Por: Martín Yeza
La administración del Gobierno Nacional, por acción u omisión, inició el camino hacia un modelo político basado en la descentralización de la toma de decisiones. Esta descentralización de la toma de decisiones comenzó con un empoderamiento de la figura del jefe de Gabinete de Ministros, que ahora se encuentra relativizada por las recientes actuaciones del ministro de Economía, Axel Kicillof.
El empoderamiento real del jefe de Gabinete de Ministros hubiera permitido la construcción de una experimentación democrática, postergada por el kirchnerismo, respecto a la atenuación de las responsabilidades cotidianas del Presidente, cuestión que hoy sólo es por título, tal como sucedió con todos sus antecesores. Capitanich así se enfrenta a una encrucijada similar a la de Daniel Scioli: pocos creen que está de acuerdo con lo que debe defender, pero así y todo lo hace. Para alguno esto puede ser una virtud o un defecto según se entienda que esta actitud es responsable -sabiendo que dan batallas internas que luego pierden- o simplemente hipócrita.
Este ensayo deja como saldo la experimentación democrática de la atenuación del hiperpresidencialismo pero en una versión extraña. Es muy reciente para analizar si esto es positivo o negativo dentro de la agenda del kirchnerismo, pero sí permite analizar las posibilidades que se abren respecto al rol que puede ocupar la figura presidencial en el esquema gubernamental.
En cuanto a Axel Kiciloff, Néstor Kirchner decía que cuando un país es administrado por las corporaciones, el ministro de Economía se convierte en una figura relevante. Para complementar esta aseveración del ex presidente Kirchner podría decirse que en nuestro país en particular se puede observar que gobierna una facción enemiga de los intereses nacionales cuando la administración política de los Ministerios de Industria y Agricultura es irrelevante.
Este escenario muestra claramente una dimensión infantil de la administración del poder y de la gestión. Le da a uno y le saca al otro según el momento. Esto a su vez exhibe, por la personalidad de la Presidente, que su desaparición de la escena pública implica que sus problemas de salud persisten. Asistimos a la interna de cara a 2015 en que el kirchnerismo y el PJ se van a disputar las riendas del poder para definir las posibilidades de subsistir con el control del Gobierno y el futuro o bien desgastarse para que surja una alternativa.
Hay algo muy seguro, tanto el Gobierno como el PJ perdieron el eje. Puede sonar inocente pero el peronismo fue revolucionario y poderoso toda vez que se pensó como una fuerza profundamente transformadora para el progreso de los trabajadores y se convirtió en reaccionaria y sectaria toda vez que se pensó para sobrevivir en el poder.
No escapa a esta lógica el radicalismo como fuerza nacional, hoy cooptado conceptualmente por el socialismo santafesino, siendo que al igual que el peronismo se encuentra vacío de contenido y de valores. Argentina atraviesa una época de profunda crisis en sus partidos políticos. No faltan los que dicen que “las sociedades tienen los gobiernos que se merecen”, pero éste es un facilismo que termina dañando la noción democrática de la representación y construyendo en el imaginario colectivo una atmósfera de tolerancia al mal gobierno.
No es casual que el papa Francisco obsequie a cada presidente que lo visita el Documento de Aparecida, documento de la Iglesia donde se advierte sobre el peligro del egoísmo, la individualidad, la influencia de las corporaciones internacionales, del narcotráfico y su vínculo con la política y del ejercicio de la política sin principios ni valores. Tampoco es casual que haya recibido a algunos políticos y a otros no.
En el Documento de Aparecida figuran muchas de las claves políticas para entender la inevitable influencia que el Papa tendrá en el mediano plazo en la política Argentina, no porque ahora sea poderoso y pueda hacer lo que quiere sino más bien porque es necesario y su propuesta es por demás sensata, es una verdadera propuesta política, de valores y principios, para el progreso, la transformación y la vida en sociedad.
Si este Documento no es leído por ningún presidente debería ser leído por cualquiera que quiera serlo mientras el PJ y el kirchnerismo están “en la chiquita”.