Estamos en pleno festival de reapariciones de Fidel. La más impactante, sin dudas, cuando el comandante se muestra en una entrevista en TV este lunes (12 de julio de 2010), mientras los primeros presos liberados hacen sus valijas y marchan al exilio. Fidel, sin embargo, no habla de ese minúsculo asunto doméstico: él se dedica a la alta política mundial, a analizar, como si fuera un experto, los conflictos de Corea del Norte y de Irán, dictaduras horripilantes que llena de alabanzas y defiende con su acostumbrado énfasis monocorde, amonestador. El periodista -digamos- de Mesa Redonda, Randy, una especie de mayordomo televisivo del anciano verborrágico, asiente, acompaña, subraya, sonríe. Incluso cuando Fidel afirma monumentales disparates. Como cuando vaticina no una sino dos guerras nucleares y por efecto dominó: la primera, contra Irán, y acto seguido otra, contra ese idílico régimen de Corea del Norte que tanto le gusta. Se suponía que sobre este asunto Fidel se había equivocado y rectificado, pero después de unos minutos su ego no supera la prueba y reitera el pronóstico nuclear de su última y frondosa Reflexión: habrá doble guerra nuclear. Y Randy, el sirviente de la Mesa Redonda, secunda con monosílabos afelpados estos delirios de su amo. Está claro viéndolo y escuchándolo que ni se sueña plantear un prudente "pero, mi Comandante". El programa por sí solo prueba que Cuba es una dictadura, y que además esta tiranía vive en una densa burbuja de anacronismo. Hacía rato que no se veía una entrevista así. Recuerda las de los tiempos del Proceso argentino. La estética, la narrativa televisiva, es tan anticuada como los equipos de transmisión. Los planos, la edición, todo es de los primeros años 70. Se podría cambiar a Fidel por Galtieri y a Randy por Gómez Fuentes y todo cuadraría perfecto. La entrevista es un signo seguro del esclerosamiento terminal del régimen, del dogma destartalado que lo sostiene, y sobre todo de ese cuadro de paranoia narcisista propio de los dictadores, cuyo ego se ha acostumbrado a que los demás, a que todo un país, los siga en sus delirios, so pena de la temida acusación de "traición". La mirada de Fidel busca imperativamente a Randy a cada parrafada, le exige su asentimiento incondicional. El cuadro recuerda a esos viejos patriarcas que aún en su última vejez siguen tiranizando y humillando a sus hijos adultos. Todo el sistema ideado por Fidel es reflejo de esta tiranía patriarcal paranoico-obsesiva, y todo es dentro de ese mundo anacrónico, servil, reidero y a la vez muy triste. Véase, si no, este relato bizarro de Prensa Latina sobre otra de las apariciones-relámpago del Comandante: en este caso, Fidel visita deleitado el acuario de La Habana. Relata Prensa Latina: "...después de repasar con visible alegría fotos y recuerdos de los días de la reinauguración del acuario en el 2002 y saludar a una amplia representación de los trabajadores, Fidel Castro fue invitado a presenciar el espectáculo submarino de los delfines, único de su tipo en el mundo.... Tres delfines hembra, de alrededor de siete años de edad, son las estrellas del emotivo espectáculo, que atrae desde antes de comenzar, cuando los entrenadores inician su comunicación con los animales". El informe periodístico sigue en este tono, mezcla de Sucesos Argentinos de los 60 y revista Hola de los tiempos de Franco, y resulta invenciblemente cómico. Un Mel Brooks auténtico en versión caribeña. Lástima que este periodismo de régimen sea de hoy, de esta semana, que se haga al mismo tiempo que, en Madrid, los presos políticos recién liberados dan cuenta de su cruel situación, del limbo legal al que fueron forzados: no son asilados ni tampoco inmigrantes. ''No soy inmigrante, no vengo de la playa de Varadero, vengo de la cárcel'', señala con amargura enorme uno de ellos. Esta condición indefinida y sádica es parte del negociado que pergeñó España en La Habana. Aquellos que no aceptaron este trato se quedaron en Cuba. En la cárcel.