Por: Alejandro Radonjic
Desde hace algunos años, Sergio Massa es uno de los políticos argentinos con más imagen positiva en la sociedad, y no sólo en Tigre, el conurbano norte o en la vastísima provincia de Buenos Aires. Incluso en los distritos más lejanos del país, y para la curiosidad de muchos encuestadores, Massa “mide bien”. Con semejantes números y con las grandes ambiciones que tienen, según quienes lo rodean, era más que obvio que Tigre le quedaba chico. Sin re-re de Cristina a la vista y con un oficialismo que no pasa por su mejor momento, Massa debía salir a la cancha este año si quiere llegar a la Casa Rosada en 2015 o, cuanto menos, no dilapidar su capital. Si se quedaba en Tigre existía el riesgo de que la gente se olvidara de él. Por eso, siguiendo el manual, salió a la cancha.
Si bien el anuncio fue sobre la chicharra, estuvo lejos de ser una decisión intempestiva. Su candidatura está lejos de estar basada, únicamente, en las encuestas o en la buena relación con los grandes medios opositores, siempre al pie del cañón para apoyar a quienes puedan acabar la “pesadilla kirchnerista”. La candidatura de Massa también se asienta en un paciente y estratégico armado en el territorio que comenzó a tejer tras su paso por el Gobierno. Por eso, hoy tiene el apoyo de más de 10 intendentes de municipios importantes del conurbano, varios más del interior provincial y, sotto voce, algunos más. No es un “invento de los medios” ni de las encuestas, aunque ambos hoy lo ayuden.
Las encuestas le dan, en promedio, 32% de intención de voto en la provincia de Buenos. El padrón bonaerense es de 11,3 millones, según informó esta semana la Cámara Nacional Electoral. El 32% de 11,3 es… ¡3,6 millones de votos! Es lo mismo que obtuvo la segunda fórmula más votada en las presidenciales de 2011 (Binner-Morandini) en todo el país. Son casi 15 puntos a nivel nacional. No es poco, ¿no? Si en octubre le va aún mejor porque atrae los votos de Francisco de Narváez o porque es visto como el único capaz de vencer al kirchnerismo y saca, digamos, 40%, ya estamos hablando de 4,5 millones de votos. Como dice el sociólogo Ricardo Rouvier, Massa ya es (en rigor, hace unos años) un “fenómeno comunicacional”.
En agosto y en octubre deberá mostrar si es, además, un “fenómeno electoral”, es decir, si es rendidor electoralmente. Si bien hay que tomar las encuestas con pinzas, todo indica que también lo será. Aún haciendo una buena elección (esto es, cercana o superior a los 30 puntos), salir primero o segundo no es una cuestión menor. Si gana y logra doblegar al kirchnerismo en la provincia, le será más fácil realizar el tercer paso que, siguiendo la tipología de Rouvier, deberá recorrer: convertirse en un “fenómeno político”.
Ya demostró que pudo quebrar una parte (pequeña, sí) del monopolio kirchnerista sobre el peronismo bonaerense. No es poco. Si pierde será más difícil, pero no imposible. En cualquier caso, a partir de octubre deberá seguir construyendo, y mucho, porque aspira, nada menos, que a ser el sucesor de Cristina Kirchner en 30 meses más. Para decirlo en términos sencillos: deberá convertirse en un imán de votos y dirigentes de otros espacios. Sí, el sueño húmedo de todo político. No todo dependerá de él, por supuesto. La capacidad del kirchnerismo de recuperarse y, sobre todo, de generar un candidato competitivo le dará más o menos espacio para seguir extendiendo sus tentáculos sobre el peronismo. A los jefes territoriales del PJ nada les gusta más que un líder popular que les asegura permanencia en sus cargos.
La fragmentación y debilidad del espacio no peronista, asimismo, le ofrecerá más o menos espacio para acercarse a los sectores sociales más reacios al kirchnerismo y al peronismo históricamente. Para ellos, Massa también parece tener un mensaje y un estilo específico a tono con sus demandas. Es una hoja de ruta ideal, pero factible.
Por supuesto, es posible que haga una mala elección o que el FpV sorprenda con una victoria por varios puntos. Parece poco probable, pero hasta que no se cuenten los votos no se sabrá. O incluso que gane pero no logre graduarse en “fenómeno político” en los próximos años. Que sea, digamos, otro Julio Cleto Cobos que defraude a quienes creyeron en él. Veremos.
Por ahora, la hipótesis más seria pareciera ser que Massa ingresará, si es que ya no lo hizo, en las grandes ligas de la política argentina. Con sólo 41 años a cuestas, parece tener cuerda para rato.