Por: Nicolás Pechersky
El que dijo que el mal de muchos es consuelo de tontos no entendía nada. Cuando el mal es de muchos, es un consuelo buenísimo. Uno está dispuesto a aguantar como sociedad o como pueblo una crisis. La bancás. Pasas de Coca a Goliat y de vacío a pollo entero a la parrilla. Lo comentás con humor. Vas traficando información de dónde comprar más barato y mejor. Lo malo entre todos se sobrevive mejor.
Los saqueos ya son un mal de todos. Los vivimos hace 12 años cuando el país quebraba y el Estado nos robaba los ahorros, y los vivimos ahora cuando la economía no está tan mal. Aunque vaya empeorando año a año, estamos a años luz del desastre que vivimos en 2001.
Pero los saqueos aparecen, cada tanto, para recordarnos que por más bien que nos vaya, por más plata que tengamos, somos una sociedad subdesarrollada.
Cada saqueo es un baldazo de agua fría que nos recuerda que con 10 años de crecimiento el nivel educativo sigue empeorando y los pibes salen cada vez peor. En 10 años de crecimiento seguimos tomando medidas anticrisis cuando la crisis pasó hace ya casi cuatro mundiales.
La asignación universal y la teoría de querer a todos dentro de la escuela son perfectas en esos momentos donde todo se va al tacho. Con el tiempo, cuando todo se ordena y volvemos a crecer, es necesario levantar los estándares y construir aunque sea de a poco alguna base que nos saque del destino casi inevitable de caernos cada 10 o 12 años. Pasar de los planes sociales a promover más y mejor trabajo, algo que está estancado hace tiempo, incluso para los números del Indec. Y pasar de escuelas de contención a escuelas de nivel, para sacar algo un poco más competitivo para el mercado laboral que una horda de adolescentes maleducados subiendo fotos a Facebook de lo que saquearon.
La mala es que cada vez que algo sale mal nos damos cuenta de que el gabinete nacional no existe desde 2005, que los ministros no se reúnen, no tienen planes de trabajo y menos aún de contingencia, que cada vez que explota algo pareciera que los funcionarios corren en círculos, golpeándose la cabeza y operando medios para ver quién queda como el responsable de algo que es responsabilidad de todos. Si el kirchnerismo quiere desentenderse de la seguridad, entonces que deje de cobrar impuestos.
La buena es que seguimos siendo Argentina. Un país enorme, con mucho espacio libre y muchos recursos que nos van a permitir seguir siendo una masa uniformemente improductiva que con vender algo de lo que producimos logra los estándares de vida de un país desarrollado.
La buena es que con la producción de alimentos y la futura extracción de shale oil vamos a pasar los próximos cien años decidiendo en qué queremos gastar la fortuna que nos encontramos y que definitivamente no nos ganamos.
Y la mejor es que dentro de lo malo, lo bueno es que estos recursos, a pesar de nosotros, van a permitirnos seguir viviendo con educación y salud gratuitas y dentro de todo de calidad, con derechos laborales que son la envidia de cualquier país rico del mundo.
La buena, en definitiva, es que somos un país con suerte, aprovechémoslo.