Por: Rubén Sciutto
La cuestión de la violencia en el fútbol argentino me convoca y me importa. Primero, porque soy un dirigente político que tiene la inmensa responsabilidad de presidir la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados de la Nación. Segundo, porque el fútbol es una pasión popular que debe ser un espectáculo de entretenimiento para toda la familia. Y tercero, porque soy hincha y simpatizante de Sarmiento de Junín.
Estoy redactando este artículo y veo las noticias: un muerto en la tribuna de Gimnasia y Esgrima (es circunstancial, podría ser cualquier otra hinchada). Las cámaras muestran una mamá joven tapándole la cara a su hijo entre otros hinchas. Me llama la atención: la gente sigue apostando al fútbol como un espectáculo familiar, pero la violencia no da tregua.
En estas últimas semanas volvimos a padecer como sociedad de lamentables episodios entre barras de un mismo club, como fue el caso de Nueva Chicago, Tigre y Gimnasia y Esgrima de La Plata.
Desde el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo se han dado pasos importantes en pos de esta cuestión. En particular, desde la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados de la Nación, el año pasado abrimos el debate a los medios y a la sociedad, donde repudiamos los aprietes de la barra brava de Independiente y respaldamos a Cantero luego de sus denuncias públicas. A partir de allí, se llevaron adelante varias iniciativas.
Por su parte, la Justicia tiene la legislación necesaria para tomar cartas en el asunto. El derecho de admisión es una herramienta legítima que tienen los jueces, los fiscales y los presidentes de los clubes para evitar el ingreso de barra bravas a los estadios. No se puede ser cómplice en esta cruzada. No puede haber favores políticos. Si se los quiere combatir, la Justicia no debe mirar para otro lado; tiene que estar a la altura de las circunstancias, por ende, los delincuentes deben ir presos.
Releo un artículo firmado por el psicólogo Marcelo Halfon, en el que afirma que “el fútbol es una de la pocas formas que quedan de decir ‘nosotros’; es una de las pocas formas de lógica de conjunto que todavía intentan ganar la pulseada a la lógica individualista”. Es decir, que si en el mundo del fútbol prevalecen los violentos, no sólo dañamos al deporte, sino que estamos perjudicando al desarrollo de nuestra sociedad.
Los tres poderes del Estado y los dirigentes de los clubes debemos tener una fuerte decisión para terminar con estas organizaciones criminales y con los delincuentes que azotan al fútbol. También es fundamental seguir profesionalizando a las fuerzas de seguridad para garantizar que los operativos policiales sean eficientes en la prevención de desmadres, delitos o vandalismo antes, durante y después de los partidos.
Para que las familias vuelvan a los estadios, para terminar con la corrupción enquistada hace años, es vital que el Poder Judicial lleve adelante todos los mecanismos vigentes para meter presos a los barras.
Estamos planteando una salida razonable y posible. Buscamos que las familias puedan ir tranquilas y en paz a disfrutar de un espectáculo deportivo. La impunidad no es una alternativa, la impunidad es la madre de la continuación de la violencia. No basta con repudiar estos hechos lamentables. Lo que tenemos que hacer como dirigentes políticos involucrados es darles todo el respaldo político necesario a los fiscales y jueces para que lleven adelante las acciones correspondientes.