Impunidad y corrupción

Roberto Porcel

En momentos en que el país necesita y reclama más que nunca un Poder Judicial fuerte e independiente, daría la sensación que el gobierno camina decididamente en un sentido precisamente opuesto. Es como si tratara no sólo de debilitar y someter cada vez más a sus designios al Poder Judicial, sino de demostrarle a toda la sociedad quién es el que manda y dejar bien expuesto qué se puede investigar y qué es lo que no se puede. No fue casual, por cierto, que en la pasada cena anual de fin de año -2013- de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, la ministra de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Elena Highton de Nolasco, al momento de hacer el brindis de rigor, bregara por “un país propicio para la independencia de los jueces y de los integrantes del Ministerio Público”.

Ese deseo de la doctora Highton de Nolasco, a estar con lo acontecido en su momento con quien fuera el Procurador General de la Nación, Esteban Righi, o con el fiscal Carlos Rívolo, ambos cuestionados por investigar el affaire Boudou/Ciccone, lamentablemente hasta la fecha, no ha quedado más que en eso, en un deseo. Recordemos que Righi se tuvo que alejar del cargo, y Rivolo fue separado de la causa, que ya se había cobrado también la suerte del juez Rafecas. Hoy, es el turno del fiscal José María Campagnoli; el motivo, investigar “en exceso” a un empresario cercano a la familia presidencial. Parafraseando a la Presidente de la Nación, uno se ve tentado a decir, a esta altura, “nada nuevo bajo el sol”.

Lo cierto es que el mensaje que pareciera se nos quiere enviar, al final del día, es que investigar a funcionarios del gobierno, o a personas vinculadas al gobierno no pareciera ser posible bajo el signo de este gobierno. Ello es lo que movilizó seguramente a distintas organizaciones y a muchos ciudadanos a levantar firmas y alzar su voz contra la suspensión del fiscal Campagnoli. Apoyo que ciertamente, hasta el momento, pareciera no ser suficiente. Flota en el aire la sensación de que el Poder Judicial o muchos de sus integrantes no acompañan con la fuerza necesaria la reacción del resto de la sociedad; como si en alguna medida  estuvieran dejando librado a su suerte a este fiscal. Lo que lastima es que, en rigor, contra lo que la sociedad se levanta y reacciona no es contra la “suerte” de un fiscal, -ni siquiera importa el nombre-, sino contra la “suerte” de la República. Lo que la sociedad percibe que está en juego es “impunidad” y “corrupción”.

La falta de reacción de muchos jueces se contrapone con el pequeño grupo de funcionarios judiciales y del Ministerio Público que integran el espacio autodenominado como “Justicia Legítima”, muy cercano a la Procuradora que ha sucedido en el cargo al “alejado” Esteban Righi, y que es quién impulsa el juicio político y otros sumarios contra el fiscal Campagnoli. Este grupo, que no tiene ningún prurito en reconocer su cercanía con el gobierno e incluso en exponer su deseo de “hacer política”, no escatima esfuerzos para apoyar la destitución del fiscal; incluso llegó a sacar una solicitada criticando las “actitudes corporativas” de algunos de “sus colegas”, afirmando que se deploraba que por vías de hecho y desinformación a la opinión pública se pretenda influir en la marcha de los procedimientos instituidos por la Constitución y las leyes.

A favor o en contra, lo que nadie puede negar a esta altura de los acontecimientos es que la suspensión e intención de destituir al fiscal José María Campagnoli, no responde a una inconducta procesal sino a un interés político. No es ningún secreto que las medidas tomadas contra el fiscal no se limitaron a su persona, sino que alcanzaron a sus colaboradores, lo que reflejaría de manera manifiesta, que lo que se busca con su destitución no sería juzgar una conducta irregular, sino enviar un mensaje aleccionador al resto de la sociedad, y muy en especial, al resto de los funcionarios judiciales y del Ministerio Público; no se les ocurra investigar en exceso…