Por: Silvina Moschini
Películas, música, libros, juegos. Internet es un gran catálogo de contenidos, muchos de los cuáles aún pueden conseguirse en la red de forma gratuita, pese a las controversias legales que esto supone. La industria del entretenimiento, en todas sus formas, se expresa cada vez más mediante plataformas digitales y por eso la cuestión de la financiación de los contenidos se ha tornado fundamental. Si años atrás todavía se creía que los usuarios no estaban demasiado dispuestos a pagar por contenidos online, el panorama actual en Estados Unidos revela pautas de consumo completamente diferentes.
La demostración más evidente son los números del mercado audiovisual, dónde los nuevos actores del video streaming como Hulu y Netflixdesafían a las tradicionales compañías de televisión por cable. El fenomenal crecimiento de este último, que en 2011 acaparó el 44% del competitivo mercado de las películas en línea en Estados Unidos superando incluso a Apple, es un buen indicador al respecto. Además, tanto Netflix como Hulu, su principal competidor, están consolidándose como generadores de contenido bajo la modalidad “on demand” produciendo sus propios programas.
Además, la disposición del público a pagar por los contenidos online está en ascenso, especialmente cuando se trata de propuestas de calidad y las condiciones de seguridad y visualización son óptimas. Al respecto, un reciente sondeo de Nielsen señala que el 51% de los usuarios de tablets en EE.UU ya ha pagado para ver películas en su dispositivo. En el caso de la música, ese porcentaje trepa hasta el 62% de los consumidores.
En América Latina, Netflix ya superó el millón de abonados y aunque sus planes de expansión son ambiciosos, la región presenta sus particularidades. Según admite la propia compañía, la predisposición a pagar por contenidos online de calidad se ve afectada por factores tales como el poco uso de las tarjetas de crédito para el comercio electrónico, la pobre infraestructura de Internet y el menor número de dispositivos existentes en el mercado. Precisamente en este último caso, el ascendente negocio de las tabletas está abriendo nuevas perspectivas para el futuro de los contenidos pagos.
En este sentido, cabe destacar que todos los países de la región están experimentando un aumento de las conexiones a Internet desde smartphones y tabletas. Según reportes de comScore, en 2011 el tráfico web procedente de dispositivos móviles estaba liderado en casi un 40% por usuarios de tabletas en países como Colombia y Brasil. La facilidad de uso de estas plataformas es sin duda un factor favorable al momento de decidir el pago de contenidos.
Queda claro que los consumidores se hallan cada vez más dispuestos a pagar por contenidos online siempre y cuando éstos sean de óptima calidad. Al mismo tiempo, es evidente que la agilidad de la compra y la facilidad de la visualización inciden de manera notable en la decisión de pagar. Desde este punto de vista, es esperable que, a medida que el e-commerce se afiance y que la penetración de las tabletas se consolide, el hábito de pagar por contenidos de calidad vaya también en aumento. Otro factor que impulsará esta tendencia es que los usuarios abonan siempre un canon muy inferior al que actualmente se paga por su equivalente “físico” (en los e-books esta diferencia es especialmente importante).
El mercado de los contenidos virtuales se encuentra en una innegable fase de crecimiento y exhibe distintos indicadores según las regiones. Más allá de estas diferencias, se hace patente que, para que los consumidores estén dispuestos a pagar, se debe garantizar la máxima calidad de los contenidos, su seguridad y facilidad de uso.