Por: Vladimir Kislinger
Este 27 de junio se celebra otro aniversario del Día Nacional del Periodista. Un nuevo capítulo, un año más para revisar nuestra profesión y ver cómo está el estado del arte.
En el 2014 escribí un artículo intitulado “¿Una fecha para celebrar?”, donde exponía una serie de razones para abrir la discusión sobre la manera en que debe ser tomada esta celebración, de cara a nuestra profesión y a la realidad del país, de la que no escapa nadie.
Al releerlo pude entender qué tan mal estamos, por cuánto nuestra situación no ha mejorado ni un ápice de cada letra colocada en aquel material del que abstraigo buena parte para construir la presente edición.
Entre otras cosas, hacía referencia a la dificultad para acceder a las fuentes oficiales “producto del constante ataque, despidos y amedrentamiento por parte de los que hoy ocupan puestos de poder, quienes se han encargado de poner todas las trabas para nuestro quehacer, incluyendo las relativas a la Justicia como herramienta para atemorizar con pena de cárcel jurada a todo aquel que disienta, y por consecuencia, sea considerado un traidor, entre otros calificativos”. Un año después, tristemente, esta situación no solo se ha mantenido, sino que se ha incrementado, según lo manifiesta el más reciente informe del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (PROVEA), donde afirma que en el 2014 se registraron “325 violaciones a la libertad de expresión”, lo que significa un repunte del 240 % respecto al año 2013.
En mi artículo también indicaba que “no es un día para celebrar, por cuanto existen múltiples razones para preocuparnos por el futuro de nuestro ejercicio”, lo que suscribo un año después, luego del cierre de tantos medios, de las agresiones a mis colegas periodistas, de los problemas que se presentan en nuestras escuelas de Comunicación Social y en el gremio en general.
La nota publicada por el diario El Nacional, fechada el 29 de abril de 2015, nos echa luz sobre lo que está pasando. En dicho artículo, la reconocida organización Freedom House denunció “el aumento en los ataques y amenazas contra los periodistas y la falta de transparencia en la propiedad de los medios, en medio de un severo ambiente económico que pone en peligro la viabilidad de la prensa escrita”. Es decir, no hay papel, ni dólares para importarlo.
Sin embargo, quiero rescatar las palabras que en su oportunidad cerraran el artículo en mención y que vuelven a tomar su espacio en los medios impresos y digitales, por su vigencia. “(…) hoy, siendo un día tan importante para los trabajadores de la prensa, reporteros gráficos, periodistas que están en el diarismo, que desempeñan roles como reporteros de radio y televisión, como jefes de información, como periodistas institucionales y académicos, y tantos otros roles que se me escapan, quiero reivindicar el uso de la palabra oral y escrita; del derecho a opinar; del derecho a escuchar y ser escuchado; del derecho a decidir qué quiero saber, cuándo, dónde y cómo; del derecho a medios libres, independientes, con aspiraciones de crecimiento; del derecho a la vida y, sobre todo, a ejercer lo que nos apasione sin temor a represalias y con la verdad como única arma que construye día a día nuestro máximo capital, el cual no es otra cosa que nuestro nombre y apellido”.