Por: Nicolás Pechersky
Algo está naciendo en el interior de cada uno de los argentinos. Algo está pasando que no se puede poner en palabras. Ya sea por el cepo cambiario, por las trabas al turismo, por la justicia, los jubilados, la violencia mediática, la intolerancia. Es difícil ponerse de acuerdo. Pero algo está pasando.
Ya pasaron 12 años desde la terrible crisis del 2001, una de las peores de nuestra historia. Nuestros indicadores económicos y sociales en materia de salud, educación y empleo están sensiblemente mejores. No solo los dibujados por el Indec sino también los reales. Hasta el informe más pesimista confirma que estamos mejor, mucho mejor.
Entonces, ¿por qué? ¿Por qué si hay más trabajo, más educación, más jubilados, hay cada vez más manifestantes? ¿Por qué las marchas son más masivas que en 2001?
En términos económicos empieza a sentirse un cambio. Te tomás un taxi, y el chofer te dice que cada día labura más horas para mantener el básico. En los restoranes hay cada vez menos cola. Los alquileres en la costa ya no son de una quincena. Ahora alquilás por 8 o 9 días, contás cada moneda. Evidentemente nosotros no tuvimos la suerte de estudiar cinco años a Marx como nuestro economista estrella Axel Kicillof, pero no entendemos cómo después de 10 años de crecimiento de repente no se puede ahorrar más en dólares y la inflación nos come el sueldo.
En los medios la cosa no da para más. Hace dos años que nos da náuseas saber que estamos manteniendo y volviendo ricos a la mesa de ilustres de 678. Los periodistas independientes se mudan a canales oficiales y de un día para el otro son fans de Boudou y defienden a Leo Fariña. Actores de escasísimo talento venden productos millonarios a Canal 7 para que no los vea nadie. El futbol pasó de ser “Futbol Para Todos” a “Futbol Para Tapar Todo”.
En el Sarmiento pusieron un cartel electrónico que te avisa cuánto falta para el próximo tren, y día por medio llegás a ver “faltan 81 minutos para la próxima formación” y los querés matar.
La mentira de las jubilaciones para todos se acaba cuando la inflación les come el mínimo y sabés que se gastan la plata de la Anses en cuanta campaña proselitista se les ocurre. Eso no sólo jode a los jubilados sino a los que estamos haciendo aportes y en 20, 30 o 40 años nos vamos a encontrar con una notita que diga “acá había plata, disculpe las molestias ocasionadas”.
El país está mejor. Hay más trabajo, más educación, más salud. El problema no pasa por ahí. El problema es que cada día somos más los que creemos que deberíamos estar mejor. El problema es que los que pensamos eso somos insultados, bastardeados, tildados de gorilas cuando no sabemos qué carajo quiere decir eso, y ellos tampoco.
El gobierno enfrenta una de las causas de corrupción más grandes en la historia del país, y responde atacando al periodista que los descubrió. Si Cristina no tuvo nada que ver, un acto de grandeza sería llamar a Lanata, agradecerle por su acto de patriotismo y ofrecerle todas las herramientas del Estado para preparar una causa que meta presos a los responsables del lavado.
Pero no. Su única estrategia es atacar, insultar, agraviar.
En la suma de todo su cinismo y su idiotez atacan a la clase media como si fuese una oligarquía vendepatria. No entienden que la clase media es la clase trabajadora. Por debajo de eso está la terrible línea de pobreza que quieren esconder. La única meta del Estado debería ser llevar a las clases bajas hacia la clase media, no demonizarla.
La clase media trabaja, estudia, gasta. Es el ideal al que todos tienen que aspirar. Un ideal de progreso y desarrollo personal que acabe de una vez por todas con la mediocridad de estos gobiernos populistas que viven de criar pobres para llevarlos a votar por monedas cada dos años.
La clase media habló, es hora de que escuchen y aprendan.