Por: Alberto Valdez
Para los kirchneristas la transición comienza recién en octubre de 2015 hasta que Cristina Fernández entregue el poder el 10 de diciembre. Sin embargo, ese proceso ya se ha iniciado luego de la derrota electoral de octubre del año pasado ya que en la Argentina no es sencillo para un gobernante terminar un mandato sin posibilidad de reelección. El fenómeno del “pato rengo” (lane duck) va a condicionar como nunca estos dos años que quedan de gestión.
El establishment del peronismo no oculta su preocupación por lo que vaya a ocurrir en los próximos comicios presidenciales. Conscientes del profundo deterioro de la administración de CFK, perciben que no va a ser sencillo que uno de ellos pueda desembarcar en la Casa Rosada a fin del año próximo. El consenso generalizado en los hombres del PJ es que Daniel Scioli es el gran favorito para suceder a Cristina si la climatología y el humor social se lo permiten.
Precisamente los últimos sondeos de opinión pública indican que la marca registrada del peronismo ya sufre un deterioro que puede influir en las elecciones presidenciales. En octubre del año pasado no sólo fue castigada en las urnas la figura presidencial sino que la mayoría de los gobernadores justicialistas fueron derrotados o sufrieron alarmantes pérdidas de votos. En Mendoza, Chubut, Santa Cruz, Jujuy, Catamarca y Buenos Aires se registró algo más que un llamado de atención. Y las malas performances en Tucumán, La Rioja, Misiones y Salta no fueron una excepción. Ni el rebelde José Manuel De la Sota pudo lograr la cantidad de votos que deseaba para lanzarse a nivel nacional.
Los líderes peronistas presienten que a este ritmo la sociedad puede volver a castigarlos como en 1999 cuando el rechazo a la figura de Carlos Menem premió a Fernando De la Rúa y dejó en el camino a Eduardo Duhalde a pesar de sus esfuerzos por diferenciarse del riojano. Scioli no quiere correr la misma suerte que el ex hombre fuerte de Lomas de Zamora pero tampoco quiere ni sabe cómo diferenciarse de Cristina. Además, la continuidad no parece ser la mejor estrategia para una campaña electoral con la sociedad muy enojada con el kirchnerismo.
Todo parece indicar que por ahí pasa la cuestión medular de esta transición: si la opinión pública vincula al Frente para la Victoria con el PJ los justicialistas estarán en problemas. Por eso Sergio Massa, más allá de su gaffe con la incorporación del desprestigiado Carlos Othacehé, viene haciendo enormes esfuerzos para no parecer peronista. Mauricio Macri, que en algún momento especulaba con seducir al PJ, ahora se presenta como candidato presidencial de una “tercera vía” sin peronistas ni radicales.
Pero Cristina planifica el último tramo de su mandato sin pensar mucho en la orientación política de su sucesor. Claro tiene problemas más graves que resolver como la inflación y la falta de dólares. Por eso ha decidido tomar medidas (suba de tasas y paritarias acotadas) que inevitablemente van a enfriar la economía y aumentar el mal humor social. Y para ello no escatima con “abrasarse” al peronismo para pagar juntos el costo político del ajuste.
Ella sigue gobernando con La Cámpora pero en cada cadena nacional se muestra con los gobernadores del PJ a su costado y con los dirigentes sindicales de la CGT oficial sentados en primera fila. Ha decidido dejar a Beatriz Rokjes de Alperovich en la presidencia provisional del Senado y se prepara para renovar las autoridades del Consejo Nacional del PJ con la presencia en la conducción de casi todos los mandatarios peronistas. La consigna parece ser “acá nos salvamos o nos hundimos juntos”, como una forma de evitar que el justicialismo se desentienda de la suerte de su gobierno.
Ni hablar del costo que deberán pagar los sindicalistas cercanos a la Casa Rosada como Antonio Calo (UOM), Gerardo Martínez (UOCRA), Andrés Rodríguez (UPCN) o José Luís Lingeri (Aguas) al cumplir la orden presidencial de cerrar acuerdos salariales por debajo de la inflación. Pero gobernadores, legisladores y dirigentes sindicales no tienen espacio para desmarcarse de CFK porque son rehenes de sus arcas exiguas que sólo puede auxiliar el Tesoro Nacional.
Por primera vez el PJ corre el riesgo de perder algo más que una elección presidencial. En estos dos años estará en juego aquel discutible slogan respecto a que la Argentina sólo puede ser gobernada por peronistas. ¿Tienen margen para salir ilesos? No será fácil pero la oposición también juega y no se destaca precisamente por su lucidez y vocación de poder. Pero Cristina al atarlos a su suerte puede arrastrar a los peronistas a una crisis con derrota. O como dicen en ese partido a llevarse puesto al PJ.