Por: Martín Yeza
En el bello poema “The winding stairs”, William Yeats pregunta a su alma por qué la imaginación del hombre lo lleva a que sus principales recuerdos estén basados en el amor y la guerra -como símbolo del odio-. Este 25 de mayo se cumplirán 10 años de kirchnerismo, un libro gordo en la biblioteca de la historia de nuestro país que debe ser sometido al prisma de la perspectiva, cuestión que implica entender que así como tuvo un principio tendrá un final.
El kirchnerismo deja un legado en el que el poder del Estado y el rol de los partidos políticos se confunden. En el día de ayer Andrés “Cuervo” Larroque, líder de La Cámpora, afirmó que ésta ha sido una década ganada para el pueblo argentino y se entusiasmó con la posibilidad de una década más en el poder. Ya lo quisiera. También dijo que quienes odiamos contribuiríamos al debate público si utilizáramos mecanismos democráticos, sugiriendo que no lo hacemos.
Estamos parados frente a un Gobierno que sostiene que tenemos menos pobres y menos desempleo, porcentualmente, que Suecia al tener un 5,4% de pobreza y casi un 7% de desempleo, pero cuando se le pregunta al ministro de Economía por la inflación se quiere ir de una entrevista. Esto en apariencia significa que mienten y que es una mentira que no nos afecta. Ahí hay una trampa.
Desarrollaron un lenguaje y una ética propia. Han producido un esquema de mecanismos perversos, cínicos, en el que enfrentan a pobres contra pobres en la cotidianeidad y a su vez han creado un subsistema de enfrentamiento perverso, al que hay que empezar a observar con mayor detenimiento, entre trabajadores y no trabajadores. Se llegó a decir que la corrupción si es realizada por un Gobierno popular no es tan grave como si la realiza un gobierno liberal –sic-.
El Gobierno ha avanzado sobre algunas libertades trabajadas de manera muy sofisticada mediante el dominio general de los medios de comunicación. Han trabajado sobre la libertad de pensamiento y expresión al limitar de un modo pasivo y violento las formas en que es correcto pensar y en las que no.
Hay algunos opositores que han caído en la trampa de creer que es un deber crear un contrarrelato, o un relato propio. Que las épicas inventadas son necesarias. Que para ganarle al perverso hay que actuar como el perverso.
Han avanzado sobre la Justicia, sobre los medios de comunicación, dinamitado el progreso de los más vulnerables, engendrado bronca en los trabajadores, organizado una estructura política con fondos estatales, confeccionado una red de corrupción estatal tan enorme como nunca ha visto la historia de nuestro país. También nos hacen pensar que todo lo anterior no es importante, que la democracia es votar y esperar a ganar o perder. Que el que gana festeja y el que pierde se jode. Que la libertad es un bien de los ricos, que la igualdad es que el Estado pase fútbol gratis en la televisión.
Recuerdo en una película, dos hombres estaban en una vereda aburridos y aparece una mujer, que de lejos parecía bellísima y de cerca no tanto, la comparan con un cuadro de Monet, de lejos bello, y de cerca sólo interesante para quienes están compenetrados con el arte. Con el kirchnerismo es lo mismo, construyeron espejismos que por momentos parecen ideología. Cómo lo han construido es una tarea ociosa, ahora lo importante es desmantelarlo y para ello no es importante saber cómo lo lograron.
Esto exige pensar sobre el lugar que se debe ocupar serena y tranquilamente desde los espacios políticos que aspiramos a ser mejores porque entendemos que esto es necesario.
La política y el rol del Estado no deben traducir emociones que pueden detentar las personas. Por más que no te guste lo que dice un dirigente político no se puede enviar a que la AFIP lo persiga –parece mentira tener que aclarar esto-. Si alguien dice algo con lo que no estás de acuerdo no hay motivo por el cual deban armarse programas de edición para ridiculizarlos. Reconocerse falible, desnudarse frente a una sociedad que nos ve de una manera cada vez más rara porque a veces cree que somos todos lo mismo y lo mismo es malo. Que para eso se quedan con el malo conocido. Decir la verdad.
No tengo fundamentos científicos, pero creo en la sabiduría que hay en la frase que advierte que uno termina pareciéndose a su enemigo. No hay que parecerse en nada al kirchnerismo. Hay que despojarse de la idea de que son el adversario, el enemigo, son otra cosa. Son importantes: la suavidad y la épica que genera la armonía producida cuando las cosas funcionan por haber trabajado para que pasen cosas buenas. También el cariño y la reflexión. Un líder abierto a esto, al que se le pueda preguntar por tal o cual cosa. Que no te rete ni someta a su sufrimiento y oscuridad, que pida disculpas si se equivoca, con el corazón.
El peor castigo que se le puede propinar al kirchnerismo no es no votarlo. El peor castigo que se le puede propinar al kirchnerismo es no sentir nada al verlos actuar, ni odio, ni amor, ni bronca, nada. Indiferencia con memoria y un poco de paciencia. No votarlos viene solo.
Krishnamurti dice: “No se comprende primero y luego se actúa. Cuando comprendemos, esa comprensión absoluta es la acción”. Aunque al Cuervo Larroque no le guste, al kirchnerismo le quedan sólo dos años.