Por: Victoria Donda Pérez
La llegada del aniversario número cuarenta del golpe de Estado cívico-militar de 1976 nos encuentra a los argentinos transitando un nuevo contexto político. A poco más de cien días de iniciado el nuevo Gobierno, ya hay movimientos que nos obligan a seguir redoblando esfuerzos, trabajo y militancia para que la experiencia histórica de los años setenta no sea revisada con lógica parcial, lo que nos impediría avanzar por el camino de la justicia.
En su discurso ante la Asamblea Legislativa, el presidente Mauricio Macri se refirió a la dictadura más sangrienta de nuestra historia como parte del proceso de consolidación de la violencia política de los años setenta. Quizá por descuido, quizá porque así lo cree, lo cierto es que el Presidente no condenó al terrorismo de Estado, sino a una violencia política en abstracto, definición que abonó durante las décadas de impunidad el discurso de los dos demonios.
A quienes militamos desde hace años por la memoria, la verdad y la justicia, reclamando el esclarecimiento y la condena a los responsables civiles y militares de los crímenes de lesa humanidad, nos inquieta esta definición tan ambigua de Macri. El esclarecimiento de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado durante la última dictadura debe ser una política de Estado, independientemente de cuál sea el gobierno de turno, y debe contar con la firme convicción y el acompañamiento de la dirigencia política democrática para que no vuelva a repetirse jamás aquella historia.
Las expresiones del ministro porteño Darío Lopérfido, quien cuestionó la cifra de desaparecidos, o la reflexión del propio Presidente, preguntándose si tenía sentido discutir sobre dicho aspecto, confirman que al menos existen dudas en el nuevo Gobierno con respecto a continuar y profundizar el camino de justicia iniciado. Un camino transitado que, dicho sea de paso, de ninguna manera se constituye en un logro del Gobierno que se fue, sino en un reclamo histórico de todo el pueblo argentino.
Este proceso de búsqueda de verdad, que es reparador para los familiares y las víctimas, pero también es indispensable para superar las heridas que la dictadura dejó en nuestra sociedad y en nuestra nación, colocó al país en un lugar ejemplar entre las naciones democráticas del mundo y esto debe continuar.
En este sentido, es muy preocupante que personajes nefastos ligados a la inteligencia militar como César Milani, otrora hombre fuerte del Gobierno k, sigan sobrevolando áreas sensibles del Estado (las actuales autoridades deberían aclarar las versiones que circulan al respecto). Como también lo es el hecho de que se estén desmantelando áreas del Ministerio de Justicia que cumplían funciones relevantes en las investigaciones de delitos económicos de la dictadura.
Este 24 de marzo tiene además un condimento adicional: la llegada del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Es una pena que su visita coincida con el aniversario de un golpe militar en el que su país tuvo mucha responsabilidad, como la tuvo en la mayoría de las dictaduras de nuestro continente. No obstante, es también una oportunidad para que el presidente Obama pida disculpas al pueblo argentino en nombre de su país por la responsabilidad histórica que les cabe.
Al mismo tiempo, si se confirman los trascendidos de los últimos días y se desclasifican los informes históricos que el departamento de Estado norteamericano tiene en su poder, tendríamos un aporte invalorable en la lucha por la defensa de los derechos humanos; nos ayudaría a conocer la verdad sobre muchos de los hechos que ocurrieron durante la dictadura y posiblemente aportaría información respecto de las responsabilidades políticas, así como del paradero de muchas víctimas.
Quiero terminar reflexionando en torno a los objetivos que el nuevo Gobierno dice proponerse, lo que el presidente Macri definió como sus tres grandes desafíos: la Argentina con pobreza cero, la derrota del narcotráfico y la unión de los argentinos. Esos objetivos y otros con que todos los argentinos soñamos, muchos de ellos relacionados con el respeto de los derechos humanos de hoy, no serán alcanzados si nuestro Estado no concluye con el proceso de búsqueda de verdad, rescate de la memoria y logro de justicia por el que hemos luchado desde hace décadas.