Por: Adam Dubove
Desde la llegada de Mauricio Macri a la jefatura de gobierno en el 2007, la carga impositiva sobre los ciudadanos no dejó de aumentar. El gobierno del PRO le ‘regaló’ a los porteños nuevos impuestos, como el impuesto de sellos sobre la compraventa de 0 KM, el impuesto a la nafta, o el nuevo impuesto sobre las calcomanías pegadas en las vidrieras de locales comerciales. Por otro lado, los aumentos del ABL, Ingresos Brutos y Patentes, entre otros tributos, impactaron de lleno en el bolsillo de los vecinos de la Ciudad, pero especialmente entre los comerciantes.
La gestión macrista se vanagloria de su voracidad fiscal. El propio Macri manifestó sin pudor que su objetivo es que la tasa anual de Alumbrado, Barrido y Limpieza represente el 1% del valor real de la propiedad. El dirigente que se dice opositor al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, con perspectivas de ser candidato a Presidente en 2015, ha decidido jugar bajo las reglas impuestas por el kirchnerismo.
El nuevo “impuesto a las calcomanías”, que entró en vigencia el día de ayer y grava a los locales que exhiban publicidad que pueda ser percibida desde la vía pública, no sorprende. Los comerciantes son los principales afectados, y en el resto de la sociedad reina una apatía generalizada ante la situación de gravedad institucional que se vive a nivel nacional.
Mientras tanto, los inspectores que circulan por las calles de la Ciudad hambrientos por aumentar sus niveles de efectividad se convierten en palos en la rueda para el desarrollo de individuos que viven del intercambio pacífico de bienes y servicios.
Este impuesto, además de significar una pérdida en la competitividad en los comercios, representa una serie de contradicciones entre lo que dice el Jefe de Gobierno y lo que hace en la práctica. Mientras que desde el Gobierno de la Ciudad se realizan campañas de concientización acerca de los “derechos del consumidor”, este nuevo impuesto desincentiva la colocación de calcomanías en las vidrieras de los locales. Estas calcomanías le informan al consumidor acerca de las promociones vigentes, los medios de pago aceptados, o cualquier otra información relacionada a los servicios y facilidades que ofrecen. Es decir, además de atacar al comerciante, este nuevo impuesto perjudica a los consumidores, ya que los priva de estar informados acerca de las características particulares que ofrecidas por los comerciantes.
Menor competitividad, mayores costos y menor información no son las únicas consecuencias de un nuevo impuesto. La corrupción es proporcional al tamaño y prerrogativas del Estado. Con este nuevo impuesto se le está abriendo la puerta a más pedidos de coimas, con los que los comerciantes ya están acostumbrados a lidiar. Sólo cuando la burocracia política tenga menos herramientas para ser corrompida, será menor la corrupción. El ejemplo está claro en la gestión nacional del kirchnerismo. Imponen permisos para exportar y estos son negociados en el mercado, imponen un modelo de sustitución de importaciones y florece el capitalismo de amigos, reparten publicidad oficial y se multiplican los periodistas militantes.
Para agravar la situación, el Gobierno de la Ciudad decidió dejar la recaudación de este nuevo tributo en manos de SEMCOR SA, una empresa que se dedica a la misma actividad o similares en otros distritos, y que fue cuestionada por irregularidades. En la Municipalidad de Mendoza, la empresa fue denunciada por hacer liquidaciones incorrectas cobrando sumas que no debía cobrar, además de violar garantías procesales de los supuestos morosos.
Las calcomanías en las vidrieras probablemente no desaparezcan, en los últimos años predomina la diferenciación a través de promociones y ofertas especiales, y para esto es importante ofrecerle a los consumidores la información antes de entrar al local. Sin embargo, es también probable que haya menos calcomanías y menos vidrerias en un contexto en el que la presión impositiva y regulatoria, y la inflación, lleva a muchos comercios a bajar sus persianas de forma definitiva.
La creatividad de la clase política para encontrar nuevas fuentes de ingresos a las arcas estatales, parasitando inescrupulosamente a toda la sociedad, es una cualidad generalizada de los gobiernos. Macri no es la excepción, y de no reaccionar, podría terminar hundiendo a la ciudad junto a sus expectativas electorales futuras.