Europa ha sido, otra vez, atacada por el terrorismo islámico.
No ha sido un ataque más, se ha querido acabar con la libertad de expresión, pilar de la democracia y uno de los derechos humanos fundamentales, de ella deriva la libertad de prensa, es decir de imprimir y publicar lo que uno quiera y sobre lo que se quiera. Pero también, y particularmente en Francia, la libertad de expresar tus ideas, como sea que quieras expresarlas, es parte de su esencia histórica, fue parte de su Revolución y está presente en el legado filosófico-político francés al mundo, con Montesquieu, Rousseau y Voltaire a la cabeza de las ideas de libertad.
Este último crimen no se trata entonces sólo de unos asesinatos más del islam, sino que fue, por sobre todo, un ataque al libre flujo de las ideas y, en suelo galo, es violar su alma misma; de allí que espontáneamente miles y miles de ciudadanos han salido en toda Francia y Europa a manifestarse en silencio contra esta barbarie, que ha sido seguida por otro crimen en contra de una mujer policía, perpetrado por otro inmigrante islámico, lo que aumenta a tres el número de policías muertos en 24 horas y 10 civiles, todos a manos del islam, incluyendo la plana mayor y al mismísimo director del semanario Charlie Hebdo, Stéphane Charbonnier, Charb, quien fue uno de sus más brillantes caricaturistas.
La sátira que representa el Semanario Charlie Hebdo, responde a una larga tradición de semanarios y publicaciones irreverentes, iniciada en Francia a fines del siglo XVIII precisamente con su Revolución y reforzadas con la Constitución de 1830 o de las “Trois Glorieuses”, que abolió la censura. Sin embargo, los orígenes de la sátira como género literario se remontan a Grecia con Arquíloco de Paros, Semónides, Aristófanes, pero produce su desarrollo más fecundo en Roma, con Horacio, Juvenal y Marcial entre otros.
La sátira es un estilo, una forma de expresar una crítica social, una denuncia moral, pero con buenas intenciones, sea aumentando o disminuyendo características del sujeto u objeto criticado, sea por analogía, parodia, sarcasmo o ironía. Recordemos que este último recurso, la ironía, fue prohibida por una fatwa, siguiendo al Ayatollah Jomeini que condenó a muerte a Salman Rushdie por sus Versos Satánicos, en 1989.
La prensa republicana francesa ha conocido esa tendencia a la sátira que ha sido muchas veces ofensiva a todo tipo de ideas, grupos, ideologías, religiones, etc. desde 1823 año en que se funda el Semanario satírico Le Corsaire, considerado el primero del siglo XIX, al cual le seguirían Le Figaro en 1826, La Silhouette en 1829, La Caricature en 1830, La Glaneuse en Lyon en 1831, Le Charivari en 1832, Le Revenant en 1832, Le Brid’Oison en 1832, La Charge en 1832, Le Nain Jaune entre 1863 a 1876, La Lune entre 1865 a 1868, L’Éclipse entre 1868 a 1876, Le Grelot entre 1871 a 1903, La Petite Lune entre 1878 a 1879, Monde Plaisant entre 1878 a 1885, Les Hommes d’aujourd’hui entre 1878 a 1899, etc.
Esta verdadera ‘Escuela Francesa de la Sátira’ que ha ironizado con todos los colores políticos, todos los credos, todas las instituciones, tiene un caso dramático en el Judaísmo: el semanario humorístico Le Rire fundado en 1894 y que se mantuvo vigente hasta los años ’50, fue uno de los causantes con sus sátiras sobre los judíos, de la ola de antisemitismo que tuvo lugar en París, con el llamado “affaire Dreyfus”, y sus subsecuentes olas de manifestaciones que influyeron de forma decisiva a su vez en Theodor Herzl para concluir que debía resolverse el problema judío y que la única forma de sentirse seguros y a salvo era retornando, tras un largo exilio, a su milenaria tierra de Israel.
En el siglo XX crece la aparición de la prensa satírica con L’Assiette au beurre, fundado en 1902, con Les Hommes du jour, (1908 a 1919) y en plena Primera Guerra Mundial, en 1915 aparecen Le Canard enchaîné, (vigente hasta hoy), La Baïonnette, Le Crapouillot, Hara-Kiri (de 1960 a 1985). Minute (1962), Siné Massacre (1962-1963), L’Enragé (1968), La Grosse Bertha (1991-1992 y el atacado Charlie Hebdo (1970).
El mismo siglo XX verá, con la aparición del Cine una de las más arriesgadas y bien elaboradas sátiras en la película El Gran Dictador, en que Charles Chaplin se burla de Hitler (1940), y más adelante en el Reino Unido con el grupo The Monty Python, que llegarán a ironizar sobre el contexto de la vida de Jesús en Monty Python’s Life of Brian (1979), así como de sus propias leyendas en Monty Python and the Holy Grail (1975).
Y en Literatura la obra de Aldous Huxley y la de George Orwell es una sátira de la sociedad de nuestro tiempo.
Por lo tanto, la sátira ha estado siempre presente en el acervo cultural de Occidente y es además la base de la libertad de expresión, ¿cuál es el problema entonces? El problema es el islam. El problema es un porcentaje significativo de musulmanes incapaces de ironizar sobre sus figuras religiosas, por lo tanto incapaces de autocritica, pero que además están decididos a tomar las armas para lo que consideran “defender el honor del Profeta”, o “servir a Allah”, esos son los que asesinan a bellas y pacíficas personas gritando “Allahu Akbar”, sin embargo incomodan y preocupan más todos los otros musulmanes que por una parte dicen “eso no es el islam”, y por otra defienden con su silencio cómplice un sistema cerrado, concebido para evitar la sana critica, la lógica, la razón, y que por lo mismo permanece anquilosado en el tiempo desde el siglo VII de nuestra Era, sin ninguna evolución significativa. Antes bien, los pocos intentos de modernización del islam han sido barridos por los teólogos y sus partidos islamistas, incluso en la Turquía de Atatürk.
No se equivocó entonces Stéphane Charbonnier cuando advertía que Charlie Hebdo era la esencia de la libertad y que si censuraban la sátira hoy, terminarían censurando la prensa docta y luego todo lo demás, acabando con la civilización que tanto y tanto ha costado a tantas generaciones de luchadores por la libertad, la democracia y la república.