Por: Mónica Gutiérrez
“El día después fue hoy” dijo un Héctor Recalde exultante tras escuchar hablar durante una hora veinte minutos a la ex presidente Cristina Kirchner.
El acto fue multitudinario. Una suerte de “déjà vu” de la “década ganada”.
No hubo cadena nacional. Tampoco hizo falta.
Desde anoche los medios ( todos los medios) estaban apostados en las inmediaciones de Tribunales para cubrir la vigilia del que sería “un día muy K”.
“No fue magia”. Bonadío lo hizo.
La indagatoria bajo el cargo de “administración fraudulenta” por el tema de la venta del dólar a futuro devino en triunfal regreso de CFK a la escena política y encendido revival del relato.
La logística la pusieron “los pibes para la liberación” que, con el chaleco de La Cámpora, no sólo manejaban la calle sino que administraban los ingresos a los corralitos de Comodoro Py. Una suerte de zona liberada.
La Federal la miraba por TV. La soberbia enchalecada imponía su orden.
Otra vez el país a pantalla partida.
Mientras Víctor Hugo Morales bajaba línea sin respirar y sin soplar desde la pantalla de C5N, Mercedes Ninci, cronista de Radio Mitre, era literalmente arrastrada hacia afuera del vallado por una brigada de militantes que, a esa altura, ya habían asumido como propio el control de la vereda.
Todo en vivo y en directo.
El edificio en el que habitan los jueces federales estaba literalmente copado por militantes. En el último piso flameaba una bandera de “la corriente” y en las ventanas de cuarto se veía a gente arengando la multitud.
No menos de cincuenta personas activaban en los pasillos, frente al despacho en el que se debía declarar Cristina, se supo un rato después.
Otro tema fue la escalinata del acceso principal. Allí buena parte de la dirigencia ultra K posaba para una suerte de “foto de familia” aguardando el arribo de la Jefa. Nadie se quería perder la selfie.
El paso por ante Claudio Bonadío fue brevísimo. Le presentó un escrito mientras lo posteaba a Facebook.
Luego CFK se montó en el escenario para arrojar munición gruesa. Esta vez no bailó.
“El pasado nos ha atrapado nuevamente” sentenció.
Tras acusar al juez de plantar una causa para meterla presa cargó contra todos y todas.
Vapuleó a los jueces, descalificó a la Corte, fustigó a los legisladores de todas las fuerzas, incluídos los propios y degradó a más no poder al Presidente de la Nación.
Y obviamente también denigró a periodistas y comunicadores al enmarcar todo en lo que definió como una “maquinaria comunicacional para tapar”.
Magnánima, llamó a unirse y comprender y perdonar a los que votaron a Macri.
“ Una fiesta, loco” definió Dady Brieva lo vivido este mediodía cuando un cronista se acercó a preguntarle.
Un poco más preciso Guillermo Moreno dijo que lo que se pretende enfrentar es “el gobierno brutal de la oligarquía. Mil familias”.
Un verdadero homenaje a la voluntad popular expresada en las urnas.
Así definió a la gestión de un Presidente que fue elegido hace unos pocos meses, luego de un largo y compartido proceso electoral del que también participó el FpV, expresión política de todo lo K.
Cristina Kirchner se comparó con Perón e Yrigoyen.
Se declaró perseguida por encarnar un movimiento político nacional y popular.
Y volvió a ubicarse en el centro de la escena como la encarnación de la unión, el amor y la felicidad para el pueblo argentino.
Nada que no fuera esperable.
También llamó a conformar un frente ciudadano por fuera de los partidos políticos.
Reivindicó a Milagro Sala pero no hizo mención alguna a Lázaro, ni a Jaime, a Boudou ni a ninguno de los altos funcionarios de su gobierno imputados y/o procesados.
De eso no se habla.
Tampoco del Partido Justicialista, la fuerza política a la que se supone pertenece y que hoy lucha por sobrevivir a la derrota electoral de la que CFK fue partera.
No se fatiguen juntando pruebas y papelitos, no se ilusionen con videos y constataciones.
Nada logrará penetrar la lógica de un discurso sellado a cal y canto.
Si algo quedó claro, después de este día, es que el relato, no sólo está vivo, sino que goza de buena salud. Y Cristina volvió para reforzarlo.
No intenten correrlos de la calle con la Constitución en la mano.
Nada que tenga que ver con las sacrosantas lógicas de la democracia los moverá de ese lugar.
No es el idioma que el kirchnerismo puro y duro conoce.
La mística K, pretendidamente revolucionaria, está intacta y es hermética.
Vinieron por todo y no parecen dispuestos a irse.
Y dentro de esa lógica, “el fin justifica los medios”. Aún aquellos recursos que transgreden la legalidad.