Por: Alejandro Radonjic
Jorge Capitanich asumió la Jefatura de Gabinete. Enfrenta desafíos grandes y en algunos casos, urgentes (sobre todo en el área económica). Tiene experiencia en la gestión ejecutiva y ocupó el mismo cargo en un momento mucho más crítico que el actual, y en el cual, junto a otros, comenzó a cimentar la recuperación del infierno del 2001.
Tendrá, a diferencia de sus antecesores, más poder decisorio y ejecutivo. Todo indica que Cristina le dará amplios márgenes de acción, y él no se rehusará a usarlos. Hiperactivismo y, a tono con la época, reflejado al instante por los medios tradicionales y los más modernos. Cristina debe tener una actitud más pasiva por su salud y encontró en Capitanich alguien en quien puede confiar y delegar funciones y, al mismo tiempo, darle más activismo y coherencia a la gestión nacional.
Operará como un intermediario entre Olivos y el Gabinete, y acercará ideas. El “Coqui” tendrá un vínculo con los ministros más parecido al que solía tener Néstor con ellos, es decir, estará muy encima de los temas y de la letra fina de las negociaciones. Cristina no eligió a otro gobernador con laureles electorales, como Sergio Urribarri, el elegido de los sectores más radicalizados del FpV y con quien Cristina también tiene buena sintonía personal. Es un dato de cómo quiere y piensa Cristina transitar sus próximos (y últimos) años en el poder. Capitanich tiene un perfil más técnico y menos épico que Urribarri. Más que un “soldado del proyecto”, luce como un general con agenda, un rumbo definido y ahora, con caballeriza.
Es, como buen peronista, pragmático, y acaso su trayectoria política sirva de testigo. Pragmático y “sin anteojeras” (Cristina dixit) como el cambio que insinúa, y seguramente profundizará, el Gobierno en materia económica. Y también política: habrá menos confrontación e intensidad política. Irá menos a 6,7,8 que su antecesor. Las reuniones con gobernadores de otro signo político van en esa dirección. Su designación, en el marco del cambio de Gabinete, desactivó las hipótesis de “chavización” o de que el kirchnerismo dejaría, como los rusos, “tierra arrasada” para quien llegue en 2015. Eso explica el optimismo empresario y la desorientación opositora.
Por supuesto, la coyuntura económica precisa, más que voluntarismo, soluciones concretas y distintas, en muchas casos, a las aplicadas hasta el momento para sostener el nivel de actividad y el consumo privado (que siguen siendo muy elevado), solucionar algunas tensiones que viene de lejos (inflación) y evitar cimbronazos o golpes de mercado. Hay problemas crecientes en varios frentes. La intención es, también, dejar un legado más visible en algunas de las áreas más cuestionadas de la gestión de los últimos tiempos: transporte público interurbano (trenes, básicamente) y energía. Para mejorar se necesitan voluntad y dólares. La primera está y los segundos se están buscando. Será necesario, además, que haya sintonía fina entre Capitanich y los ministros para evitar que la gestión se faccionalize y cada uno haga su propio juego. La gestión es su apuesta.
La designación de Capitanich también se inscribe en la carrera sucesoria y tiene una lectura política obligatoria. ¿Es presidenciable “Coqui”? Lo era antes de ser nombrado, y mucho más ahora. Ya no esperará la sucesión desde la cómoda gobernación de Chaco sino desde un puesto con mucha más exposición y potenciales traspiés, también, como es la Jefatura de Gabinete. Apuesta mucho y, como el acuerdo YPF-Chevron, seguramente puso cláusulas secretas. Su posición le dará más visibilidad y la posibilidad de consolidarse como gestor, acaso la característica más valorada por la sociedad por estos tiempos. Sus facultades para orientar el gasto público serán claves para aceitar relaciones con los gobernadores e intendentes y evitar que saquen los pies del plato. Será un jefe de Gabinete fuerte y rico. Cristina también envía un mensaje a Daniel Scioli, cuya apuesta es ser, por inercia del destino, el heredero. Si Capitanich logra buenos resultados, tendrá muy buenas chances de ser el elegido y, acaso, el próximo presidente. Cristina le acaba de dar un guiño y él la encaró.