Por: Nicolás Albertoni
Entre la incertidumbre y la expectativa se cierra un año marcado por grandes cambios en la economía internacional. Más allá de todo lo que se dijo sobre el 2012, si hay algo cierto es que el mundo tal como lo conocíamos hasta el momento ha cambiado y los actores económicos protagónicos ya dejan de ser los mismos. En este sentido, bien se podría empezar a hablar del final de un proceso histórico de la económica mundial.
América Latina no es para nada ajena a este cambio de eje que presenta la nueva geografía económica. Las transformaciones que implica el traspaso del núcleo del comercio internacional del Océano Atlántico al Océano Pacífico solo serían comparables con los que se dieron en el siglo XVI cuando el cambio de eje fue del Mediterráneo al Atlántico. Quizá por contemporáneos a estas transformaciones no nos demos cuenta de su real implicancia histórica. Los datos hablar por sí solos; según la Cepal, para 2014 el comercio Sur-Sur será mayor al flujo Norte-Norte.
Ante este nuevo escenario, el análisis ahora pasa más bien por ver si la región se encuentra preparada para enfrentar estos desafíos que tiene por delante. Porque a América Latina, ya consolidada como región emergente, aún le queda por resolver varios problemas si quiere avanzar un paso más y caminar hacia el desarrollo.
Entre los principales desafíos a enfrentar se encuentran los elevados índices de desigualdad y pobreza, el incremento de la productividad y la diversificación de las economías. Las cifras al cierre de este año muestran que de 18 países analizados por la cepal, el 32% de los ingresos totales se concentran en un 10% de la población, mientras que un 15% de la riqueza se reparte entre el 40% de la población más pobre. El número de ciudadanos que viven en la pobreza extrema en la región es de 66 millones.
Asimismo, las estimaciones de crecimiento económico para 2013 –después de varios ajustes– parecen auspiciosas, pudiendo encontrarse en torno al 3,8%, coincidente con otros informes como el de la agencia de calificación Fitch, que estima un crecimiento de la economía regional del 3,7% en 2013. Este porcentaje se respalda en la medida que la región cuente con un mayor dinamismo de la demanda doméstica, y una mayor promoción de políticas financieras sólidas y estabilidad macroeconómica.
Un factor fundamental para que se concrete el crecimiento estimado para la región es la fortaleza que tengan sus economías mayores. En el caso de Brasil, si bien este año cerrará con un crecimiento aproximado del 1,6%, se prevé que 2013 encuentre un mejor desempeño, con una expansión superior al 3%. México, por su parte, ha crecido un 2,1%, porcentaje sobre el cual jugó un papel central la crisis de Estados Unidos y la posible expansión para el año que viene también dependerán mucho del comportamiento de la economía norteamericana.
Otro de los desafíos pasa por la revisión de los planes de desarrollo económico existentes. Más allá de que todos los países no tienen por qué tener la misma estrategia, la disparidad de modelos que tiene la región en este sentido tarde o temprano le podría costar caro. Al cierre de este año y proyectando el que se inicia, se vuelve a repetir un tema que ya hemos resaltado en otras columna. Los que crecerán son aquellos que más abrieron sus economías durante estos últimos años. Según proyecciones Panamá, Perú y Chile serán los que más crecerán en 2013. Panamá, después de cerrar el 2012 con un 6,9% de crecimiento, en el 2013 superaría el 8%. El producto bruto interno creció en Perú un 7,1% anual en los últimos 6 años y se prevé una suba del 6% para 2013. Chile podría tener un crecimiento superior al 4% el próximo año.
Sobre la visión internacional, se ve claramente un continente dividido en dos. Oscilando entre la amplia apertura económica de algunos y la integración regional basada principalmente en una visión proteccionista del comercio de otros. Es imperioso que se comprenda a la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos como un elemento clave para atraer inversión extranjera directa y así el crecimiento económico. Esto se hace aún más evidente en una económica internacional con inversores en búsqueda de confianza.
Los desafíos también estarán puestos en temas sobre los que ya sobran propuestas y solo queda concreción, en políticas de desarrollo productivo, educación e innovación.
También la región debe seguir trabajando para disminuir los altos índices de violencia e inseguridad. América Latina, teniendo el 9% de la población mundial, tiene el 27% de los homicidios y según el Latinobarómetro 10 de los 20 países con mayores tasas de homicidios del mundo son latinoamericanos.
También están aquellos factores exógenos ante los cuales la región no debe estar más que alerta y prepararse para enfrentar sus posibles consecuencias. En este sentido, los frentes a tener en cuenta son tres: a la crisis europea que parece no encontrar su fin próximamente, la situación económica en Estados Unidos y la posible desaceleración del Asia emergente.
Sobre China varios estudios confirman una posible desaceleración para el próximo año. Si bien seguirá siendo el gran motor de la economía mundial debe tenerse en cuenta que América Latina apuesta cada vez más a este gigante, lo que hace que pequeñas variaciones en dicha economía empiecen a tener consecuencias más importantes en el mercado regional. Actualmente, el gigante asiático es el destino de más del 10% de las exportaciones latinoamericanas y el origen del 15% de sus importaciones.
La región hoy encuentra en un momento histórico para avanzar un paso más hacia el desarrollo. Para eso debe enfrentar eficientemente los desafíos que tiene por delante. Las oportunidades están dadas no sólo por un mundo en crisis que presta espacio para el crecimiento regional sino por los elevados precios de las materias primas, que deberían ser traducidos en planes de ahorros públicos contracíclicos; los que aún están lejos de implementarse en la gran mayoría de países de América Latina.
Por todo esto, el desafío central estará puesto en promover políticas domesticas que proyecten la región al largo plazo. Será muy importante seguir cuidando factores como la inflación, los desequilibrios fiscales y de las cuentas corrientes. Pero esto debe ser una apuesta de todos y nos de unos pocos.
Para mirar hacia el desarrollo tenemos que dejar de ser la región de los extremos. Donde aún conviven países (como Chile y Perú) con un superávit fiscal que ronda entre el 1,5% y 2% del PIB, con una tasa inflación estabilizada en el 3% aproximadamente; junto a otros países (como Argentina y Venezuela) con un fuerte déficit fiscal, alta inflación y escasez de reservas internacionales. Las oportunidades que hoy tiene la región podrán ser aprovechadas por todos, en la medida que las estrategias nacionales sean inteligentes y coherentes.