ROMA- Su última entrevista, publicada póstumamente, ha encendido la polémica. Las altas jerarquías de la Iglesia la han obviado, con la única excepción del cardenal Ruini. Un motivo más para analizarla críticamente.
“El cardenal Martini no nos ha dejado un testamento espiritual, en el sentido explícito de la palabra. Toda su herencia está en su vida y en su magisterio, y a ella nosotros haremos referencia aún durante tiempo. Sin embargo, ha elegido la frase que hay que colocar en su tumba, extraída del salmo 119 [118]: ‘Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino’. De este modo, él mismo nos ha dado la clave para interpretar su existencia y su ministerio”.
Con estas palabras, pronunciadas el 3 de septiembre en la homilía del funeral de su predecesor el cardenal Carlo Maria Martini, el arzobispo de Milán, el cardenal Angelo Scola, ha revocado el título de “testamento espiritual” a la entrevista de Martini publicada el día después de su muerte por el Corriere della Sera.
Efectivamente, si de verdad esta entrevista fuese la quintaesencia del legado de Martini a la Iglesia y al mundo como los responsables de la misma han querido hacer creer, la figura del difunto cardenal correspondería justamente a esa etiqueta de “anti-Papa” que le ha sido aplicada durante años por círculos internos y externos a la Iglesia, pero que choca clamorosamente con las elevadas y conmovidas declaraciones de estima que el mismo Benedicto XVI le ha dirigido en repetidas ocasiones; última de ellas, el inusual mensaje a la archidiócesis de Milán el día del funeral de quien fue su arzobispo desde 1979 a 2002.
Quien hizo la entrevista el pasado 8 de agosto, tres semanas antes del deceso del cardenal, fue el jesuita austríaco Georg Sporschill, acompañado por una italiana residente en Viena, Federica Radice Fossati Confalonieri. El padre Sporschill es el mismo que en 2008 se ocupó de la publicación del libro de mayor éxito del mismo Martini, también ése en forma de entrevista, Coloquios nocturnos en Jerusalén.
Si a este se añaden los otros libros-entrevistas publicados por Martini en estos últimos años, escritos a cuatro manos con católicos “borderline” como don Luigi Verzé y el médico Ignazio Marino, y llenos de tesis ambiguas o heterodoxas sobre el inicio y el final de la vida, el matrimonio y la sexualidad, la división entre este Cardenal y los últimos dos Papas parecería aún más evidente.
Entre las personalidades importantes de la Iglesia que en los días pasados han expresado su parecer sobre la figura del cardenal difunto, sólo el cardenal Camillo Ruini, presidente de la conferencia episcopal italiana desde 1991 a 2007, no ha omitido esta división.
En una entrevista concedida a Marina Corradi en Avvenire el 1º de septiembre, a la observación de que sobre temas como fecundación artificial y uniones homosexuales “Martini parecía más abierto a las razones de cierta cultura laica” y “ha expresado en público posiciones claramente lejanas a las de la CEI (Conferencia Episcopal Italiana)” de la cual formaba parte, Ruini respondió: “No lo niego, como no escondo que estoy íntimamente convencido del fundamento de las posiciones de la CEI, que son también las del magisterio pontificio y tienen una profunda raíz antropológica”.
En una sucesiva entrevista con el Corriere della Sera del 5 de septiembre, Ruini comentó la afirmación de Martini en su presunto “testamento espiritual”, según el cual “la Iglesia se ha quedado atrás en 200 años este modo”, del siguiente modo: “En mi opinión, hace falta distinguir dos formas de distancia de la Iglesia de nuestro tiempo. Una es un verdadero retraso, causado por los límites y pecados de los hombres de Iglesia, en particular por la incapacidad de ver las oportunidades que se abren hoy para el Evangelio. La otra distancia es muy distinta. Es la distancia de Jesucristo y de su Evangelio y, por consiguiente, de la Iglesia respecto a cualquier tiempo, incluido el nuestro pero también de aquel en el que vivió Jesús. Esta distancia tiene que existir y nos llama a la conversión no sólo de las personas, sino también de la cultura y de la historia. En este sentido también hoy la Iglesia no está atrasada, sino que está más adelantada porque en esa conversión está la clave de un futuro bueno”.
Pero aparte de Ruini, ningún otro hombre importante de Iglesia ha mencionado, en los comentarios tras su muerte, los elementos efectivamente controvertidos de la figura del cardenal Martini. El recuerdo ha ido exclusiva y genéricamente a sus méritos como biblista y pastor, a la Escuela de la Palabra, a la promoción de la caridad, al diálogo con los no creyentes, a la cercanía a situaciones existenciales difíciles.
En otras palabras, el recuerdo casi exclusivo ha sido para el Martini arzobispo, no para el Martini líder de opinión de los últimos años, exaltado por los medios de comunicación laicos, como también por los fautores católicos de un imaginario Concilio Vaticano III y de una Iglesia democratizada.
Se ha asistido en los días pasados a un diluvio de conmemoraciones muy selectivo, con un silencio casi universal sobre los aspectos problemáticos del personaje y sus comentarios públicos en los últimos años. Sin embargo, ello no ha impedido que la entrevista presentada como “testamento espiritual” de Martini, por él “leída y aprobada”, haya dado la vuelta al mundo, consolidando justamente esa imagen suya de profeta alternativo que en los vértices de la Iglesia se querría exorcizar.
Un motivo más para leer de nuevo y analizar de forma crítica esta entrevista póstuma, como hace el profesor Pietro De Marco, docente en la universidad de Florencia y en la facultad teológica de Italia central, en la nota que la sigue (para ver los comentarios de De Marco sobre la entrevista de Martini, cliquee aquí).