Por: Alberto Valdez
Se ha puesto de moda en la redes sociales la comparación entre el futuro rol del teniente general César Milani con el del presidente de la Asamblea Legislativa venezolana, Diosdado Cabello, el representante más cabal de las Fuerzas Armadas dentro de la estructura de poder del sistema bolivariano. Obviamente, el paralelismo es exagerado ya que el chavismo nació de la mano del factor militar y siempre gobernaron juntos. Son lo mismo, dato que no se ha registrado en la génesis ni en el proceso de acumulación de poder del kirchnerismo.
Néstor Kirchner inició su consolidación política en 2003 con una alianza muy solida con los organismos de derechos humanos en detrimento de las FFAA por su participación durante la guerra sucia de los años ’70. Horacio Verbitzky hizo las veces, desde la presidencia del CELS, de “comisario político” a la hora de las promociones y ascensos dentro de cada una de las tres fuerzas. Diseñó el primer cambio de cúpulas con una purga inédita de generales, brigadieres y almirantes una vez que Eduardo Duhalde le entregó la banda presidencial al santacruceño.
Desde la llegada de Nilda Garré al Ministerio de Defensa la influencia de Verbitzky se fue profundizando de tal forma que era “el jefe de la cartera en las sombras”. Puso a hombres de su confianza en secretarías y subsecretarías y además realizo una limpieza implacable cada vez que el Poder Ejecutivo enviaba al Senado el pliego de ascensos de oficiales superiores. Con mucha arbitrariedad mandó a sus casas a cientos de uniformados ante el simple indicio de alguna denuncia en su contra por violación a los derechos humanos o por ser hijos de militares que por razones generacionales estuvieron en actividad entre 1976 y 1983.
Al calor de esas purgas se fue posicionando un coronel del arma de ingenieros, con especialidad en el área de inteligencia. En 2007 Milani supo ganarse la confianza de Garré cuando descubrió una conspiración de Aníbal Fernández con el general Osvaldo Montero, ex jefe de inteligencia de la fuerza, para quedarse con la cartera de Defensa. Nilda logró fortalecerse en el inicio del primer mandato de CFK y el actual jefe del Ejército inició una meteórica carrera dentro del Ejército y en la estructura de poder del cristinismo.
Con gran habilidad Milani, de origen peronista, comenzó a ganar influencia política en el entorno de la presidenta. A través del actual titular del Estado Mayor Conjunto, general Luís María Carena, construyó un sólido vínculo con Carlos Zannini. Resulta que el secretario legal y técnico y Carena tiene un vínculo familiar a través de sus mujeres. Rápidamente el funcionario más próximo a Cristina comenzó a escuchar al teniente general y le dio acceso al despacho presidencial.
De ahí a acceder a la jefatura del Estado Mayor de la fuerza solo restaba un pequeño esfuerzo. Resistió los embates en su contra de Arturo Puricelli, sucesor de Garré, y conspiró para que fuera desplazado de Defensa. Mucho antes de que la jefa de Estado anunciara la llegada de Agustín Rossi a la cartera que controlaba Puricelli, Milani ya se jactaba ante el generalato de su inminente promoción como titular del Ejército. Sabía que ese era su destino porque se había transformado en el principal proveedor de información calificada a CFK en lugar de la ex SIDE. La presidenta no disimulaba su fastidio con la eficiencia del aparato estatal de inteligencia. Situación que aprovechó con oportunismo el polémico general.
También el destino comenzó a sonreírle porque la jefa de Estado comenzó a replantear el posicionamiento político de su gestión frente las FFAA. El primer indicio se verificó en octubre de 2012 luego del triunfo de Hugo Chávez en los comicios venezolanos. Agradeció las palabras del bolivariano, que recordó a ella y a Néstor tras haber logrado la reelección, y admitió que le dio “un poco de envidia” el festejo en el Palacio Miraflores. “Yo veía por la televisión a militares venezolanos en la terraza de la Casa de Gobierno, agitando banderas. Sentí un poco de envidia, me hizo acordar al primer peronismo, el del 46, donde pueblo y fuerzas armadas estaban consustanciadas con un proyecto de país”, reflexionó sorprendiendo a propios y extraños.
La segunda evidencia de ese cambio en el relato se registró en abril, cuando por decisión presidencial 1200 efectivos del Ejército fueron trasladados a la ciudad de La Plata para colaborar “hombro con hombro” con los militantes de La Cámpora para ayudar a los damnificados de las inundaciones que golpearon duramente a la capital provincial. Una especie de “Operativo Dorrego” remixado que emocionó a la presidenta y le dio más espacio a Milani en sus aspiraciones de protagonismo político.
Pese a las denuncias en su contra por la desaparición de un soldado y por su abultado patrimonio que no puede justificar, el jefe de la fuerza a la que también perteneció Juan Domingo Perón llegó a teniente general y se ha convertido en un protagonista de la mesa chica de CFK, lugar privilegiado al que no accede cualquier dirigente político y mucho menos un militar.
Milani rompió el molde de sus antecesores desde 1983 y no le tiembla el pulso a la hora de exhibirse públicamente como un militante del kirchnerismo. Sus declaraciones en la entrevista televisiva que le realizó Hebe de Bonafini muestran un abrupto cambio de paradigma que nadie sabe a ciencia cómo va a terminar. ¿Se viene una politización en las FFAA o un mayor protagonismo militar en áreas de gobierno? Cualquiera de esas alternativas resultan más que inquietantes.