En su columna publicada días atrás por Infobae haciendo uso del derecho a réplica, el ministro Alberto Sileoni ha decidido no responder a los planteos hechos por nuestra intervención y las decenas de denuncias de docentes y autoridades educativas. Peor, su respuesta lleva implícita la destrucción de la actual educación de adultos.
El ministro sostiene que el Plan FinEs responde a la Ley de Educación Nacional, como si eso garantizara la bondad del sistema y no probara lo contrario, que esa ley es mala. También presupone que garantizar la obligatoriedad lleva necesariamente al FinEs, como si no existieran ya otras alternativas. Otro presupuesto falso es su identificación entre “inclusión” y “terminar el secundario”. “Incluir” es enseñar, dar un título es un acto administrativo. El ministro no distingue entre ambas cosas. Un título vacío de contenido no puede incluir a nadie.
Sileoni no habla de lo fundamental: no discutimos el Plan FinEs I, que tiene que ver con la “terminalidad”, es decir, con aprobar materias adeudadas, un problema menor. Lo que estamos discutiendo es el reemplazo de la actual educación de adultos centrada en los CENS, por una forma degradada de escuela, el Plan FinEs II. Este ya no es un sistema de “terminalidad” sino una escuela paralela, una alternativa, como Sileoni aclaró, a la escuela existente. Una alternativa degradada.
Sileoni atribuye a “mala intención” la denuncia de que se trabaje en “sedes” y no en escuelas. Claramente, no leyó los informes de la UNESCO sobre el impacto de la infraestructura en el rendimiento escolar ¿Acaso no hay escuelas ya funcionando? Y si no alcanzan, ¿no habría que construir más? Quien criticaba a Macri por las aulas “container” defiende cosas peores. El ministro niega que el programa porte un espíritu clientelar, pero reconoce loable que agrupaciones políticas “nacionales y populares” brinden el derecho a la educación a sus compatriotas, como las sedes de Moreno (La Abanderada I y II, Movimiento Evita, Mutual Alma Fuerte) y Lanús (La Cámpora Unidad Básica Eva Perón, Casa Compañera, local La Kolina). Suena extraño que quienes dicen reconstruir el “rol del Estado”, le cedan a agrupaciones privadas la responsabilidad de la educación, ámbito en el cual la centralidad estatal es defendida hasta por los liberales.
Sileoni niega nuestros dichos sobre los “docentes” de FinEs. Sin embargo, el mismo afiche oficial del plan convoca a estudiantes con más del 50% de las materias. En la Provincia de Buenos Aires, la Resolución 444/12 es explícita al respecto. La Resolución 118 del CFE reconoce como docentes a “maestros titulados, voluntarios, educadores populares, profesionales de otras carreras”. La categoría de tutor implica una degradación del trabajo docente: contratos precarios, no reconocimiento de antigüedad, negación del Estatuto del Docente, cobro con retraso, lugares de trabajo pésimos. Si no alcanzan los docentes para cubrir estos cargos, ¿a qué se debe? ¿A que el sistema es maravilloso o a que los docentes no acepten trabajar por menos salario y en peores condiciones en que ya lo hacen? ¿O será que no se trata de “enseñar” sino de “aprobar”?
Sileoni niega que el FinEs II constituya un circuito “express” que compita con el subsistema de adultos. Mary Sánchez, coordinadora de “Argentina Trabaja”, lo desmiente: “Este programa va a permitir a los vecinos estudiar en su barrio dos veces por semana, cuatro horas al día, de manera que puedan, además, trabajar y atender su casa”. Es más, las horas de cursada pueden ser reemplazadas por la noción de “objetivos de aprendizaje” (inciso 58). Cómo se van a alcanzar esos objetivos en menos tiempo de escolaridad es un misterio, salvo que hayamos reducido nuestras expectativas a casi nada. Un gobierno que despotrica por los días perdidos por las huelgas docentes, arma un sistema que consiste, básicamente, en tener un tercio de las clases. El ministro que reconoce que la mitad de los alumnos salen de la secundaria común sin saber interpretar lo que leen, propone, como solución, reducir las horas de clase.
Sobre el currículum, Sileoni no responde nada. Y no lo hace porque la mentada Resolución fija que los contenidos deben ser “amplios”, “participativos”, “diversos”, “autónomos” y “personalizados”, organizados en una estructura modular “flexible y abierta”. El currículum FinEs se fija en propuestas pedagógicas (o “contratos”) entre el tutor y los alumnos. O sea, que estudien cualquier cosa…
Sileoni le echa la culpa al “Proceso”. Pareciera olvidar que buena parte de los beneficiarios del plan, en el 2003, tenían entre 7 y 18 años. Su “exclusión” es responsabilidad de este gobierno que, como toda solución, propone destruir la actual educación de adultos, que tiene más de cuarenta años de existencia. Su núcleo son los CENS, que dan clase todos los días de la semana, cinco horas por día, con docentes y en escuelas. ¿Quién va a querer ir a un CENS si le dan el mismo título por un tercio del esfuerzo?