La Organización de los Estados Americanos (OEA) necesita iniciar en el 2016 un urgente proceso de renovación que le permita asumir el papel central como órgano que reúne a todos los países del hemisferio. Derivada de la Unión Panamericana y esta de la Unión Internacional de Repúblicas Americanas, enfrenta el reto de reivindicar la misión original establecida en la Carta y, entre otros, establecer un marco eficaz de distribución de responsabilidades con otros organismos relevantes, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur).
El debilitamiento de la OEA de los últimos cinco años conspira con el propósito de contar con un órgano capaz de responder a los variados problemas del hemisferio. Ningún otro organismo regional tiene el cuerpo jurídico, la estructura y los programas de cooperación y asistencia de la OEA. La Carta Democrática Interamericana, el sistema interamericano de los derechos humanos, integrado por la Comisión (CIDH) y la Corte de San José, son de vital importancia para América Latina. Las misiones de observación electoral son otro de los pilares con mayor reconocimiento internacional. Esos mecanismos, entre otros, han contribuido a través de décadas al prestigio de la institución.
Los cuestionamientos a la OEA deben encontrar solución diplomática. Algunos son de carácter financiero. Estados Unidos aporta alrededor del 60% de los fondos regulares del organismo, es decir, que es casi superior a la suma de las contribuciones de los restantes 33 integrantes. Esta situación constituye una anomalía que repercute de distinta forma en cuestiones políticas e incluso en la credibilidad y la confianza en la OEA. También es evidente que en la medida en que todos los países no consideren que la OEA sea un foro útil y eficaz para resolver problemas de alcance hemisférico no van a sostener el coste de mantenerlo.
El debilitamiento de la OEA incluye fundamentalmente cuestiones de antagonismo político que hay que superar. El hemisferio necesita consolidar un nuevo clima diplomático más acorde con los enunciados de las Cumbres de las Américas. Es importante que Cuba se reintegre al organismo tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos. También que Venezuela regrese a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y Ecuador vuelva a participar de las sesiones de la CIDH. Pero fundamentalmente es esencial que todos los países del hemisferio tengan la voluntad política de que la OEA recupere el vigor diplomático que le permita contribuir con una agenda de mayor eficacia a las necesidades y los desafíos de los Estados miembros, sin menoscabo de la consolidación de otros organismo regionales de reciente creación.
En el mundo actual el fortalecimiento de las instituciones internacionales es cada día más esencial. La mayoría de los problemas que se enfrentan hoy son de carácter global y requieren ser encarados de forma cooperativa, sea el narcotráfico, el crimen organizado o cuestiones de diversa índole que hacen a las asimetrías de percepciones hemisféricas. Es hora de impulsar ese trabajo diplomático y restablecer una OEA a la altura de las circunstancias. Hacerlo redundará en beneficio de los 35 Estados americanos. La Argentina, como en otros momentos de la historia interamericana, tiene la oportunidad de contribuir en ese sentido.