Por: Alejandro Radonjic
En los meses previos a las recientes elecciones legislativas, una de las especulaciones centrales era qué haría Sergio Massa con el capital político que le asignaban las encuestas. ¿Se quedaría en Tigre o se lanzaría a la arena electoral? ¿Lo haría “por adentro” o a través de un sello nuevo, con eje en el armado que venía pergeñando con muchos de sus colegas intendentes del GBA? ¿Cuál sería su discurso: saldría con los botines de punto o caminaría por el insípido pero rendidor centro, es decir, rescatando lo bueno y criticando lo malo del modelo? En caso de lanzarse, ¿cómo le iría en términos electorales?
Después del 27 de octubre, quedaron respondidas esas preguntas y afloraron otras parecidas. ¿Cómo usará el capital político que le asignan, ya no sólo las encuestas, sino las urnas? ¿Cómo construirá: se acercará al PJ o seguirá por afuera con su estrategia renovadora? ¿Irá por la presidencia de la Nación, la gobernación o se quedará en el Congreso? Estas preguntas, y otras más, se irán respondiendo con el tiempo, aunque ya hay pistas de análisis.
Por el lado de la construcción y el armado político, Massa seguirá jugando por afuera con su estrategia renovadora, aunque sin desconocer su origen peronista. Dialogará con muchos dirigentes, recorrerá el país y también sumará kilometraje internacional. Es lógico: muchos quieren hablar con él para sumarse al Frente Renovador o, al menos, para ser tenidos en cuenta en caso de que el tigrense quiera pegar otro salto en 2015. Massa privilegiará a los intendentes, especialmente a aquellos jóvenes, con perfil de gestión, de ciudades con poblaciones medias y grandes, con ganas de crecer políticamente, deseosos de buscar otro lugar bajo el sol y de todos los signos políticos. La excusa de los encuentros será compartir experiencias de gestión y el mascarón de proa será un instituto de políticas municipales del que se están puliendo los últimos detalles. Sabe, también, que no conseguirá adhesiones explícitas, aunque tampoco los buscará. Por razones financieras, no todos pueden darse el lujo de sacarse los pies del plato a dos años de los próximos comicios.
La idea no es sólo sumar voluntades sino evitar quedar desdibujado en el Congreso, donde el FpV seguirá marcando los tiempos y el margen de acción del FR será muy acotado, aunque ya está sumando miembros a sus filas, incluso en el Senado, y tendrá un bloque mayor que el que se computó inicialmente. No quiere quedar como un mero comentador. A Massa le gustan los cargos ejecutivos, y así se proyectó a la política. Sin la intendencia formal de Tigre, deberá ensayar otras maneras de potencial su perfil de gestor. También hablará con otros dirigentes de mayor envergadura, sobre todo peronistas. Muchos encuentros serán por lo bajo para no quedar “pegado” a figuras que poco tienen de renovadoras y que ahora no le suman. Donde el massismo sí tendrá un rol más activo es en la Legislatura bonaerense, donde cuenta con dos bloques sólidos, y desde donde buscará hacer una oposición más agresiva a la gestión de Daniel Scioli, a quien ven como principal competidor para 2015 y a quien le apuntarán sus dardos más fuertes.
Por el lado del discurso, Massa seguirá ubicándose en el ambiguo centro, hablando sobre los temas de mayor preocupación ciudadana (inseguridad e inflación, en primer lugar), defendiendo muchas políticas kirchneristas y criticando, de modo selectivo, a las más impopulares. Y a sus más impopulares interpretes, también: eso explica sus recurrentes menciones (gaffes incluidos) a Guillermo Moreno en la campaña. En muchos casos, propondrá profundizar muchas de las iniciativas puestas en marcha por el Gobierno. Sabe que las líneas directrices del “modelo” siguen teniendo mucha aceptación social. Se define como keyensiano y muchos de sus asesores económicos, con la excepción de unos pocos, no pueden ser vistos como liberales. Evitará que lo corran por izquierda porque, en definitiva, busca votos en el amplio cofre peronista, aunque no solamente allí. Seguirá hablando de la esperanza, de la no confrontación y con ese lenguaje casi chabacano (por ejemplo, suele decir “chorros” en vez de delincuentes). Buscará sacar ventaja de su corta edad (dentro del lote de presidenciables es, por lejos, el más joven) para conectar con los jóvenes, cada vez más gravitantes en el padrón. Mientras buena parte del arco opositor tiene un discurso antikirchnerista, con eje en el Gobierno, el de Massa luce como un lenguaje poskirchnerista, con eje en las expectativas y el futuro. Otros critican, él propone. Pero, al estar en el Congreso y ser un dirigente nacional y ya no municipal, deberá opinar y definirse sobre una variedad de temas, algunos incómodos, que irán surgiendo en el debate público y cuyos efectos políticos no serán neutros.
Así planea avanzar Massa en los próximos meses. Sabe que mide bien en las urnas pero, también, que lo votaron para diputado. Sabe, o debería, que no puede hacer proyecciones lineales sobre su caudal electoral y no se dormirá en los laureles. Nadie es dueño de los votos, y el electorado argentino lo demuestra con periodicidad. Si bien el objetivo de Massa es llegar a la Casa Rosada, recién tomará la decisión a finales de 2014. En el horizonte, 2015 es más que tentador: sin Cristina en la boleta, probablemente habrá un cambio mayúsculo de quienes detentan el poder, quizás el cambio más radical desde 2003, y nadie sabe cuándo se abrirá la próxima ventana para la emergencia de un nuevo liderazgo nacional. Cuando sea el momento de tomar la decisión, analizará los dividendos de sus recorridas nacionales y, tal como hizo para esta elección, verá cómo se posicionan los demás actores, especialmente el Gobierno. Encuestas en mano, recién allí tomará su decisión. Por ahora, es tiempo de crecer.