda se planteó básicamente si el peronismo se iba a “modernizar” o mantener con las líneas históricas. Se mantuvieron las líneas históricas en lo estético, no tanto en lo programático.
El peronismo es un movimiento que surge con una misión construida por poetas como Leopoldo Marechal, pensadores del campo popular como Arturo Jauretche e intelectuales como Arturo Sampay. El propio Perón era un intelectual, estudioso de la historia y la filosofía.
En los últimos 20 años al menos, se ha generado un cliché que debe ser destrozado: que el peronista debe ser irreflexivo y obediente, un apologista de la ignorancia, un orgulloso de la repetición e incondicionalidad.
Enriquecer la discusión política y fomentar el crecimiento intelectual de los “militantes de base” siempre es un desafío que no ha logrado ser suplido por las famosas “escuelas de dirigentes”.
Hoy se necesita más un apego por la ecuanimidad y la universalidad; el peronismo ha sido gobierno y protagonista de gran parte de los últimos 30 años, y sin embargo no ha sabido mejorar el sistema educativo para la movilidad social, así como tampoco supo cómo aumentar la justicia social mediante el trabajo por sobre la asistencia social.
En un momento histórico determinado Juan Domingo Perón fue el factor que posibilitó la ecuación para iniciar un proceso serio de inclusión. Innovador y revolucionario para la época. Incomprensible para los europeos y teóricos domésticos con visiones europeizantes.
Perón supo ser un hombre de su tiempo y quienes compartimos una pertenencia cultural al movimiento que supo ser el peronismo debemos entender que también debemos ser hombres y mujeres de nuestro tiempo. Militantes del presente y el porvenir.
Estamos en un momento histórico impresionante en el que hay una generación que nace, se cría y se desarrolla en la marginalidad. Una marginalidad que no se soluciona con un combo de planes sociales. Es un deber y un mandato hacernos cargo de solucionar esto estemos donde estemos.
No podemos seguir anclados en una visión de mundo que tuvo sentido en su momento. A Perón no lo hace más o menos grande que su visión del mundo en el ’45 siga vigente en 2013. La grandeza de Perón estará en que quienes sentimos las 20 verdades peronistas entendamos cuáles son las mejores herramientas en el siglo XXI para poder realizarlas.
O como escribió Marechal: “¿Saben ustedes que durante una tormenta el león da la cara al viento para que su pelambre no se desordene? Yo hago lo mismo: doy la cara a todos los problemas: es la mejor manera de permanecer peinado.”