Por: Sabina Covo
Hace un par de semanas, y muy cerca al 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos, el canal de televisión para niños Disney transmitió su clásico Pocahontas. Lo hizo como parte de una serie de películas para conmemorar la herencia americana. La historia de Pocahontas es conmovedora, y muy explicativa para cualquier niño estadounidense que se pregunte hoy día parte de la historia de la inmigración a estas tierras.
En 1607 John Smith, un inglés, joven y guapo, sin familia, viaja buscando oro y se encuentra en el Nuevo Mundo con Pocahontas. Pocahontas, un dibujo animado diseñado con todas las características del indio nativo americano, muy hermosa, le enseña a John Smith que los animales también tienen alma, y que no hay que matarlos, ni podar los árboles, y que se puede vivir en armonía aunque seamos diferentes. Smith y Pocahontas se enamoran, pero al final a John Smith lo van a matar por una ofensa de un amigo a la tribu de Pocahontas, y se debe ir de regreso a Inglaterra, se va herido. Ésta es la historia en dibujos animados. En la vida real sabemos cuál fue la historia. Seguro hubo algunas Pocahontas, pero también hubo muchos indios que no contaron con suerte.
En las escuelas y en casa hoy día les explicamos a nuestros niños la llegada de los europeos a América. En un futuro muy cercano los hijos de nuestros hijos aprenderán en la clase de historia como Puerto Rico se convirtió en estado asociado de Estados Unidos, y cómo muchos cubanos se refugiaron en Estados Unidos huyendo de un régimen tirano, y cómo muchos mexicanos, deseando una vida mejor, entraron al país buscando trabajo o huyendo de la violencia del narcotráfico, o cómo europeos, asiáticos, orientales y africanos llegaron buscando estudio, una mejor vida, o aportar algo a una sociedad que les abrió sus puertas. O cómo los colombianos se exiliaron después de 50 años de guerrilla y narcotráfico, o cómo los venezolanos, haitianos y muchos más pidieron ayuda. Es parte de la historia de Estados Unidos… un país de inmigrantes.
Sobra decir que desde el siglo XVII la tierra que hoy día es Estados Unidos es tierra de inmigrantes. Por eso es inaceptable que a Marc Anthony, por ser hijo de puertorriqueños, o a Sebastián de la Cruz, por ser hijo de mexicanos, los critiquen y discriminen por cantar el himno de Estados Unidos o la canción God Bless America en eventos públicos. Anthony, nacido en Nueva York, cantó durante el reciente juego de las estrellas, y De la Cruz, un niño tejano, cantó durante un juego de la final de baloncesto, vestido de mariachi. Ambos recibieron críticas en programas de radio y televisión, y en las redes sociales. ¿Ignorancia o racismo?
Ambas. “¿Qué hace un mexicano cantando el himno? ¿Quién trajo a un inmigrante a cantar God Bless America? O maldito mexicano” fueron algunas de las críticas ignorantes y racistas que se vieron. Me pregunto: ¿será que los que critican son parte de alguna tribu india nativa? Ya que dudo que no tengan ningún apellido o descendencia de otro país. Tan estadounidense es el que nace como el que se hace en el país.
Y para los que discriminan a las minorías, pues a informarse y acostumbrarse al cambio, porque en Estados Unidos, según la última encuesta del censo y la AP, están naciendo más hijos de minorías que de blancos no hispanos.