La Argentina ha solicitado nuevamente a Estados Unidos que incluya el expediente AMIA en la agenda con Irán. Una reiteración que desnuda miradas y comportamientos de una diplomacia desorientada. En las formas y en el tono. Es difícil de entender la preferencia de la Cancillería por un recurso escrito poco amigable en lugar de haber promovido una conversación diplomática directa y específica con Washington. El ministro Héctor Timerman, a pesar de haber sido Embajador ante la Casa Blanca, no ha sido capaz de mantener una relación bilateral adecuada ni cordial. No hay noticias que alguna vez haya mantenido un diálogo constructivo con su contraparte en el Departamento de Estado.
La insistencia en la solicitud también deja traslucir un cierto desconocimiento sobre la naturaleza y alcance de las negociaciones entre Estados Unidos e Irán. Daría la impresión que se ignora que el punto central entre Washington y Teherán es de distinto orden y esencialmente destinado a evitar que Irán posea un arma nuclear. Esas conversaciones, por el momento, no tienen otro objetivo que limitar la capacidad militar de Irán en materia de uranio enriquecido como el incipiente desarrollo en plutonio. Un Irán con armas nucleares sería una catástrofe para la seguridad internacional.
Incluir en esas negociaciones otros aspectos relevantes y urgentes, como podría ser el acto terrorista criminal cometido contra la AMIA, no sería razonable en las actuales circunstancias diplomáticas. Los propósitos para limitar el programa militar nuclear de Irán son lo suficientemente sensibles y complejos como para agregar otras consideraciones. Las acusaciones sobre la presunta responsabilidad iraní en diversos actos terroristas en el mundo podría ser materia de discusión una vez superado el peligro que representa Irán en el campo nuclear. Pretender alterar esa prelación temática no sería, lamentablemente, del todo realista.
Por otra parte, la oportunidad de la reiteración, parecería confirmar el fracaso absoluto de la estrategia encarada por el Palacio San Martin con Irán. No suena concordante solicitar cooperación a Estados Unidos o Israel si hubiera alguna perspectiva alentadora de colaboración iraní. Tampoco se entiende ese pedido mientras el gobierno se encuentra insistiendo obstinadamente en la relevancia del Memorándum de Entendimiento con Irán.
Resulta desilusionante el comportamiento diplomático argentino, que refleja, cuanto menos, la sola intención de salvar la cara ante la opinión pública y desviar la atención ante los problemas que enfrenta la investigación judicial del acto terrorista contra la AMIA y la reciente terrible muerte del Fiscal de la causa. Tampoco se entiende la continua tolerancia de Héctor Timerman con un Estado que sigue otorgando injustificada protección a los ocho acusados del aberrante acto terrorista.
Hubiera sido deseable que la Cancillería procediera con mayor contundencia y determinación denunciando el Memorándum de Entendimiento y, en su lugar, estimulando otras medidas que obliguen a Irán a cumplir con el derecho internacional. Un ejemplo, entre otros, podría ser una demanda ante la Corte Internacional de Justicia o la Corte Penal Internacional por encontrarse Irán trabando y perjudicando gravemente la resolución judicial de un delito de lesa humanidad.