Por: Carlos Mira
Según parece, Nicolás Maduro llegará a Buenos Aires el 15 de marzo para verse con Cristina Fernández y buscar su apoyo. Puede que se trata de una visita agradable para la presidente pero es muy incómoda para el país.
El mundo está observando el espectáculo dantesco de Venezuela, un país atravesado por hordas paragubernamentales que con armas y motos provistas por el gobierno aterrorizan las noches de las principales ciudades a los tiros por las calles. Es más dispongo de testimonios personales directos que dan cuenta de redadas protagonizadas por esta gente entrando a edificios a los balazos contra inocentes, para sembrar el amedrentamiento.
Versiones fundadas indican que estos batallones –llamados “los colectivos”- están compuestos por delincuentes comunes -por el hampa hecha y derecha- que, como consecuencia de un consejo de Fidel a Chávez, éste cooptó para utilizarlos en la tarea de esparcir el terror.
El mundo está viendo este espectáculo con espanto. El encarcelamiento político en Venezuela es otra aberración contratemporal que la civilización mundial ya no acepta. El Muro de Berlín cayó definitivamente sobre los restos de un sistema inviable que provocó millones de muertes inocentes, hambrunas en lo que de otro modo hubieran sido paraísos de alimentos, y millones de privaciones de la libertad con el objetivo fanático de imponer una utopía por la fuerza. Pero ya está. Ese muro se cayó en una dirección; no en otra. El formato del derrumbe ha quedado claro y es incontrastable. El esfuerzo económico y humano, por ejemplo, de los alemanes occidentales para absorber y asimilar a sus compatriotas que sufrieron el comunismo del Este, se extiende incluso hasta hoy, casi 25 años después de la reunificación. Así de impresionante era la brecha de nivel de vida, de confort, de libertad, que tenían ambas Alemanias cuando aquel muro infame las dividía simbólicamente.
Esa época de personas encarceladas por el simple hecho de pensar y expresarse ya no puede tolerarse y bajo la etiqueta de “gobiernos autoritarios” (por decir lo menos) van cayendo no solo aquellos que encarcelan sino también aquellos que los apoyan y simpatizan con ellos. ¿Qué cosa positiva puede salir de una alianza semejante?
Y es aquí donde, de nuevo, las aberraciones y caprichos económicos del kirchnerismo mezclados con su escaso vuelo internacional y su pobre formación intelectual pueden dar una explicación a lo que de otro modo sería incomprensible. Cuando la Argentina se aisló del mundo y cortó sus lazos con los organismos multilaterales de crédito, Chavéz apareció como un financiador carísimo de las veleidades de los Kirchner. Primero fueros las oscuras operaciones con bonos, que le costaron el puesto y su carrera al embajador Sadous, que denunció esos mecanismos desde su sede en Caracas. Luego fue la financiación encubierta -con valijas de dinero de contrabando de por medio- de la primera campaña presidencial de Cristina Fernández y por último la venta de fuel oil a un De Vido desesperado tratando de buscar un proveedor que disimulara los efectos de su desastrosa política energética que, en menos de seis años, nos hizo quedar sin energía, viniendo de ser un país autoabstecido y exportador.
Al lado de estas razones “duras” que tornan racional (al menos para la racionalidad del gobierno) lo que Cristina está haciendo con el bizarro Maduro, existen otras razones, digamos, de color, solo explicables por posturas atávicas, rayanas en la estupidez.
Una de ellas claramente es la posición de Chavez frente a los Estados Unidos. Los Kirchner han utilizado la política exterior para hacer “fulbito para la tribuna” con muchos laderos a los que el propio Néstor, en privado, llamaba “delirantes”. La Argentina es el segundo país más antinorteamericano del mundo peleando ese liderazgo con Francia y el lenguaraz de Caracas venía como anillo al dedo para satisfacer las bocanadas de envidia que muchos argentinos han sentido históricamente por los Estados Unidos. Pero todas estas razones –las duras y las de color- deberían sopesadas muy cuidadosamente en las presentes circunstancias.
El mundo estará mirando quién le pasa una cariñosa mano por el lomo a Maduro. Lo hará y sacará sus conclusiones. “Dime con quién andas y te diré quién eres”, reza el refrán más viejo que la puerta. En este particular momento en donde el país busca recomponer algunos de los puentes que este mismo gobierno dinamitó voluntariamente, recibir y apoyar a este lunático que habla con los pájaros, adelanta las Nnvidades por decreto y declara la opción de “fascismo o carnaval” puede confirmar la ubicación global de la Argentina como del lado de los países inviables, inadecuado para las inversiones y peligroso para la libertad.
La Sra. de Kirchner debería pensar muy bien lo que va a hacer. Aunque sabemos que siente una fascinación irrefrenable por causar irritación en aquellos círculos a los que sabe que muchas de sus ocurrencias los irritan. Es como un juego para ella. Muchas de las cosas que decide, las decide no porque crea que sirven sino porque sabe que no son del agrado de aquellos a los que detesta. Pero su margen para tomar al país como una herramienta para su divertimento se ha achicado mucho. Tal vez debería hacer sus cuentas de tirria una vez más. Es posible que por estos días el resultado sea diferente al que solía disfrutar.