Por: Pia Mancini
Nadie ignora que somos testigos de una vertiginosa revolución digital. Mucho se habla hoy de los importantes avances en materia de ciencia y tecnología, pero poca atención se ha prestado aún a las oportunidades que surgen en materia de transformación social y cultural.
La irrupción de las nuevas tecnologías en nuestras vidas, especialmente aquellas aplicadas a la comunicación, han cambiado por completo la vida cotidiana de las personas. Cambió la forma en que nos expresamos, la forma en que nos relacionamos, la forma en que consumimos, creamos y producimos. Cambió, en definitiva, la forma en que interactuamos con nuestros pares y con el mundo.
Internet multiplicó el acceso y la circulación de la información a muy bajo costo. Hoy somos todos productores-consumidores de información. Las ideas se diseminan, los puntos de vista se multiplican, el conocimiento se comparte y se transforma dando lugar a nuevas experiencias y aprendizajes, abriendo paso a una nueva era. Hoy podemos participar remotamente de la gran conversación global.
Sin embargo, la democracia no cambió. El sistema democrático que tenemos no acompaña esta evolución. En un mundo que cambia segundo a segundo, el sistema nos consulta sólo una vez cada dos años, funciona en un lenguaje críptico, responde mal y tarde, propone falsos debates y tiene dificultades hasta para orientarse hacia los problemas más básicos de la sociedad. La democracia hoy se ha transformado en un sistema estancado.
Surge inevitablemente la necesidad de superar el estancamiento, de renovar el sistema a través de las nuevas herramientas tecnológicas y con el ciudadano como centro. Mejorar el sistema democrático mediante la ampliación de la participación ciudadana y aggiornarlo a los tiempos que vivimos impulsará el diálogo constante entre pares, la organización social en torno a valores y objetivos compartidos, y el “debate de ideas” en vez del “debate sobre personas”.
En el mundo existen ya procesos y organizaciones políticas que sostienen y están impulsados por éstas ideas. Las nuevas tecnologías y su uso masivo han determinado nuevos fenómenos políticos. La Primavera Árabe, el Partido Pirata de Berlín, los indignados de España y su Partido del Futuro (todos procesos únicos en sus formas y objetivos) son sólo algunos ejemplos de quienes compartimos una misma visión: las nuevas tecnologías han desatado un cambio cultural que no tiene vuelta atrás.
Frente a este panorama es que nace en la Ciudad de Buenos Aires el Partido de la Red, con el claro propósito de innovar donde nadie lo ha hecho aún: en materia política. Convencido de que el poder democratizador de Internet y las nuevas tecnologías hacen posible que muchos más (y en el futuro cercano, todos) puedan participar colectivamente de las decisiones que tienen que ver con la esfera pública. El Partido de la Red surge como un método para configurar posiciones ideológicas en un esquema participativo, con reglas definidas, con mecanismos para alcanzar acuerdos y opciones para canalizar conflictos.
Mejorar la democracia que tenemos supone garantizar una representación más permeable a los aportes de los ciudadanos. El Partido de la Red es una herramienta de inteligencia colectiva dirigida a tender un puente entre representantes y representados para ponerlos, literalmente, a un click de distancia. Es un instrumento capaz de producir un cambio cualitativo en la representación política, de orientarla hacia el debate de ideas y despojarla de los vicios de un sistema montado hace casi 200 años.
La Red, dónde cientos de miles de ciudadanos se encuentran todos los días, nos habilita un ágora que ni los griegos podían soñar. El desafío está en asumirnos protagonistas de ésta revolución, en despertarnos como individuos para trabajar y potenciarnos en red, atrevernos a cuestionar lo establecido y fijar rumbo hacia un futuro que ya llegó.