Allá por octubre del pasado año, en un artículo publicado en esta misma tribuna, alerté sobre el avance de los “fiscales militantes“, sobre lo que implicaba “ideologizar” y “politizar” la función judicial. La primera señal de peligro la tuvimos con el intento de reforma del Código Penal, -hoy pareciera un proyecto lejano pero no fue hace tanto-, cuando se quiso imponer la idea de que éste no debía servir para desalentar al delincuente en la comisión del delito, sino para “controlar” a los que “quieren controlar”. En ese sentido, señalé el modo en que el Secretario de Justicia de la Nación, Julián Álvarez, alentaba sin miramientos el fomento de la “conciencia social” en los jueces como parte del proceso de “democratización”,y no ocultaba su aspiración de que los jueces se ciñan no a los códigos y a las leyes, sino a una visión política. Finalizaba diciendo entonces, cual profecía que pareciera hoy estar cumpliéndose, imaginen ustedes a los fiscales al momento de decidir si llevar adelante o no una investigación, privilegiando “su visión política” por sobre la ley y el Código Penal.
En aquel momento, la reforma al Código Procesal Penal era tan solo “potencia”, un proyecto. Hoy, lamentablemente ya es “acto”, es una realidad; mas allá de los planteos e impugnaciones que se han formulado en su contra y que todavía deben ser resueltos. Lo cierto es que lo que entonces parecía tan solo una posibilidad lejana, hoy se ve plasmado, a partir de las designaciones de los nuevos fiscales nombrados por la Procuradora General de la Nación, y especialmente por las destituciones y reasignaciones de funciones que han sufrido los fiscales Marijuan, Taiano y Ernst. Tan preocupante es la realidad que atraviesan el Poder Judicial y el Ministerio Público, que ha merecido por parte de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, la emisión de un comunicado para manifestar su “preocupación” por las resoluciones que dictó en los últimos días la procuradora, Alejandra Gils Carbó, para “cubrir con fiscales subrogantes los 17 cargos de Fiscal General creados por el Anexo II de la Ley 27.063.
El enfrentamiento de los integrantes del Ministerio Público entre si, y entre muchos de ellos y la Procuradora, ya no es un secreto para nadie. Varias misivas y declaraciones que se han hecho públicas dan buena cuenta de ello. No hay más que ver, por caso, la carta enviada por el fiscal Carlos Ernst a Gils Carbó en la que denuncia un “trato desaprensivo”, o las declaraciones del fiscal Marijuán, quejándose de la persecución a sus empleados. O que decir del episodio que le tocó vivir al fiscal José María Campagnoli, a quien se buscó desplazar de sus funciones por todos los medios. O la denuncia del fiscal Augusto Troncoso por supuesto espionaje desde la Procuración. Lo mismo sucede entre integrantes del Poder Judicial y funcionarios del Ministerio Público y la Procuradora. A esta altura, es pública la cruzada de Gils Carbó contra el juez Claudio Bonadío, al que se ha llegado al extremo de sancionar con una quita del 30% de su salario. Tampoco resulta ajeno a este enfrentamiento el Gremio Judicial, desde el que se afirma que la finalidad última de las designaciones que está realizando la Procuradora de fiscales y empleados con jerarquía es la de “perseguir opositores” y “garantizar la impunidad” del gobierno saliente más allá del 2015.
Definitivamente, se ha ideologizado la función jurisdiccional. Para un sector que lidera la Procuradora, daría la sensación que priva el interés político por sobre la razón jurídica. El enfrentamiento entre los enrolados en la corriente autodenominada “Justicia Legítima”, y los históricos funcionarios de carrera o no comprometidos “ideológicamente” ya es manifiesto. Están los que, contrariando el deseo del Secretario de Justicia, prefieren resolver “ciñéndose” a los Códigos contra los que prefieren amoldarse a la pretensión política que se les marca desde la estructura. Préstese atención, y pronto se advertirá que los fiscales y jueces que han sido objeto de embestida por parte de algún integrante de Justicia Legítima, son aquellos que tienen a su cargo causas con alto contenido político; ya sea por tratarse de temas como el de Papel Prensa (Clarín/Nación), tal el caso del fiscal Taiano, o por tener que intervenir en causas que involucran a personas relacionadas con el poder político, como sucede verbigracia con Báez, en el caso de Marijuan y Bonadío, y sucedió antes con Campagnoli.
Sentirse un fiscal militante, por definición, es lo contrario a ser un fiscal independiente. Integrar una agrupación política, o una agrupación con ideología en el caso de jueces y fiscales, es una limitante que los inhibe de ser imparciales, pues siempre va a primar su interés político o ideológico por sobre cualquier otro; sobre todo cuando les toque intervenir en causas con contenido político. El enfrentamiento público entre la Procuradora y miembros del Ministerio Público a su cargo debería inhabilitarla para seguir en el cargo. No por el enfrentamiento en si, sino por su condicionamiento politico y/o ideológico. A nadie podría culparse a esta altura por dudar de su “imparcialidad” en la toma de decisiones. No dejan de llamar la atención las designaciones de fiscales que, tras rendir exámenes escrito y oral y por el análisis de sus antecedentes, no quedaron en lugares expectantes; por qué no se eligió a los que obtuvieron las primeras posiciones es la pregunta que surge. Porque ¿cuál es entonces la razón de ser de los concursos? En el caso de los recientemente designados como subrogantes en el fuero federal porteño, donde “curiosamente” tramitan causas sensibles contra funcionarios públicos y de narcotráfico, -Juan Pedro Zoni y Leonel Gómez Barbella-, quedaron en el noveno y undécimo lugar respectivamente; como para pensar…
Es un año de elecciones. Seguramente los candidatos a asumir la Primera Magistratura en el curso del 2015 estén mirando con mucha atención este conflicto y su desarrollo. No sería de extrañar que, ni bien asumidos, tengan que revisar designaciones y resoluciones…