Furtwängler y Mahoma

Alejandro Marambio

Human beings can alter their lives by altering their attitudes of mind”.
William James

A primera vista, Gustav Heinrich Ernst Martin Wilhelm Furtwängler, compositor alemán, probablemente el más grande Director de Orquesta del siglo XX, y Abu l-Qāsim Muḥammad ibn ʿAbd Allāh al-Hāšimī al-Qurayšī o simplemente Mahoma, aquel caravanero de escasos recursos económicos, analfabeto devenido en profeta del Islam, que tuvo presuntas revelaciones divinas a inicios del siglo VII de nuestra era, no tienen nada en común, pero veremos que no todo es lo que aparenta ser.

Furtwängler era un humanista y un místico, cuando interpretaba una obra musical entraba en una especie de éxtasis, a tal punto que hasta parecía que un espíritu lo poseía por los movimientos que realizaba al dirigir, vivía internamente e intensamente lo que la música es, uno de los métodos más eficaces y largamente utilizados a lo largo de la Historia y en todas las culturas, para entrar en Estados Alterados de Conciencia (EAC). Podemos decir que se conectaba con el Mundo de las Ideas que narrase Platón, ese bello, perfecto y prístino mundo cuya realidad está fuera del tiempo y espacio. Mundo que no se puede percibir por medio de los sentidos materiales, por ello mundo inteligible, y que se contrapone en su Teoría de las Formas al mundo material, visible, por ende al mundo sensible siendo este es el núcleo de la filosofía platónica, porque las ideas son la estructura, los modelos a partir de los cuales se basan las cosas físicas, que no son más que copias imperfectas de aquellas y por ende perfectibles, como las viejas obras musicales que Furtwängler hacía nuevas.

Mahoma a su vez también entraba también en largos procesos reflexivos, y solía ir a una cueva a meditar, es precisamente en la cueva de Hira, cerca de La Meca, donde recibe sus revelaciones, según se afirma, del arcángel de la tradición judeocristiana, Gabriel. Esto ocurre en el año 610 de nuestra era y el mismo Mahoma describió esta visión de Gabriel como un mandato que se le diese para memorizar y recitar los versos enviados por Allah que se materializarían años mas tarde en el Corán. 10 años después Mahoma hace un “viaje” en una noche que es conocida como Isra y Miraj. (Isra porque se trataría de un “viaje milagroso” (hoy diríamos desdoblamiento) en el que el profeta va de La Meca hasta Jerusalem. Este desdoblamiento habría sido seguido por el Miraj, esto es, su ascensión al cielo, donde recorrería –según relata- siete cielos (siguiendo el arquetipo de los 7 cielos entre los iniciados de Mitra, en el Judaísmo, en el Budismo -los 7 pasos de Buda- e incluso las 7 muescas chamánicas y los 7 bancales del Zigurat sumerio). Mahoma en ese viaje se habría comunicado con profetas que le precedieron, como Abraham, Moisés o Jesús, según la tradición islámica.

Volvamos ahora a Furtwängler, este creía –como Nietzsche- que la Música era lo que más se acercaba a la idea platónica de Belleza y por tanto su mayor premisa en cada interpretación era buscar la fusión entre los impulsos artísticos apolíneos y los dionisíacos, buscar la Unidad del hombre, no separado ya entre materia y espíritu, entre cuerpo y alma. Así puesto que la música son también relaciones matemáticas plasmadas en una partitura, Furtwängler sostenía que el Acto Creador va desde dentro hacia fuera, delineando la obra, como una isla de la que desde lejos solo se aprecian los contornos y poco a poco al acercarse el artista va viendo con claridad el interior mientras va creándolo, imaginándolo a la vez tal como decía Borges que era el proceso creativo del escritor, tomar una idea y plasmarla pero sin ver su totalidad, entonces para Furtwängler ese proceso que realiza el compositor, era el mismo que debía realizar el interprete, sumergirse en el caos inicial tomando solo una idea, aplicando la razón a la misma y así surgia la obra, es un proceso psíquico, inconsciente, que debe ser concebido en Libertad porque si no, si sólo se interpretaba una Sinfonía siguiendo un movimiento autómata y mecanicista, se estaba traicionando al compositor primario, traicionado al Creador mismo de la obra, porque cada pieza era un continuo en perpetua formación, porque si el tempo lo encasillamos, lo terminamos matando, el tempo entonces debía fluir en plena libertad para que el interprete actualice y se haga parte del momentum mágico de la primera y original creación.

En el islam ocurre algo similar, todo lo que Mahoma vivió y sintió si hacemos fe en sus palabras, que se plasmó en el Corán, debiese ser interpretado, actualizado, como de hecho lo intentó en el siglo VIII la Escuela coránica Mu´tazili, coincidiendo curiosamente con la expansión del islam y con un impresionante avance a la vez que hiciesen musulmanes en todas las Artes y las Ciencias. Lamentablemente no prevaleció esa Escuela sino que rígidas interpretaciones literalistas, que fueron contemporáneas de la Escuela Mu’tazili representadas por la Escuela Hanbalí, y que consideran una herejía que el interprete tenga libertad para interpretar el Corán. Es en el seno del Hanbalismo de donde surgiría con los años el Wahhabismo, que unido al fracaso de los nacionalismos árabes seculares tras la Guerra de los Seis Días, ha potenciado desde los ’70 las interpretaciones más fundamentalistas y por lo mismo rígidas y primarias, donde la razón no tiene cabida, del islam y que es el sustento ideológico que nutre hoy al Estado Islámico, Hamas, Al Qaeda, y una multitud de movimientos que aunque el resto del planeta veamos como terroristas, en su mentalidad están del todo apegados a la letra y no al espíritu con que se hizo la obra coránica.

Lo sagrado y mágico del Corán, entregado en teoría a la humanidad para su felicidad, con una interpretación autómata y mecanicista pierde precisamente toda humanidad, se vuelve vacía, tosca, y en manos de fanáticos, extraordinariamente peligrosa para el devenir de la Civilización que necesita, con urgencia mas Furtwängler y menos autómatas.