Por: Artemio López
Hay que decirlo, respetando el dolor e indignación de las víctimas y familiares que no están en discusión aquí, la movilización del pasado viernes, específicamente el intento de transformar el primer aniversario de la tragedia ferroviaria de la estación Once en un #22F, una nueva y por cierto inescrupulosa modalidad de acto opositor, resultó un fracaso absoluto.
Y resultó un fiasco, más allá de la fuerte y muy explícita intervención de medios y políticos de la opo, que organizaron la convocatoria, condujeron el encuentro, unificaron carteles, editorializaron el acto por la tele y hasta dieron letra al plexo de alguno de los discursos de los familiares de las víctimas, donde por caso, de manera al menos extemporánea, se criticó al Anses por el “uso indebido de la plata de los jubilados”.
Sucede que estas organizaciones de víctimas históricamente fueron cooptadas, con mayor o menor dificultad, por aquellos que intentan imprimir sentido político, en este caso opositor, a sus reclamos específicos.
Esta movilización del #22F no fue la excepción y la proximidad del episodio trágico no debe hacernos perder la capacidad de analizar esta dimensión insoslayable del acto.
En este sentido, el fracaso de la convocatoria y su impacto bajo el efecto de la “redundancia” en la opinión pública prueba la persistente consistencia del gobierno en sostener los dos atributos que le dieron volumen electoral en octubre de 2011 y aún siguen satisfaciendo a un conjunto importante de la ciudadanía: empleo y consumo, como se analizara oportunamente en el blog Ramble Tamble.
Por otra parte, y en este contexto socioeconómico satisfactorio para una mayoría de ciudadanos, se abrieron dos vías para canalizar el reclamo específico sobre la tragedia, en lo que es posible hacerlo en estos casos, sabiendo que el dolor e indignación de familiares y víctimas es irreparable:
- El gobierno actuó bien, respondiendo en lo específico mediante la aceleración de las obras de transformación ferroviaria en general y la línea del Sarmiento en particular para que mejoren respecto a su pésima situación actual.
- La Justicia acompañó el reclamo de las víctimas asignando celeridad a la resolución de la causa, señalando responsabilidades penales que involucran al funcionariado, situación también inédita.
En este sentido estricto señalamos que en su dimensión opositora, el #22F fue un nuevo fracaso de la opo, que no logró utilizar eficazmente el reclamo de las víctimas, más bien lo obturó, opacándolo en su demanda específica, legítima y seguramente compartida por el conjunto de la población.
Nuevamente la satisfacción de los indicadores vinculados a las condiciones materiales de existencia de un importante sector de la ciudadanía se impuso por sobre el forzamiento ideologizado de los medios y políticos opositores, que pretendieron utilizar la tragedia politizándola explícitamente, desconociendo las reglas de funcionamiento de esta sociedad y su sistema de adhesiones y rechazos, incluida la dimensión de formación de opinión pública.
Es necesario para entender lo sucedido volver a Juan Domingo Perón en su notable y poco frecuentada faceta de analista de opinión pública exitoso si los hay, que en La hora de los pueblos brinda una magnífica síntesis del funcionamiento de los sistemas de preferencias en la sociedad argentina contemporánea y una advertencia final sobre su eventual agotamiento: No acorralar.
Señala Perón:
Normalmente los pueblos están formados por un diez ciento de idealistas y por un noventa por ciento de materialistas. El idealista reacciona por instinto. El materialista solo lo hace por desesperación.
Para levantar a un pueblo han de cumplirse los requisitos indispensables. Los que hasta ahora se levantaron en acciones aisladas han pagado el precio de su valiente actitud negativa con el fusilamiento, la tortura y la cárcel. Los materialistas, aun estando de acuerdo con ellos, no iban en condiciones anímicas para seguirlos y defeccionaron.
Es que en los hombres pasa un fenómeno similar al que se manifiesta en el perro y el gato. El perro es un idealista, con poco instinto de conservación y de reacciones instintivas. Si da un puntapié se echará encima del agresor y hay que matarlo para sacárselo.
El gato, por el contrario, es un materialista con gran instinto de conservación, si se intenta golpearlo él huirá, si se lo encierra en una habitación y se lo castiga, intentará primero meterse debajo de los muebles o subirse por las paredes pero, cuando se persuada que nada de eso es posible, se pondrá en guardia y entonces resulta peligroso pegarle. Es la reacción desesperada del materialista que vive en él.
En los pueblos siempre hay una gran cantidad de gatos y pocos perros, pero cuando la desesperación cunde en los pueblos, hay que esperar reacciones que van mucho más allá de cuanto nosotros mismos podemos imaginar.
Fuente: Télam