Por: Adrián Ravier
“¡Los mismos que nos dijeron durante diez años que el dólar valía un peso, son los que hoy nos quieren convencer de que vale 13!”, fue la frase arrojada por Kicillof ante el lógico pedido de la prensa de hacer preguntas tras el anuncio del Jefe de Gabinete acerca de la flexibilización cambiaria. Un par de días más tarde, en la ya famosa entrevista que Kicillof ofreció a un diario alineado al oficialismo, éste planteó que el tipo de cambio adecuado para los objetivos del gobierno era de $8. Lo que Kicillof nunca explicó es por qué el tipo de cambio a $13 le parece exagerado, y por qué un tipo de cambio a $ 8 le parece adecuado. Mi análisis de la situación, se resume en una palabra: “arbitrariedad”.
Lo cierto es que para conocer cuál es el precio libre de un mercado, se requiere permitir que las personas interactúen libremente en ese mercado. Si restringimos un mercado, entonces ya no tendremos un precio libre, sino un precio intervenido, el cual se sostendrá en la medida que pueda mantenerse la intervención y sus costos. Con un mercado desdoblado, tenemos que hacer dos análisis distintos. En el caso del mercado “oficial”, tenemos que comprender que el gobierno puede obligar al sistema bancario argentino a vender “sus” reservas al precio que desee. En este caso, Kicillof eligió $ 8, y una forma de comprender la arbitrariedad y lo infundado de esa decisión es cómo el BCRA debe intervenir diariamente perdiendo reservas para que su precio no se eleve. En el caso del mercado informal o “blue”, la oferta y demanda restringida de aquellas personas físicas y jurídicas -que podemos definir como “no privilegiados”- y que no pueden acceder a la arbitraria y baja cotización oficial, han fijado un precio de equilibrio en torno a los $ 13.
Necesito aquí hacer un paréntesis. Nótese la arbitraria pretensión de nuestro Ministro de Economía de prohibir a las empresas que compren divisas, si éstas no son importadoras –está claro que si son importadoras igualmente hay trabas-, con la cuasi-obligación keynesiana de que éstas reinviertan el dinero y eviten su atesoramiento. El origen del inmoral control estatal del dinero de las empresas parte sin dudas de la creencia marxista-keynesiana que sigue Kicillof de creer que un “fin superior” –quién sabe cuál es en este caso- está por encima de las libertades individuales. Lo cierto es que estas personas físicas y jurídicas, aún violando la “legislación de turno” –no puedo decir “ley”- se animan a comprar divisas a precios elevados -en relación con el dólar “ahorro”- porque tienen expectativas lógicas de que la depreciación del peso será más elevada aún que el diferencial que están pagando en la compra de la divisa.
El problema que surge aquí es que al comparar el circulante con las reservas netas del BCRA, llegamos a la conclusión de que hay más de $20 por cada dólar, lo que implica que las presiones sobre el dólar “blue” continuarán hacia arriba. Más aún en un contexto en el que el BCRA ha perdido toda independencia y sólo monetiza los déficits fiscales del gobierno, el que a su vez se resiste a achicarlo. Esto garantiza un contexto en el que las reservas caen, pero además el circulante en pesos se amplía. La suba constante del dólar “blue” en los últimos meses nos muestra en definitiva la evolución alcista de las expectativas de la gente que fácilmente toma conciencia de la situación real que el gobierno intenta ocultar. Al margen, hay que señalar que la flexibilización cambiaria y el dólar oficial a $ 8, abren aquí un primer negocio “especulativo” en una clase media o clase media alta que se ve beneficiada por la arbitrariedad del gobierno y puede comprar el “dólar ahorro” a $ 8 para venderlo en el mercado informal a $ 13.
¿Por qué Kicillof entonces plantea este desdoblamiento ante su evidente fracaso? Porque en los próximos meses llegarán las cosechas y el BCRA enriquecerá nuevamente sus reservas con nuevas divisas de los expoliados productores agropecuarios argentinos. Numerosos analistas concluyeron que ni siquiera esos “impuestos” podrán saldar las pérdidas de reservas de los meses previos, pero de poco importa esto, si el saldo que se pierde no compromete el objetivo principal que es llegar a 2015 sin el requerido “ajuste”. Una vez más, el gobierno argentino intentará patear los problemas a sus sucesores. La crisis estallará tarde o temprano, sea en manos de Kicillof, o de su sucesor, pero está claro quiénes serán los responsables. A Kicillof le agrada comparar el noventismo menemista con el kirchnerismo. No toma conciencia que aquellos errores del “neoliberalismo” los está repitiendo. Después de todo, los mismos que le decíamos a Menem que el dólar no valía $1 somos los que ahora le decimos a Kicillof que no vale $ 8.