Por: Nicolás Pechersky
Ni la derecha ni la izquierda son en sí progresistas, revolucionarias o conservadoras. Por definición ser progresista es buscar el progreso y ser conservador es dejar las cosas como están. Parece imposible de pensar en la Argentina de la batalla cultural anti derecha, pero si la izquierda no funciona la revolución será la derecha así como los conservadores serán los militantes de izquierda.
Hoy el concepto de “ojo por ojo diente por diente” puede atrasar, pero cuando se escribió hace casi 4000 años la Ley del Talión fue totalmente revolucionaria y progresista. En un mundo donde por robar una manzana te podían empalar o crucificar, la idea de un castigo semejante al crimen cometido fue lo más parecido al garantismo de Zaffaroni.
La derecha en sí no atrasa ni progresa, lo que le hace falta es poesía, un relato épico que la defina como lo revolucionario, lo que se viene en un país rico administrado como país pobre.
La lucha por la libertad no necesita ser únicamente el grito final de Mel Gibson en Corazón Valiente. Tampoco el capricho de niños ricos que se quejan de los impuestos y piden universidades aranceladas para tirar a la basura las bases de la vanguardia educativa que asentó Sarmiento durante la presidencia de Julio Argentino Roca.
La derecha es la propiedad privada y la libertad de hacer con ella lo que queramos. En la época en la que vivimos, eso es una revolución.
Con un relato adecuado se podría explicar que ser de derecha no es estar en contra de los pobres, sino todo lo contrario. Es modificar el sistema impositivo morboso que tenemos hoy donde se paga el mismo IVA en una villa que en Recoleta, para que paguen más los que más tienen y se termine con el curro de los planes sociales entregados por punteros a cambio de presencia en actos y votos.
No se trata de achicar el Estado al mínimo, pero sí de despojarlo de lo que no necesita. Hoy 40% de los chicos no tienen la capacidad de comprender lo que leen. Si el Estado cree que financiar al fútbol de Grondona y a los programas espantosos de ATC (la Teklevisión Pública) es más importante que la excelencia académica, definitivamente no deberían administrar nuestro dinero.
Con una estrategia bien calculada y ejecutada lograron que el estatismo inoperante y corrupto se convierta en el héroe de una lucha épica y, por el contrario, las ideas de pagar menos impuestos, de justicia independiente, de libertad de prensa y del uso libre de la propiedad privada se volvieron el demonio del Neoliberalismo.
La lucha en la Argentina que se viene tiene que arrancar por la batalla cultural. Apelando al sentido común de la gente, no debería ser tan difícil revertirlo.