Por: Martín Yeza
En su libro Biblioteca personal (Prólogos), Borges presenta de manera lúdica una serie de libros que lo han definido, tal vez, como escritor. Entre ellos figura el de John William Dunne, un ingeniero aeronáutico, escéptico, quien por motivos científicos decide adentrarse en el mundo de los sueños y comprenderlos a través del método científico. Una de las cosas que más lo desvela es cómo los sueños se despojan del tiempo. No hay pasado, presente ni futuro en ellos. Se configura así entonces una “modesta eternidad personal” que pone al hombre en la posición divina de poder crear y destruir mundos. Soñar, imaginar.
Con un sentido más poético en lo vivencial, hay una tribu aborigen australiana “Anangu” que basa una parte de su vida cultural y religiosa alrededor del sueño por motivos similares a los de Dunne -que en el sueño el tiempo no existe-, así entonces pueden ver el pasado, el presente y el futuro en una sola imagen.
Me pareció un ejercicio interesantísimo intentar trasladarlo a algo más ostensible como el pensarnos en distintas hipótesis. Por ejemplo, el domingo 24 en Plaza de Mayo había un escenario en el que un grupo de militantes denominado “Juventud kirchnerista de izquierda” proponía “descolgar cuadros” de periodistas y políticos no kirchneristas. En internet circulan imágenes de chicos de 5, 6 años bajando el cuadro de Jorge Lanata o Mirtha Legrand (¡Mirtha Legrand!) como si fuera Néstor Kirchner descolgando el de Videla. Violento, insensible, cínico, peligroso.
Independientemente de indagar sobre si estuvo digitado desde una estrategia general de puesta en escena o fue simplemente el impulso de un grupo de militantes (no sé cual de las dos sería más grave), me pareció interesante plantear un juego: viajar 40 años en el pasado y 40 en el futuro.
Hace 40 años la pobreza era de entre el 4 y 7%. Con la dictadura militar se disparó al 25%. En 1989 trepó al 45% y en el 2002 tuvo un pico del 57% y hoy, 2013 se sabe/piensa que con $5.50 por día no se es pobre, así entonces no sabemos a ciencia cierta el estado real de la pobreza. En cuarenta años, ¿vamos a estar mejor o peor?
El sistema de valores y la visión de mundo que se poseía en 1973 ¿es la misma que tenemos hoy? Hay otra postal de la marcha del 24 de Marzo que es la bandera de Montoneros. En 2053 ¿va a seguir existiendo Montoneros?
El ejercicio de imaginar y plantearse estas hipótesis en apariencia, tal vez, inconexas es muy simple: si creemos que en 2053 la pobreza no va a existir es una cosa sobre la que debemos poner toda la voluntad política para que suceda, porque no va a realizarse mágicamente. Si creemos que Montoneros es un invento que resurgió por un rato y dura hasta 2015, entonces estamos malgastando energía en pensar alrededor de una serie de distracciones mentales que se nos oponen en el presente.
No soy un amigo de los libros de autoayuda pero sí creo que hay algo fundamental en el progreso y es la voluntad de creer de que se puede estar mejor. El “presentismo” absoluto dentro de la lógica de los populismos nos está exterminando la posibilidad de planificar y pensarnos idealmente como sociedad, lo cual implica que además no podamos pensarnos alrededor de la realidad tampoco.
Hoy es más fácil sentir los valores de una generación que no conocimos y pertenece al pasado que sentir los valores de una generación que tampoco conocemos y pertenece al futuro.
Hay, por último, una parte importantísima del ejercicio: pensarnos en el presente en función de esta imagen estática que une los tiempos. Pensar sobre dónde encontramos la libertad, la felicidad, la tranquilidad, el ánimo de vivir y progresar. Reflexionar sobre la vida en comunidad, nuestra vida individual y luego todas esas cosas que a veces los Estados plantean como una cuestión con la que si no se está de acuerdo se comete un pecado y nos pone en un lugar en el que debemos ser “descolgados” por niños de 5 y 6 años como si fuéramos represores y asesinos. Tener que estar explicando todo lo que decimos todo el tiempo porque no se ajusta a los cánones de lo que desde el Gobierno te dicen que está bien o mal.
A veces cuando la realidad no nos deja mucha salida, hay que recurrir a la imaginación. Paul Groussac en El viaje intelectual se sorprendía de lo extraño que resultaba que nuestra mente emerja cada día del insensato mundo de los sueños y recobre una relativa cordura. A mí me pasa al revés, me resulta milagroso que nuestra mente emerja del insensato mundo de la realidad y no quiera quedarse en la “modesta eternidad de los sueños”. Quizás el truco pase por aprovechar este milagro, tal vez valga la pena intentarlo.