Por: Ricardo Romano
De Lampedusa a Tierra Santa, de Seúl a Estrasburgo, el activismo del Pontífice argentino por la paz y la dignidad humana no se detiene.
En su reciente discurso ante el Parlamento Europeo, el Santo Padre se dirigió a los más de quinientos millones de ciudadanos representados por los eurodiputados allí reunidos, para pedir “un marco jurídico claro, que limite el dominio de la fuerza y haga prevalecer la ley sobre la tiranía del poder”. Afirmando con severidad que “no se puede tolerar que el Mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio”.
Una semana después, en Turquía, adonde viajó según sus propias palabras “como peregrino”, alentó a no resignarse frente a los “continuos conflictos” y a “renovar siempre la audacia de la paz” para poner fin a los “sufrimientos” en aquellas regiones.
En Estambul, además, Francisco multiplicó los gestos de cercanía y amistad con la Iglesia Ortodoxa, a través de abrazos y liturgias compartidas con el Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I; un llamado a la unidad que pavimenta el camino para viajar a Moscú, donde los ortodoxos son la religión mayoritaria. Iniciativa que ya está en marcha.
Estos hechos ratifican lo que hemos podido observar desde el inicio de su papado: Jorge Bergoglio es un hombre dispuesto a trabajar sin pausa para que la humanidad, aun por los intersticios del orden mundial del siglo XXI, transite con el menor grado posible de penurias, de dolor y de costos en términos de vida humana.
De ahí su vocación por sacar a la Iglesia de su estado eurocéntrico para llevarla a las “periferias”, donde millones de seres humanos aguardan “una apertura a la trascendencia que afirme la centralidad de la persona humana”.
Este espíritu estuvo presente en Lampedusa y Tierra Santa. Y en su viaje a Corea del Sur cuando, al sobrevolar el espacio aéreo chino, envió un cálido saludo a “ese bello y noble pueblo que amo”. Afortunadamente ese mensaje empieza a ser correspondido.
El sitio especializado del diario La Stampa, Vatican Insider, da cuenta de algunas señales emitidas por el Gobierno chino mediante lo que califica como “indiscreciones periodísticas piloteadas”, en el sentido de que podría estar dibujándose un principio de acuerdo en torno a una de las cuestiones que separan actualmente a la Santa Sede y a Pekín, que es el nombramiento de los obispos; una prerrogativa que El Vaticano mantiene en todos los países del mundo.
Las indiscreciones a las que alude el Vatican Insider se publicaron en un periódico de Hong Kong, el “Wen Wei Po”, y fueron retomadas luego por el “Global Times”, sitio en inglés vinculado al Partido Comunista Chino; un mecanismo ya utilizado otras veces por las autoridades chinas para probar los efectos de un anuncio antes de oficializarlo.
“En cuanto a la cuestión crucial del nombramiento de los obispos –dice el Vatican- el mensaje enviado desde Pekín parece claro: la cuestión de los nombramientos de los obispos debe ser retomada considerando las hipótesis de trabajo que habían surgido entre 2006 y 2009, cuando las negociaciones bilaterales reservadas entre la Santa Sede y Pekín estaban por llegar a un acuerdo” para que las ordenaciones no quedaran “fuera de la comunión con el Obispo de Roma”.
Según Gianni Valente, autor del artículo del Vatican Insider, se trata de “una apertura que nunca había surgido en el lenguaje que hasta ahora usaban los funcionarios chinos y sus portavoces oficiales y oficiosos”.
Finalmente, el sitio de La Stampa reporta llamativas declaraciones del general Liu Yazhou, jefe del despacho político de la Universidad de la Defensa, y hombre muy cercano al presidente Xi Jinping, exaltando al cristianismo en comparación con el budismo y otras religiones de Oriente, en estos términos: “Cuando estuve en Estados Unidos, me senté afuera de una Iglesia durante todo el día y descubrí una cosa interesante: todos entraban con una expresión preocupada y oscura, y salían espiritualmente aliviados”. Y su conclusión fue que el del Evangelio es un Dios que “sufre mientras la gente no sufre; en cambio, los dioses de las religiones orientales ‘disfrutan’ mientras el pueblo sufre”.
Por ello, quienes fuimos portadores de un mensaje escrito de Su Santidad Francisco para el Presidente Xi Jinping, en el que le manifiesta su voluntad de invitarlo a Santa Marta para abogar juntos por una paz mundial duradera, al servicio de un mundo más fraterno y solidario, y su deseo de visitar China “cuanto antes”, volvimos convencidos de que más temprano que tarde esto sucederá.