Por: Muriel Balbi
El domingo pasado Chile celebró elecciones presidenciales y parlamentarias. A pesar de la amplia ventaja que sacó Michelle Bachelet, no le alcanzó para ganar en primera vuelta y ahora habrá que esperar hasta el 15 de diciembre cuando, en el ballotage, se elija a la futura “presidenta” del país trasandino.
Sin embargo, algunos aspectos ya quedaron definidos este 17 de noviembre y uno de ellos tiene que ver con lo que es una de las notas distintivas del nuevo ciclo político que se abre a partir del 11 de marzo de 2014, cuando asuman las nuevas autoridades. A saber, la incorporación formal a la arena política chilena de aquellos jóvenes que lideraron las marchas estudiantiles que, desde 2011, pusieron en jaque al gobierno de Sebastián Piñera.
Camila Vallejo, Gabriel Boric (ambos ex presidentes de la influyente Federación de Estudiantes Universitarios de Chile), Giorgio Jackson (ex presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica) y Karol Cariola (ex dirigente de la Universidad de Concepción) obtuvieron la cantidad de votos necesarios para representar a sus comunas en el congreso para, como sostuvo Vallejos, “poder cambiar a las instituciones democráticas desde adentro” y no sólo en lo que hace a la reforma educativa, sino también en lo que respecta al modelo económico, la sanidad y las pensiones, entre otros.
¿Cuáles son algunas de las particularidades de esta juventud que trae sangre nueva a la política chilena?
En primer lugar, es que son realmente jóvenes. En nuestro país, cuando hablamos de jóvenes políticos (ya sea de La Campóra, del PRO o de otros partidos) nos referimos a personas que rondan los 40 años de edad. En cambio, en Chile, estos nuevos dirigentes tienen más de veinte pero menos de treinta. Son los jóvenes que estaban en la universidad en 2011 pero que ya vienen de debutar políticamente en 2006 en la llamada “revolución de los pingüinos” en la que un grupo de estudiantes secundarios hizo llegar sus reclamos a la entonces presidente Michelle Bachelet.
Por otra parte, llegan al Congreso con peso político propio. Giorgio Jackson conformó un partido político propio llamado “revolución democrática”. Pero hasta en el caso de Camila Vallejo, que decidió integrarse al Partido Comunista, se trata de figuras que llegan a la contienda política por sí mismos y no bajo el ala o la promoción de un partido político que les haga de trampolín.
Otro aspecto para destacar es que su lucha, lograr marcar la agenda, incorporando de lleno a la discusión política y social los reclamos en materia de educación, que pasaron a ser un tema imposible de ignorar de cara al nuevo ciclo.
Por último, es también de destacar la adhesión que lograron en el resto de la sociedad. Más allá de algunas críticas aisladas y concretas, miles de personas que se encuentran endeudados, por años, para afrontar lo que es uno de los sistemas educativos más caros del mundo, se vieron incluidos en el reclamo. Por otra parte, la originalidad y la forma de encarar las protestas (salvo algunas excepciones de hechos de violencia) lograron despertar empatía en el grueso de la sociedad civil.
Al punto que, según una encuesta del Centro de Estudios Públicos de Chile, el de los estudiantes es un sector que goza de fuerte credibilidad entre los ciudadanos, por encima del gobierno, del congreso y de los partidos políticos.
Pero también existe cierto escepticismo por ejemplos del pasado, de jóvenes, tanto de derecha como de izquierda, que terminaron siendo grandes frustraciones. Solo el tiempo dirá si esta nueva camada logra llevar a la vida política chilena los cambios y el compromiso que demostraron en sus militancias estudiantiles.