Por: Adam Dubove
Cuando la presidente Cristina Kirchner llamó el último viernes a la gente “hacer el vacío” en referencia a los comercios de la costa que aumentan sus precios año a año dejó en evidencia, una vez más, un claro rasgo de su forma de pensar y de concebir su rol como jefa del ejecutivo frente a la sociedad.
En el marco de un acto de entrega de viviendas la presidenta dijo lo siguiente:
Yo no voy a emplear la palabra boicot porque se armó un lío bárbaro cuando Néstor le hizo boicot a una empresa, digamos hacerle el vacío, para que se den cuenta. ¿Porque sabés qué? Si no te defendés vos no te defiende nadie. Además está demostrado por el paso de la historia que obligar, acordar, esas cosas no sirven, es el propio usuario y consumidor el que tiene que hacer valer sus derechos. ¿Me querés cobrar esto? No te lo compro, guardátelo y comételo vos. Comprás otra cosa o si la casa está muy cara no se la alquilás
Con estas palabras, aunque no lo parezca, la Sra. Kirchner hizo mucho más que un llamado a no comprar en los comercios que la gente percibe como caros. También dejo a la vista su carácter autoritario, paternalista, y manipulador.
La sugerencia presidencial acerca de cómo actuar frente al aumento de precios puede resultar superflua para aquellos que realizan sus compras todos los días con su propio dinero y deben enfrentar los constantes aumentos de precios. No es ninguna novedad que uno deba reducir el consumo de ciertos productos cuando se encuentran fuera del alcance del bolsillo. Al mismo tiempo es entendible que la presidenta haga estas declaraciones redundantes. El consejo proviene de una persona cuya conexión con la realidad es nula. Alguien que va a trabajar todos los días en helicóptero, que recibe el diario por avión, que no sale a hacer las compras, y que tampoco tiene que preocuparse por el costo de todos estos lujos al no tener que pagarlos de su bolsillo no está en condiciones de explicarle a los demás como obrar ante los aumentos de precios. Pero claro, considerando que los proponentes de un estado de bienestar presumen que se debe forzar a las personas a gastar su dinero de determinada manera, es lógico que crea que para que opere una cuestión tan básica como la ley de oferta y demanda deba un líder alentarlos a aplicarla.
Es todavía más paradójico que quién haya aconsejado esto sea quién se beneficia de esos aumentos de precios. No olvidemos que la inflación tiene su origen en la emisión monetaria, y los únicos que ganan con la inflación son los que primero reciben el dinero recién emitido. Es decir, aquellos que hacen pagos con dinero recién salido de la imprenta del Banco Central se ven beneficiados ya que la nueva emisión todavía no se refleja en el resto de los precios. Por definición es el gobierno el ganador más importante cuando hay inflación, al tiempo que casi todos los demás, perdemos.
No sólo en materia monetaria la presidenta es responsable de los aumentos de precios. También, su idea de las barreras a las importaciones es otro factor clave en este tema. Al impedir el ingreso de productos fabricados en el exterior, lo que se está haciendo es forzando a los argentinos a comprar más caro por menor competencia en el mercado. Mientras diseña sus políticas para privilegiar en gran escala a una casta de empresarios, devenidos en simples amantes de las prebendas, y promover un desarrollo totalmente insostenible (leer noticias de Grecia, por ejemplo) le indica a los argentinos de a pie como deben ser sus hábitos de consumo. Todo una burla.
Lo que sucedió es que Cristina Kirchner, en realidad, descubrió el sistema de precios y como las decisiones individuales acerca del consumo envían señales en uno u otro sentido a los productores. Si un producto tiene un precio muy alto más personas desearán venderlo, aumentado así la oferta y reduciendo su precio. Sin embargo, las políticas kirchneristas no van en este sentido. Con cada intervención, expropiación, regulación, e impuesto alteran las decisiones de las personas distorsionando la verdadera situación, por eso no es sorprendente la situación energética en el país, con tarifas sometidas a precios máximos, y un sector totalmente intervenido derive luego en los problemas energéticos que se viven desde hace años en el sector industrial y que ahora están comenzando a repercutir en el sector residencial.
Por último, la presidenta comenzó por diferenciarse con su difunto marido. La introducción en el discurso a todo este asunto fue bastante particular al recordar cuando el ex presidente Néstor Kirchner incitó a boicotear a la petrolera anglo-holandesa Shell por un aumento en los precios del combustible, e inmediatamente una fuerza de choque al mando del ex-funcionario Luis D’elía bloqueó las estaciones de servicio de esa marca. Podría concluirse que la presidenta aprendió que no es necesario enviar fuerzas de choque para que la gente no convalide un precio, aunque esto en verdad es una falsa apreciación.
La violencia que ejerce la presidenta a diario es inconmensurable, no lo hará con fuerzas de choque piqueteras, pero en cada ley y decreto que firma hay una relación de violencia y agresión entre el estado y el individuo. La distorsión planes de vida individuales acerca de cómo administrar lo que cada uno obtiene legítimamente, y como obstruir nuevas iniciativas a través de filas interminables de burócratas, son la especialidad de todo los gobiernos, no obstante la avidez y el empeño que le dedica el actual gobierno es digno de destacar. La consecuencia: una peor calidad de vida para todos y todas.