Por: Nicolás Pechersky
Qué lejos quedaron las épocas de Tato Bores y Bernardo Neustadt. Las polémicas en el bar y los noteros de CQC inteligentes, irónicos y críticos. La televisión argentina está cada vez peor, o ¿es una sensación?
El punto de inflexión de los medios argentinos de este nuevo siglo fue en 2008, cuando Néstor resolvió terminar con una relación de amor y negocios con su ex aliado Magnetto y el Grupo Clarín. Si sumáramos todos los medios del Grupo Clarín al creciente polimedios del gobierno en nombre de sus diferentes testaferros, quedarían fuera muy pocos espacios para comunicarse.
Vamos por todo, y al resto los destruimos. Por suerte no fueron por todos, porque tendrían todos y cada uno de los canales de aire, todas las radios, los diarios. Por suerte en el vamos por todos iniciaron una guerra judicial que hasta ahora no ganaron.
Los paladines de la superioridad moral del kirchnerismo mediático y los delirantes profetas del monotributo de la carta abierta sólo lograron arruinar audiencias y ratings que parecían intocables. Diarios que supieron ser de pensadores críticos de izquierda se volvieron folletos políticos de baja calidad.
Pero lo que supera toda expectativa de racionalidad, lo que no nos permite ni por un segundo perder la capacidad de asombro, fue ver a tantos periodistas y medios atacar al DNU de Macri que tenía como único fin crear herramientas legales para frenar la intervención de canales de televisión.
Podemos estar de acuerdo o no con la jurisdicción de un jefe de gobierno para crear esta normativa. Podemos discutir o no su constitucionalidad. Hasta podemos analizar si el fin fue ético o de agenda política para ganar la iniciativa e instalarse irremediablemente como el opositor fuerte a las medidas autoritarias del gobierno.
Lo que no podemos hacer es atacar el DNU, al fondo del decreto. Porque el decreto, de la misma forma que le sirve a Clarín, también le serviría a C5N o a América si estos cayeran en la desgracia recurrente en la que caen muchos empresarios y políticos, donde un día son amigos y al otro son enemigos del modelo de profundización de los setenta.
Demasiados temas quedan pendientes por debatir en un país donde, con las riquezas naturales que heredamos, llevamos 40 años de destrucción. Demasiadas reformas faltan realizar desde el Estado para empezar, de una vez y seriamente, a crecer a largo plazo, a vivir mejor.
Y hay cosas con las que simplemente no se jode.
No se jode con la justicia. La misma que sirvió y por suerte sirve para enjuiciar y encarcelar a los criminales del proceso. La que servirá para perseguir a los corruptos de la obra pública nacional, a los torpes lavadores del dinero de todos nosotros.
No se jode con los pobres. El Estado no puede regalarles planes para no trabajar y acordarse de ellos cada dos años cuando tienen que votar. No puede decirles a la cara, entre risas y arrogancias de nuestro equipo económico, que la inflación no existe y que con 6 pesos comen. No pueden decir que no hay pobres en Formosa. Uno de cada cuatro argentinos es pobre, y con eso no se jode.
No se jode con los medios. No se jode porque con la revolución tecnológica de internet y las redes sociales es imposible callar a la gente, pero el avance sobre medios genera una olla de presión que termina por explotar en las movilizaciones más masivas de nuestra historia.
El DNU de Macri ya es ley. Lo votó una legislatura donde el PRO es minoría. Lo votó porque sirve para frenar un avance más de un gobierno que avanza y avanza y va por todo, mientras nos deja a todos tirados por el camino.
Lo dijo Macri y lo apoyaron Carrió, Binner, Pino Solanas y muchos otros opositores: con la libertad de expresión no se jode.