Por: Alejandro Bodart
El autor es candidato a presidente por el MST-Nueva Izquierda
Hace pocos días, con la participación de centenares de delegados de todo el país e invitados nacionales e internacionales, culminó nuestro 9º congreso nacional del MST-Nueva Izquierda. Allí constatamos que el giro económico y político del gobierno kirchnerista hacia la derecha, junto a una “oposición” que ofrece candidatos y propuestas aún más a la derecha, están dejando un gran espacio a izquierda.
En el contexto de una crisis capitalista que se profundiza día a día, ningún “presidenciable” -llámese Scioli, Macri, Massa, Sanz, Cobos o Binner- logra entusiasmar al pueblo trabajador. Es más que difícil encontrar alguna diferencia importante entre ellos, porque en esencia son lo mismo: la vieja política. De cara al 2015, este panorama ofrece una oportunidad política y electoral inédita para la izquierda.
Con esta lectura de la situación es que venimos proponiendo la unidad de toda la izquierda política y social en base a un acuerdo programático por cambios de fondo, así como un mecanismo democrático concreto para resolver las cuestiones de candidaturas: ir todos juntos a las internas abiertas y que allí el voto popular ordene las listas.
Si los tres principales espacios de la izquierda política y social, es decir el FIT, Unidad Popular y nuestro MST-Nueva Izquierda confluyéramos en un mismo frente, en el país se provocaría un verdadero terremoto político. Así, la izquierda sería un polo de atracción para millones de trabajadores, jóvenes y sectores medios, y estaríamos en condiciones de disputar de igual a igual con todos los candidatos del sistema.
Pero no. Por razones de mezquino personalismo o sectarismo estructural, Altamira y el FIT han rechazado nuestra propuesta. Lamentablemente, es una vieja izquierda que en vez de apostar a construir un movimiento político amplio que se postule para gobernar el país prefiere restringirse a una cooperativa electoral cortoplacista para sacar algún cargo más.
Nuestro proyecto estratégico es otro, anticapitalista y ecosocialista. El de una nueva izquierda que no se limite a lo testimonial, sino que avance a constituir una opción de poder. El de una nueva izquierda a nivel programático, que a las banderas rojas de los reclamos sociales le sume con fuerza los reclamos ambientales y de género. El de una nueva izquierda también en lo metodológico, que sepa construir unidad en la diversidad, sin pensamiento único y donde se pueda trabajar con diferencias.
Con ese norte, en la coyuntura reiteramos nuestro llamado a UP, Patria Grande y otras fuerzas a concretar una alternativa electoral unitaria para el 2015 y, en caso de existir divergencias en las candidaturas, a que utilicemos las PASO para que la gente con su voto ordene las listas. Esta definición debería acelerarse, ya que en la Ciudad de Buenos Aires y otros distritos posiblemente se adelante la elección.
De todos modos, haya frente o no, junto a mi compañera Vilma Ripoll acompañándome en la fórmula presidencial como vice, y con personería ya en 20 provincias, vamos a dar la batalla político-electoral con toda fuerza. En ese sentido, en este país es urgente terminar con todos los privilegios de los políticos y las corporaciones para las cuales gobiernan, mientras condenan a los trabajadores y al pueblo a la miseria.
Basta de privilegios a los banqueros y de que la renta financiera siga exenta mientras el salario paga Ganancias. Pagar la deuda interna, no la externa. Basta de leyes para Barrick Gold y su megaminería, Monsanto y sus agrotóxicos, Chevron y su fracking contaminante e IRSA y su cementación urbana para negocio inmobiliario que nos deja sin verde. Democratizar todo: que los jueces y comisarios sean elegidos por voto popular. Basta de prebendas a los burócratas sindicales y de subsidios del Estado a la Iglesia. Que todos los funcionarios políticos ganen como un docente, se atiendan en hospitales públicos, eduquen a sus hijos en escuelas públicas y sus cargos sean revocables si no cumplen. Queremos cambiar todo. Y llegamos para quedarnos.