Por: Nicolás Pechersky
Si hay algo que no va a caracterizar al kirchnerismo cuando no sea más que un capítulo en la historia de los argentinos es su casi inexistente formación en algo más que no sea la construcción del poder por el poder mismo. Desde los sobrevaluados cuadros de La Cámpora hasta la propia presidenta hablando de la inflación en Harvard, se nota que lo que no le sobra al kirchnerismo son libros.
Pero nos animamos a decir que si bien no son grandes pensadores, sí son buenos alumnitos del General, al que le robaron un par de ideas fuerza como si fuesen máximas en 140 caracteres.
El General, tan práctico como cínico, solía decir que si no querías que se resuelva algo, simplemente había que crearle una comisión, y así fue.
Este acuerdo indefendible entre Argentina e Irán lo único que intenta es asegurar la impunidad. La impunidad de la corrupción y del encubrimiento.
No hubo una sola voz, que no se encuentre en la nómina del gobierno nacional, que haya dicho que confiaba honestamente en que esta medida tendiera a la real solución de un conflicto que no es ni más ni menos que el mayor acto terrorista en la historia de nuestro país.
El crimen de la AMIA no puede prescribir en términos jurídicos pero mucho menos puede prescribir en términos de la esencia de la justicia que es reparar el daño que se causó a las víctimas, a sus familias y a la sociedad en general. La AMIA es una señal de dolor que continúa como una cicatriz en la cara de nuestro país.
Olvidar es negociar con la impunidad.
La única solución a este conflicto es encontrar a los culpables y perseguirlos hasta las últimas consecuencias con todo el peso de la Justicia.
Pretender juzgar a un Estado con sus herramientas y bajo sus propias reglas es como pedirle a un acusado de homicidio que sentencie si fue o no el causante del delito.
Lo que nuestro canciller estrella explica es que es una oportunidad única de resolver el conflicto con la unión de las dos Justicias, la argentina y la iraní. Pretende fusionar dos sistemas que son tan distintos que el propio Código Penal iraní en Argentina sería apología del delito. Dos sistemas que no pueden convivir.
El sistema iraní institucionaliza la persecución a los homosexuales, a las mujeres y a todo aquel que piense distinto.
En Irán el Estado castiga con violencia física (latigazos o lapidación) a dos hombres que se desnuden bajo sus sábanas o que se den besos con lujuria. Condena con la pena de muerte a las lesbianas que “reincidan” en el delito de lesbianismo tres veces.
En Irán se sentencia con meses de prisión o su equivalente en latigazos a quien insulte a un líder del oficialismo.
En Irán le dibujaron en Photoshop mangas a Michelle Obama porque las mujeres no pueden mostrar los hombros.
Con esa Justicia, con ellos como juez y parte de su propio proceso, es que el kirchnerismo pretende anotarse un poroto más en su búsqueda por los derechos humanos.
La discusión del antisemitismo queda lejos de ser saldada cuando referentes y funcionarios del kirchnerismo distinguen entre argentinos-argentinos y judío-argentinos o quienes defienden regímenes que niegan el holocausto, entre ellos Irán.
El componente antisemita de nuestra sociedad se desinflama cuanto más humanos nos volvemos y cuando entendemos que todas las personas son iguales, y con esta dimensión queda expuesto lo horrible de la cara que nos muestra el kirchnerismo porque esconde de manera profesional el hecho espantoso de que murieron 85 personas explotados por una bomba dejando en la tristeza eterna a quienes los querían y dejando una ofensa contra la Argentina que no puede ser olvidada y para la que se debe buscar justicia.