Por: Adriano Mandolesi
En el plano internacional, el futuro que parecía inminente ha llegado. Tras la crisis que se desató en los mercados financieros hacia 2008, con evidentes y graves consecuencias en la economía real, los bancos centrales de las principales economías mundiales respondieron inyectando grandes cantidades de liquidez. Esta medida, oportuna en su momento, no es sostenible en el largo plazo y la Fed plantea reducir estos estímulos situación que presionará sobre el precio de los productos agrícolas responsable en parte de la fuerte expansión de la provincia de Santa Fe durante la última década.
Además, más allá del impacto sobre los mercados financieros, una suba de tasas podría afectar negativamente las economías en recuperación (como es el caso de los países periféricos de Europa o una China que no logra aún superar una desaceleración en su crecimiento) y acentúa problemas estructurales que algunos emergentes no lograron superar. Tal es el caso de Brasil, el principal destino de las exportaciones origen santafesino, que hoy enfrenta las consecuencias de este escenario global.
Ante este panorama internacional, Argentina muestra una economía que durante el primer semestre logró salir de la recesión impulsada principalmente por una reactivación del sector automotriz, una campaña agrícola aceptable y un creciente gasto público. Reactivación que de todas formas no deja de desnudar los serios problemas estructurales que presenta la economía con la caída sistemática de reservas, la inflación creciente, el cepo cambiario y la caída de la inversión.
De cara a los próximos meses se espera que los aumentos salariales del orden del 24% en promedio en dos tramos que surgieron de las paritarias permitan alimentar el consumo de corto plazo, pero ante el fracaso de las políticas antiinflacionarias, principalmente el congelamiento y control de precios, se transformarán en un “boomerang” en el último trimestre del año post elecciones, con expectativas de inflación que -según la Universidad Di Tella- superan el 35%.
Estos datos se alejan de las cifras presentada por el IPEC, que para la provincia de Santa Fe estima una inflación anual apenas del 13% para el mes de mayo (en sintonía con los datos del INDEC), números que contrastan con los presentados respecto a las finanzas de los gobiernos provinciales de Santa Fe y Córdoba, que muestran:
- ingresos tributarios para el mes de abril que se incrementaron en un 35%;
- un costo salarial de la estructura gubernamental provincial que se elevó un 24% (por incrementos salariales y nómina de planta);
- en definitiva, un gasto total que aumentó en un 26% respecto del año pasado.
Considerando que la actividad económica no presenta un dinamismo que explique los mayores ingresos, los números revelan una dura realidad: la presión fiscal alcanza niveles preocupantes, amenazando con ahogar empresas, productores y – por derrame – la población de la Región Centro.
En tanto el gasto público récord, ningún gobierno subnacional recaudó y gastó tanto como los actuales, erogaciones que no se traduce en acciones que permitan el desarrollo de las economías de la región, mejoren la competitividad o permitan una mejor calidad de vida a la población. Una verdad que reclama la sociedad y demuestran las demoradas y paralizadas obras en materia de infraestructura energética, vial y de acceso a la vivienda.
En síntesis, las perspectivas para la región son preocupantes. Fuimos testigos de un fuerte efecto riqueza vía precios que parece llegar a su fin en momentos donde la elevada presión tributaria sobre el bolsillo de los ciudadanos, el fuerte aumento del gasto público (sin inversión) no parece dar respuesta a los problemas que se reclaman: mayor seguridad, mejor infraestructura, acceso a la vivienda, en definitiva políticas que piensen en el largo plazo y mejoren la calidad de vida.