Por: Alejandro Radonjic
El 27 de octubre se realizarán elecciones legislativas en el país. Como siempre, estos comicios suelen interpretarse como un plebiscito de la gestión del Gobierno Nacional y se compara, por ejemplo, con cuántos votos perdió o ganó desde la elección nacional de dos años antes. Casi siempre el porcentaje de votos que el oficialismo obtiene en las legislativas es menor que en las presidenciales porque el voto tiende a fragmentarse más.
Pero, más allá de esta lectura política, hay mucho poder real en juego en octubre. Concretamente, como indica la Constitución, se renueva la mitad de la Cámara de Diputados (127 legisladores) y un tercio de la Cámara de Senadores (24 legisladores). Actualmente, el oficialismo (entre propios y aliados) cuenta con mayorías en ambas cámaras. Por eso controla el quórum y logra aprobar las leyes que quiere.
¿Se mantendrá este juego de fuerzas en el período 2013-2015? No es una pregunta menor. Si el oficialismo mantiene su predominio, podría seguir aprobando sus proyectos. También podría hacer naufragar cualquier intentona opositora de abroquelarse, al estilo del Grupo A, y poner al Gobierno a la defensiva y obligar a la presidenta a recurrir al infeliz veto, como ocurrió con el 82% móvil para los jubilados. Además de mantener este predominio estratégico, el Gobierno podría ponerle paños fríos a la idea de “final de ciclo” que instalan desde la oposición. Cuando un Gobierno pierde las elecciones de medio término, casi siempre preanuncia una derrota futura en las presidenciales. Eso pasó en 1987-1999 y 1997-1999, pero no en 2009.
Entonces, ¿cómo será el Congreso 2013-2015? Empecemos por la Cámara Baja. El oficialismo cuenta con un bloque de 130 legisladores. Ese fue el número de votos afirmativos que obtuvieron las leyes medulares de la “democratización de la Justicia”. El acuerdo con Irán obtuvo 131. Es una mayoría muy estrecha, y prueba de ello son los malabares que debieron hacerse para obtener quórum para comenzar el debate sobre el acuerdo con Irán. Según cálculos de la revista El Estadista, el oficialismo pondrá en juego 45 de esas 130 bancas.
Pocas. ¿Por qué? Porque renuevan los que ingresaron en 2009, cuando el oficialismo hizo una elección mediocre. De esos 45, 33 son puros (es decir, integran formalmente la bancada del FpV) y 12 son aliados. La madre de todas las batalla será, como siempre, Buenos Aires, donde se renuevan 35 bancas: allí, el oficialismo debe renovar 11 bancas (10 puras y una aliada). Será un distrito clave. Entre los distritos más grandes, la situación del FpV es holgada en la Ciudad (sólo renueva un aliado), Córdoba (renueva un puro) y Mendoza (un puro). Más difícil es el escenario en Santa Fe, donde renuevan dos puros (entre ellos, el jefe de bloque, Agustín Rossi) y un aliado. En síntesis, el oficialismo tiene un dato a favor (no renueva tantos legisladores) y uno en contra (su mayoría actual es muy ajustada). Aun si perdiera la capacidad de imponer quórum (129), parece difícil que la oposición obtenga una masa crítica como la de 2010-2011 que lo ponga al oficialismo contra las cuerdas.
Pasemos al Senado. Sólo habrá elecciones a senador en ocho provincias. En la Cámara Alta, el bloque oficial, entre puros y aliados, consta de 39 miembros, sólo dos más de los requeridos para obtener quórum y aprobar proyectos de mayoría simple. Muchos se acordarán de qué paso cuando, allá por 2008, la votación terminó 36 a 36, y tuvo que desempatar el vicepresidente. En octubre, el oficialismo pondrá en juego 10 senadores puros y 5 aliados sobre 24 que renuevan. Es un número alto. Es más fácil hacer una predicción porque el partido más votado en la provincia se lleva los dos senadores de la mayoría y, el segundo, el restante. Para el oficialismo, los distritos más complicados son la Ciudad (donde renueva Daniel Filmus) y Entre Ríos, donde le expiran dos mandatos. En cambio, en la provincia de Salta podría ganar uno o dos, ya que actualmente no tiene senadores por ese distrito. En las restantes seis provincias, la clave pasará por renovar los bancas propias o, cuanto menos, que las que pierda queden en manos de partidos provinciales aliados, como el Movimiento Popular Neuquino.
En síntesis, podemos decir que el Gobierno pone en juego sus mayorías en ambas cámaras del Congreso. La hipótesis más fuerte por estos días es que el oficialismo haga una elección similar a la de 2009, es decir, que obtenga entre 30-35% de los votos a nivel nacional. Con esos números, es probable que el oficialismo logre evitar una recaída como la de 2010-2011 y quedar a la defensiva. Incluso, con una buena elección en Buenos Aires, podría tener números suficientes como para seguir imponiendo su agenda propia en Diputados y en el Senado, en tanto y en cuanto su bloque no caiga por debajo de las 37 lealtades. Ahora bien, ni el cálculo más optimista espera que el oficialismo se acerque a los 2/3 que precisa para proclamar la necesidad de reformar la Carta Magna. “Cristina eterna” irá a parar, junto a la “re-re” menemista, al baúl de los recuerdos.