Su propio interés y el de nadie más

Adam Dubove

A medida que se acerca la fecha del primer test electoral las batallas épicas por “la soberanía intelectual”, “la justicia social”, “la redistribución igualitaria del ingreso”, conceptos con tantas definiciones como gente que los utiliza, están cada vez más presentes en el discurso político.

La ambigüedad y la vaguedad son características presentes en el discurso de todos los políticos que proponen la planificación de la vida de los demás. Desde las intervenciones más evidentes sobre los derechos individuales, como se refleja en la intromisión del Estado en la vida privada de las políticas de corte paternalista, hasta las medidas económicas que representan una invasión a la propiedad de las personas, se apoyan siempre en conceptos difusos y abstractos.

Pueden ser términos tan ambiguos y vagos como lo son “los intereses populares”, “el interés de la nación” y otras combinaciones similares que, por ejemplo, predominan en el discurso kirchnerista. Justamente, sobre estos conceptos fundamentó su defensa un representante de Peronismo Militante, con quien participe de un debate televisivo en el canal estatal la última semana, replicando el discurso presidencial. Fue en torno a los “intereses nacionales “que eligió defender algunas de las medidas del actual gobierno que representan los avances más graves sobre los derechos individuales desde la última dictadura militar, entre ellas la pérdida de la privacidad y el aumento de la intromisión del Estado en la vida de las personas, el avance sobre la libertad de expresión o la persecución fiscal a opositores.

Esos fundamentos no sólo se limitan a los “intereses nacionales”, también se suele recurrir a abstracciones similares como los “intereses de los trabajadores.” Se tratan de conceptos abstractos, que nadie puede definir. O acaso, ¿hay alguien capacitado para definir cuáles son los intereses de la Nación? ¿Puede alguien definir los intereses de los trabajadores?

Nadie está capacitado para definir el interés de la Nación o el de los trabajadores por una sencilla razón: solamente son las personas, el individuo, quienes tienen intereses. Cada individuo posee una serie de intereses diferentes, según sus gustos personales, sus prioridades, sus necesidades, etcétera. Y éstos no están predeterminados por categorías arbitrarias que decide utilizar el político de turno.

La exaltación nacionalista es utilizada para justificar privilegios a los sectores con los lobbyistas más persuasivos, como los que recibieron la última semana en el sector del doblaje, que lograron revivir una ley de carácter mercantilista. En otras ocasiones el fervor chauvinista puede llevar a medidas de carácter xenofóbicas, como es la Ley de Tierras, que utiliza como criterio para restringir la adquisición de tierras la nacionalidad. Aunque nada supera la política comercial proteccionista, que esgrimiendo defender la “industria nacional” solamente beneficia a un puñado de empresarios con acceso al poder mientras encarece el costo de vida al resto de nosotros.

Cuando uno se enfrenta a discursos pomposos, que proponen batallas épicas, y prometen lo imposible, es muy probable que detrás de tantas palabras se escondan otros intereses y otros objetivos de los que públicamente exponen, es así que el kirchnerismo necesitó crear un relato para justificar algunos de los privilegios más injustos, y las medidas más autoritarias. En nombre de sus propios intereses, y de nadie más.